País asfixiante

Días de malsano humo vivimos en el oriente boliviano, al extremo que se aconseja volver a los barbijos, como en tiempos de la peste china, porque la visión de los habitantes se nubla y la respiración sufre cuando los vientos del norte se imponen. A este paso nuestra ciudad se va a comparar con las cámaras de Auschwitz. No sabemos cómo hacían antes nuestros abuelos y bisabuelos cuando se incendiaban los montes y sus pastizales, si no existían bomberos ni aviones que lanzaran agua sobre las llamas. Cuando en pleno siglo XXI se habla de más de 10 millones de hectáreas quemadas en un año (7 millones en Santa Cruz), quiere decir que, en el siglo XIX, sin socorro de ninguna naturaleza, el fuego se habría devorado todo, hasta los pueblos.

¿Por qué no sucedió? Simplemente, porque los chaqueos se hacían en el momento apropiado y por agricultores que conocían el oficio. El camba sabía que todo tenía su tiempo. No como ahora, que, con los premios políticos que el gobierno otorga a los “interculturales”, quemar los bosques es, aparentemente, la contraparte del trato. No existe recompensa más barata para las autoridades masistas que obsequiar las tierras cruceñas a sus partidarios para que hagan lo que quieran con ellas. Ganan por partida doble: lealtad de los beneficiados y colonización de esta tierra tan ambicionada.



Pero no solo el humo asfixia a Bolivia, sino la política y el escándalo más sucio Mientras se despellejan las dos fracciones del MAS (“evistas” y “arcistas”), la oposición “no masista” elucubra alianzas para derribarlos. Nadie sabe a ciencia cierta cómo marchan los necesarios pactos opositores, porque de lo único que se habla, se ve y se lee, es de las feroces broncas entre Morales y Arce. Ellos han ocupado todo el espacio informativo, pero el MAS está debilitado, perforado por todas partes, y este es el momento propicio para darle el puntillazo en la testa y dejarlo fuera de combate.

Sabemos que todos los gobiernos de izquierda o populistas, requieren gastar mucho dinero para subsistir. Gastar es su forma de retener el poder. Sin gas, ni dólares, ni el esperado litio y sin crédito externo, el MAS es poco menos que un castillo de naipes.  Pero para mandarlos a su casa, todos esperamos la unidad opositora, unidad deseada ansiosamente, pero que no convence en las mentes obtusas de muchos de los líderes que comandan la mal llamada “derecha”.

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Este es el momento en que se puede derrotar al MAS vigilando como lechuzas el día de las urnas, así el MAS vaya con Morales o Arce o con uno de los dos solamente. Mas todos sabemos que es necesaria una candidatura poderosa en la oposición producto de la unidad y no de la dispersión producida por aventureros que buscan unos cuantos diputados para hacerlos valer por quien pague mejor en votaciones importantes.

Se debe tener en cuenta que hay que lograr mayoría parlamentaria en la primera vuelta electoral. Si hay balotaje, solo vale para la elección presidencial, pero queda invariable el resultado parlamentario de la primera votación. Así que quienes se presentan como candidatos para ganar uno, dos o tres curules, probablemente impidan, con visión de usureros de la política, que se imponga un gobierno fuerte.

¿Y el escándalo, no nos sofoca también? Las declaraciones del exministro de Justicia, Lima, en sentido de que el expresidente Evo Morales, enfermo de pedofilia múltiple desde hace años, hubiera pedido el encarcelamiento de Jeanine Añez y de Luis Fernando Camacho, muestra el servilismo y la cobardía de Arce Catacora y de su entorno. Que, a la expresidenta, a quien le corresponde un juicio de responsabilidades, le hubieran montado un proceso mentiroso y grosero y al gobernador Camacho lo hubieran secuestrado de manera gansteril, es algo intolerable. Que un sujeto como Morales, que merece la cárcel por ser un ávido gozador de inocentes ninfas campesinas, sea quien indique cuáles son las personas que se debe apresar con el propósito devengarse, es algo que solo puede suceder en una nación gobernada por caguetas. Y eso es lo que sucede en Bolivia, lamentablemente, que estamos gobernados por miedosos, sinvergüenzas y bribones. Jeanine Añez, Camacho y Pumari, deben salir de prisión para defenderse en libertad.

El humo y el calor en el oriente no es sino el marco descompuesto de algo mucho mayor, y es el drama moral profundo que está destrozando nuestro país.