A estas alturas la pregunta del millón parece ser: ¿quién gobierna ahora?, ahora que los del MAS, los unos y los otros, van destruyéndolo todo a cada paso, todo es incierto y el futuro tiene perspectivas sombrías. Ante este descalabro, acaso ¿sólo nos queda tomar partido en la lucha contra lo que amenaza nuestra existencia? La magnitud y complejidad de la actual crisis es la más severa de los últimos tiempos, está muy lejos de ser resuelta por sus creadores porque la ideologización y la politiquería solo aportan mayor conflictividad. Es necesario juntar ideas con prácticas políticas que nos comprometan con objetivos comunes, que la sociedad en pleno tome conciencia sobre la severidad de esta crisis, para desterrar esta demagogia disfrazada de ideología.
Hace algunos años, todos vaticinábamos que íbamos camino del abismo, no hicimos nada, y hemos llegado a esta situación por un dogmatismo barato, por ambiciones personales, por miopías políticas, por una visión corta del gobierno, por mentiras, indolencia, desidias, egos desmedidos, falsas afirmaciones y un montón de etcéteras que hacen al contexto del porqué estamos como estamos. Bolivia no se merece esto, estos momentos tan críticos, una etapa tan opaca, crisis económica; crisis política; corrupción; inmoralidad; falta de dinero; aumento de precios; menor cantidad de productos comprados; mayor oferta que demanda y otros etcéteras. De allí que la aprobación sobre la gestión gubernamental es la más baja de los últimos 15 años, es un escenario de puras y dificultades encadenadas, es el peor conflicto político e institucional, es una crisis sostenida y en ascenso, sin decisiones que no llegan. En este mundo de al revés, por los bloqueos de Evo, los del transporte pesado que no pueden trabajar, anuncian una protesta contra Lucho, ¿cómo? Pues ¡con otro bloqueo!, simplemente van a bloquear a los bloqueadores, estaremos bloqueados por los “evistas” por un lado, y por los transportistas por el otro. ¿Qué más nos puede pasar?
Está claro que este gobierno no debería existir, hace mucho tiempo que debió irse a su casa. Pero, no se puede porque respetamos “esta” democracia. Es necesario que permanezca hasta el final para que rinda cuentas, si debe rendirlas y asuma la responsabilidad de sus actos con la valentía que dice tener. Mientras tanto, se exige que le responda a Bolivia porque estamos entrando en una suerte de descomposición absoluta como consecuencia de las perversiones morales de un individuo enfermo. Es inconcebible que el gobierno le tema a un sujeto de tal manera que no tenga la capacidad para llevarlo a un juicio de acuerdo a ley, ese temor legalmente se llama complicidad, por lo de ahora y por supuesto, por antiguas vivencias y alcahueterías, ¿aquello será lo no le permite llevarlo a la cárcel?
Los bloqueos son inconstitucionales y en Bolivia se bloquea por todo y por nada. Si bien no se puede impedir ni las marchas ni las protestas, porque están permitidas por la Constitución, los bloqueos son inconstitucionales porque no permiten la libre circulación de bienes y personas, ¿alguien dijo algo? Este ensañamiento histórico y absurdo, producido precisamente por la codicia personal del ególatra, trae a la memoria un cuento corto de Sergio Almaráz de 1967, cuando recrea un imaginario relato de la visita del diablo: “arruinaré a los bolivianos, serán castigados. ¿Cómo? Van a sufrir hambre. No tenemos papa ni carne. Los empobreceremos. Es tarde, de ello se encargaron la South American Placers, la International Metal Processing y la Gulf. Los mandaremos al caos. Tenemos logias y partidos políticos. No hay caso -dice el diablo- ahora me doy cuenta por qué se dice que es un pueblo de ingratos, por qué lo olvidan todo. Les mandamos las guerras del 79, del 903, la del Chaco, plagas y hambrunas. Me marcho.” Cualquier parecido con la realidad es simplemente una coincidencia, del diablo y de la memoria ciudadana.
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