¿Qué valor tiene salvar vidas si perdemos la nuestra?, es la interrogante que dejó la muerte Sebastián Peixoto Junior, de 46 años, un estudiante de Medicina de nacionalidad brasileña.
Fuente: lostiempos.com
Su deceso expuso el maltrato que soportan en silencio los internos y residentes, quienes trabajan 120 horas continuas sin descanso ni alimentación en los hospitales y centros de salud, en búsqueda de convertirse en médicos y especialistas.
El maltrato a Sebastián fue constante por parte de algunos de sus tutores y lo empujó a quitarse la vida, según el testimonio de su esposa, Sunner Hidalgo.
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“Desde el primer día mi esposo padeció mucha violencia psicológica, verbal y humillaciones. No tenía un lugar para descansar ni comidas dignas, conforme avanzó el internado el grado de los maltratos aumentó, como era el único que reclamaba lo trataban peor”, contó.
El estudiante cursaba el último año de la carrera y hacía su internado en el hospital Manuel Ascencio Villarroel de Punata.
“Los someten a horarios extenuantes, es increíble como les piden que trabajen hasta 48 horas sin descanso y todavía les piden que memoricen lecciones con puntos y comas, si no lo hacen, les imponen castigos de ocho a 12 horas más”, acotó.
Hidalgo relató que su esposo denunció los abusos en reiteradas oportunidades y solicitó a su universidad el cambio de establecimiento, pero ante la falta de respuestas se quitó la vida, el 14 de noviembre, Con sangre escribió los nombres de dos médicos docentes que lo habrían orillado a tomar su última decisión.
Similar es la historia de Marlen Villarroel Hidalgo, otra médico residente de segundo año en la especialidad de cirugía general.
La profesional denunció que se le impuso castigos extremos e injustificados, como jornadas de hasta 120 horas continuas sin descanso ni alimentación de manera recurrente, es decir, casi cinco días sin dormir y controlados con videollamadas.
“Me han quitado la residencia por denunciar abuso y acoso laboral”, dijo.
Las humillaciones públicas y la exclusión total de las actividades formativas y profesional obligaron a Marlen a buscar apoyo psiquiátrico y psicológico para evitar un suicidio. Además, denuncia las condiciones inhumanas e injustas a las que fue sometida.
“Somos mano de obra barata con turnos de 72 horas, que duermen en sillas, bancas o en el piso, nos dan 15 minutos para comer, hacemos el trabajo hasta de las enfermeras”, comentó Pablo. R. O, otro residente de la Caja Nacional de Salud (CNS). A él la presión y el estrés lo obligaron a abandonar la especialidad y poner en pausa sus anhelos.
Protestas
La muerte de Sebastián y de otros dos estudiantes de Medicina en lo que va del año en universidades privadas motivó a varios padres, internos y residentes a protestar en puertas del Servicio Departamental de Salud (Sedes) y otras instituciones para visibilizar el problema.
José Marca, un padre de familia cuyo hijo fue también víctima del sistema de castigos, señaló que algunos progenitores están empezando a organizarse para generar un movimiento que reduzca los abusos y sentar un precedente para sancionar a los responsables.
Comentó que en el caso de los estudiantes extranjeros el problema tiende a ser más crítico porque están solos, deben lidiar con gastos económicos altos y tienen otras dificultades, como el idioma y aspectos culturales.
En este contexto, el jefe de la Unidad de Calidad y Servicios de Salud del Sedes, Vladimir Ticona, informó que, en las reuniones del Comité Regional de Integración Docente Asistencial e Investigación (Cridai), se acordó reforzar los controles para verificar que se cumpla la norma de Integración Docente Asistencial e Investigación y la apertura de un proceso administrativo por el caso de Sebastián.
Entre tanto, el director de la Escuela de Posgrado y Educación Médica Continua de la UMSS, Yercin Mamani, sostuvo que el problema tiene que ver también con la saturación de establecimientos con internos y las deficiencias que arrastra el sistema de salud por la falta de más de 4 mil médicos en Cochabamba.
Fuente: lostiempos.com