Un alegato en favor del amor en tiempos de ira y destrucción


 

El libro de Carlos Hugo Molina, “Manuela, mi amable loca”, en su séptima edición, tiene un prólogo que ofrece una rica y reflexiva introducción a la novela, contextualizando su creación y evolución con los lectores de distintas latitudes y del escritor consigo mismo, es un gesto muy democrático.



Como lectora y mediadora de lecturas, en mis tiempos de profesora de literatura en Bolivia y en las bibliotecas Latinoamérica, recuerdo con calidez los encuentros con los estudiantes de secundaria, leyendo y comentando, mirando con lupa los hechos históricos y las ficciones, aprendiendo a diferenciar uno de otro, motivados a mirar los archivos, a escarbar en sus propias historias, como si sus vidas fueran la patria de sus padres y madres.

Vienen a mi memoria, especialmente las lecturas en las bibliotecas municipales de Santa Cruz de la Sierra, gracias a las gestiones de William Rojas e Isabel Gutiérrez, para que ese club de lectores fructificara e hiciéramos varios años de talleres de literatura y diálogos con escritores, uno de ellos con Carlos Hugo, en torno al aura de Manuela y de tantas mujeres que han hecho nuestra historia, recuerdo a Sebastián Molina con sus Haikus y la fiebre de los weblogs en aquellos tiempos, nuestras hazañas en cada barrio, llevando libros, comunicando nuestro idealismo, pujando desde nuestras utopías, todo era tan difícil como lo es hoy, en Bolivia las cosas nunca son fáciles, las utopías nos hacían sentir que todo era posible, todavía están vivas algunas de ellas.

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Con estos recuerdos amontonados, se asientan también los encuentros con el Autor Nacional en el Colesierra, con Cecilia Mendoza, Silvana Saman, Pablo Carbone, Mónica García, colegas varios organizando jornadas. Guardo fotos de algunos encuentros con Carlos Hugo en Bibliotecas y el aula, con las estudiantes teatralizando a los personajes de las cartas entre Bolívar y Manuela, algunos estudiantes crearon nuevos personajes, para interpelar al Bolívar que les habría gustado que exista, para hacer una mejor la patria. También había diálogo comparado entre este libro y otros autores, como Homero Carvalho, su novela “La maquinaria de los secretos” y “Juan de la Rosa” de Nataniel Aguierre.

Los estudiantes en su natural sentido crítico y creatividad desbordada interpelaban, cuestionaban las decisiones de quienes hicieron el país, y el hecho de que la república sea un fracaso y tengamos ahora un “estado de pliquiploco”, así leían los lectores de quienes fui profe, todos ellos ávidos de justicia histórica, mientras leían y dialogaban con las muchas mujeres de la historia.

Es una obra literaria que decanta las sensibilidades de personajes históricos, cuyas decisiones marcaron la vida de todos, como toda obra de ficción está cargada de imaginación y nos regala el asombro, la curiosidad por saber más, si bien está basada en la historia, no es un libro para aprender historia, todo lo contrario, es un libro de filosofía política y literatura, nos invita a escarbar cotejar datos, hechos, fechas, pero, sobre todo, a reflexionar la memoria colectiva.

Carlos Hugo Molina subraya la importancia de la investigación para dar forma y autenticidad a los personajes y situaciones descritas, además de la nata imaginación que lo caracteriza, esta forma de escritura permite tocar diversas capas de profundidad que dan pie a reflexiones colectivas, incitando a la investigación sobre las mujeres en la historia de esta independencia, un tema que merece la pena seguir ampliando con muchas y tantísimas mujeres que fueron parte de estos momentos bélicos, para comprender mejor nuestra grandeza y nuestros desafíos.

Además, me gustó de esta 7ma edición, la descripción de la novela como un ejercicio de amor y curiosidad histórica, que se originó en cartas personales del autor a su esposa, añade una dimensión íntima y personal al proyecto literario de “Manuela mi amable loca”. Este aspecto establece un vínculo emocional con el lector y autor. La inclusión de comentarios y críticas de primeras lectoras ofrece una perspectiva valiosa sobre el proceso creativo, destacando la importancia de la autenticidad en la representación de voces en la narrativa del autor, y el respeto a los autores que viene cultivando este libro en las escuelas, universidades y varios países de Iberoamérica, donde Carlos Hugo va sembrando lectores.

Leyendo desde la literatura comparada, me vino a la memoria un libro que leí un año atrás, otra obra que aborda la influencia de las mujeres en la historia es «Así en la guerra como en la paz» del colega filólogo Luis García Jambrina, profesor en la Universidad de Salamanca. El título de esta novela hace un guiño a la célebre obra de León Tolstói, «Guerra y Paz», aludiendo a los contrastes y similitudes entre los tiempos de conflicto y los de paz, cómo experimentamos la condición humana en ambos tiempos. A diferencia de Manuela Sáenz, los personajes representados por mujeres en «Así en la guerra como en la paz» no siempre están en el centro de la acción política, pero su papel es igualmente significativo, porque están acompañando los campamentos en plena guerra, en pleno invierno europeo, son el eje afectivo y de las estrategias bélicas para sobrevivir.

Las mujeres en esta novela, aunque a menudo en roles más discretos, manipulan y sostienen las estructuras de poder desde la esfera privada, influyendo en las dinámicas familiares y sociales de manera profunda en plena Europa del siglo XIX, que es un alegato en favor del amor, en épocas de ira y destrucción; como lo es “Manuela mi amable loca” en tiempos de guerras de independencia y en tiempos de guerra de dependencia en la que está ahora mismo nuestro país, el estado ecocida y la crisis de nuestras instituciones democráticas, públicas y privadas, así como la crisis moral, ética y económica que están padeciendo nuestras familias.

Celebro que “Manuela mi amable loca” siga vigente, con cartas-hallazgos que sirven de paralelismo histórico y literario con la actualidad del siglo XXI plagado de guerras en todas partes del mundo. Celebro este privilegio de no estar entre las balas o bombas, ni en la humareda nuestra de cada día en Santa Cruz y todas sus provincias, o entre los bloqueos de los inmorales que están destruyendo el país… Celebro estar leyendo otra vez a Carlos Hugo Molina.

Celebro porque este libro siempre ha sido un motivo para conversar desde la ciudadanía, cuestionar a Bolívar, Manuela, y todos los héroes de la historia, desde una perspectiva contextualizada, por su puesto, este libro permite, ante todo, que reflexionarnos en torno al relato que generan nuestras sensibilidades en tiempos adversos y de desconfianza, de peligro cotidiano; nos ofrece un toque de fe para pensar que las patrias nacieron por amor, y lo necesitamos, porque personalmente sé que somos producto de la violencia, hijas e hijos de la violación, del NO ignorado y del violador impune, regocijado en su cinismo y alcahueteado por “la sagrada familia”, hijos del rechazo, la mentira y el terror vuelto cáncer en nuestro cuerpo, tanto las patrias como las personas somos hijos e hijas de la violencia.

Sin embargo, al leer a Manuela mi amable loca, una que distingue muy bien la realidad de la ficción, la verdad de las mentiras, pues puede sentir en esta novela epistolar, que a veces podemos contarnos la historia de otras maneras, para sembrar buenos afectos en las tantas patrias mal nacidas o caídas en desgracia, a lo largo y ancho del planeta tierra.

Confieso que recordar las cartas de la novela y la didáctica establecida en el pasado con mis estudiantes de literatura, me traslada a un lugar menos punzante, me confirman, lo que, como bien señala el escritor israelí, mi autor preferido en materia de novelas, Amos Oz: “La literatura es la historia de cómo nos sentimos los seres humanos mientras suceden las guerras y violaciones que la historia contabiliza desde su lugar.”

 

Por. Claudia Vaca, filóloga y profesora


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