Urge un proceso de recambio

 

Ante la calamitosa, como aciaga situación que los bolivianos estamos heredando del tristemente célebre proceso de cambio, instaurado por el masismo hace casi dos décadas en el país, y a escasos diez meses de cumplir doscientos años de vida, como República de Bolivia, evidenciamos con frustración y pena que cuantos más pudieron ser nuestros logros, tendemos a ser el país más atrasado de Sudamérica, muy por abajo del Perú o Paraguay, con quienes nos parangonamos.



Entonces, nos preguntamos, ¿Qué fenómeno pudo haber contribuido para causar semejante tragedia? Y la respuesta se nos muestra al alcance de la mano. Sin duda alguna, ese proceso de desinstitucionalización que se inició hacia el año 2006, con la aplicación del libreto de un populismo progresista, basado en un llamado Socialismo del Siglo XXI, que como inicio establecía el cambio de la Ley de leyes o Constitución Política del Estado, para luego copar a su gusto y sabor toda la base institucional de la Nación. O sea, los tres poderes del Estado democrático.

Al margen del Poder Ejecutivo, que lo asumen dictatorialmente, manipulan a su antojo al Legislativo y van por el Judicial, al cual manejan con absoluto desacierto y desvergüenza emitiendo decretos supremos, como es el caso de los D.S. 5143 y 4732, dirigidos a legalizar hasta la rapiña, por parte del Estado, violentando lo más sagrado de una sociedad, que es la propiedad privada. Se montaron hasta sobre Montesquieu y sobre el pensamiento político de ese gran filósofo y jurista, que contribuyó a definir el principio de las democracias occidentales, definiendo a cabalidad la distribución de las funciones del Estado y la separación de poderes.

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Con la inexorabilidad de un péndulo, los experimentos populistas de izquierda que, bajo el marbete del Socialismo del Siglo XXI asuelan a varios países de la región, han comenzado a naufragar con similar patetismo que el Titanic, como fruto de sus corruptos y calamitosos mandatos a la cabeza de sus naciones, sumiéndolas en la bancarrota. Dando paso luego, a las corrientes que ellos llaman de derecha, para que, con vocación de Médicos, ingresen a ese escenario de infección, caos  y devastación, a fin de rehacer todo lo deshecho. Es el caso de la Argentina, del  Ecuador, de Paraguay y de El Salvador. Aún están en sala de espera: Cuba, Venezuela, Nicaragua, México, Brasil, Chile y otros contagiados por esa pandemia política trasnochada y nociva para la sociedad.

A la luz de esta lamentable realidad, es menester que los bolivianos recuperemos nuestro instinto de conservación y, volviendo la mirada hacia nuestros manes que labraron las bases de una patria de valores cristianos, libre de corrupción, depravación y podredumbre, reencausemos nuestro destino hacia una República de Bolivia libre, orgullosa y donde todavía impere ese sabio concepto del “Que dirán” como  la preocupación o el miedo de lo que otras personas piensen o digan sobre uno mismo. Un concepto relacionado con la presión social y la necesidad de cumplir con las expectativas de los demás, para evitar críticas o juicios negativos y que pueda influir en las decisiones y comportamientos de una persona, muchas veces llevándola a actuar de manera diferente a cómo lo haría si no le importara la opinión ajena.

En síntesis, una República de Bolivia exenta de filibusteros cuyo único propósito es robarla, violarla, incendiarla y ocasionar un fratricidio que les permita embaucarnos de nuevo con un proceso de cambio, que ya urge de recambio.