La causa de esta potencial tragedia económica en Bolivia es clara: la falta de insumos agrícolas suficientes para iniciar su funcionamiento.
Fuente: ANF
Enviado por Iván Ramos
Sucre, 11 de octubre de 2024.- Las alarmas están encendidas en Chuquisaca. Ocho plantas procesadoras de alimentos, financiadas con una millonaria inversión estatal que supera los 650 millones de bolivianos, corren el grave riesgo de quedar inactivas, transformándose en los temidos «elefantes blancos». La causa de esta potencial tragedia económica es clara: la falta de insumos agrícolas suficientes para iniciar su funcionamiento.
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Félix Almendras, secretario Departamental de Cultura, Turismo, Desarrollo Productivo y Empleo, advirtió que la producción de materias primas como el maíz, ají y maní ha caído drásticamente desde 2005, una situación que amenaza la viabilidad de estas plantas. Según Almendras, «si no hay materia prima, las plantas están condenadas a convertirse en elefantes blancos».
Un caso emblemático: La planta de Monteagudo
La planta procesadora de alimentos en Monteagudo, que recibió un financiamiento de 140 millones de bolivianos, está diseñada para transformar productos como maíz, ají, maní, sésamo y algarrobo. Sin embargo, la producción local ha disminuido drásticamente, lo que compromete su operatividad. La situación se replica en la planta de Incahuasi, con una inversión de 161 millones de bolivianos, que debía procesar maíz, papa y cereales, pero enfrenta la misma escasez de insumos.
Sobredimensionadas y sin insumos
Otras plantas, como las de El Villar, Alcalá, Azurduy y Sucre, destinadas a la producción de alimentos balanceados, dependen principalmente del maíz. Pero sin materia prima suficiente, su futuro es incierto. La planta procesadora de frutas en Presto, cuyo costo fue de 12 millones de bolivianos, tiene capacidad para transformar más de 2.000 toneladas de chirimoya, pero la producción actual no alcanza ni una cuarta parte de esa capacidad.
El ejemplo más desolador es el molino construido en Redención Pampa, municipio de Mojocoya. Esta planta, financiada por la Gobernación de Chuquisaca y la Alcaldía de Mojocoya, ya es considerado un «elefante blanco». Sobredimensionada y sin suficiente trigo en la región, apenas alcanza a cubrir el 5% de su capacidad instalada.
Una crisis agrícola profunda
El problema no se limita solo a las plantas procesadoras. La región ha experimentado una drástica reducción en la producción de cultivos clave. El ají, por ejemplo, ha visto una caída del 40% en su producción entre 2010 y 2023. Almendras atribuye esta crisis a varios factores: los altos costos en el mercado nacional, el contrabando de ají desde Perú y la falta de inversión en tecnología y recursos hídricos.
Lidio Chavarría, director de Atención de Riesgos de la Gobernación de Chuquisaca, también señala la falta de agua como un problema fundamental. «De los 29 municipios, una veintena está clamando por agua. Los ríos se han secado, y el panorama es devastador», afirmó en declaraciones al programa Periodismo que cuenta. La escasez de agua ha hecho inviable la agricultura en varias zonas, lo que agrava aún más la situación.
El expresidente del Comité Cívico, Jhon Cava, coincide con esta preocupación. «La situación es lacerante. Sin agua, no hay oportunidades para quienes se dedican a la producción de alimentos», advirtió. Según Cava, el agotamiento de los recursos hídricos ha dejado a los productores locales en una situación desesperada, agravando la falta de insumos y la productividad.
Las soluciones urgentes
Para evitar que estos 650 millones de bolivianos terminen desperdiciados, es necesario tomar medidas inmediatas. Cliver Pérez, vicepresidente del Comité Cívico de Provincias (CIDEPRO), subrayó la necesidad de reactivar el agro para que los campesinos puedan continuar produciendo.
«La clave está en incentivar la producción primaria con acceso a semillas de calidad, asistencia técnica y un acompañamiento de mercado adecuado», dijo Pérez.
Almendras, por su parte, aboga por una mayor inversión en proyectos de riego y en tecnologías agrícolas que permitan mejorar la productividad. «Hemos encarado programas pequeños con nuestra capacidad de inversión, pero se requiere un esfuerzo mucho mayor para evitar el colapso de estas plantas», concluyó.
Si no se toman medidas inmediatas, las plantas procesadoras de alimentos en Chuquisaca podrían convertirse en símbolos de promesas incumplidas. Los 650 millones de bolivianos destinados a mejorar la producción agrícola en la región corren el riesgo de perderse, dejando una estela de «elefantes blancos» que reflejaría la incapacidad de planificar adecuadamente una inversión de tal magnitud.
El desafío es monumental, pero el tiempo apremia. Las autoridades, los productores y la sociedad en su conjunto deberán trabajar de la mano para rescatar estas plantas y asegurar que la inversión no sea en vano. Si no se actúa con rapidez, el sueño de un desarrollo productivo sostenible en Chuquisaca podría desvanecerse.