Cómo transformar el cerebro paso a paso

El concepto de plasticidad cerebral suena a ciencia ficción, pero no es más que la extraordinaria capacidad del cerebro para adaptarse. Desde aprender un idioma hasta enfrentar un cambio de rutina, es lo que permite que nuestras neuronas se reconecten, formando nuevas redes o reforzando las ya existentes.

Fuente:  https://ideastextuales.com



William James, considerado uno de los padres de la psicología moderna, ya en 1890 afirmó que “plasticidad significa poseer una estructura lo suficientemente débil para ceder ante una influencia, pero lo bastante fuerte para no desmoronarse del todo”. Más de un siglo después, descubrimos que esta maleabilidad cerebral no solo es una curiosidad evolutiva, sino una clave para la supervivencia.

En un mundo que avanza a la velocidad de la tecnología, donde los días transcurren con la urgencia de responder correos y mirar pantallas, algo tan simple como caminar parece un acto anacrónico. Sin embargo, la ciencia y la neurociencia están redescubriendo su magia. Caminar no solo es una forma de trasladarnos, sino también una herramienta para reconfigurar el cerebro.

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Diego Redolar, neurocientífico y director del Cognitive Neurolab de la Universitat Oberta de Catalunya, explica que “caminar treinta minutos diarios fomenta la formación de nuevas neuronas en el hipocampo, esa pequeña pero crucial estructura cerebral responsable de la memoria”. Y en un momento histórico donde el estrés y la depresión son pandemias silenciosas, este hallazgo es una invitación a regresar a lo básico.

Caminar parece el ejercicio más humilde, pero su impacto en la neurociencia es descomunal. Según Redolar, el simple acto de dar pasos activa una cascada de procesos en el cerebro. Mejora el flujo sanguíneo, incrementa la producción de factores neurotróficos como el BDNF (Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro) y promueve la neurogénesis, es decir, la creación de nuevas neuronas.

Esto tiene implicaciones profundas. No solo se trata de fortalecer la memoria o mejorar la atención, sino también de prevenir enfermedades como la depresión mayor, donde se ha demostrado que la falta de neurogénesis en el hipocampo juega un rol crítico. Caminar, entonces, se convierte en un acto de resistencia contra el deterioro emocional y cognitivo.

En una sociedad obsesionada con el rendimiento, caminar nos devuelve el tiempo para pensar. Quizá por eso escritores como Haruki Murakami han vinculado este ejercicio con la creatividad. En su libro De qué hablo cuando hablo de correr, Murakami describe cómo las largas caminatas y carreras le ayudan a encontrar el ritmo interno necesario para escribir.

Pero caminar no solo tiene beneficios intelectuales o emocionales. Un estudio reciente concluyó que, en adultos mayores físicamente activos, esta actividad mejora las conexiones neuronales, permitiendo un envejecimiento más saludable. Es decir, caminar no solo es un ejercicio, sino una inversión a largo plazo en la salud cerebral.

El reto, por supuesto, está en incorporarlo a nuestras vidas. En ciudades que privilegian los autos sobre los peatones, caminar puede ser un acto de rebeldía. Y, sin embargo, pocos hábitos ofrecen tanto a cambio de tan poco.

En cada paso, nuestro cerebro se reconfigura. Y en un mundo donde el futuro parece cada vez más incierto, tal vez sea el momento de hacerle caso a la ciencia, calzarnos los zapatos y caminar hacia un mañana más claro.  “Caminar no solo mejora el cuerpo; transforma el cerebro”, concluye Redolar. Y quizás también transforma nuestra forma de estar en el mundo.

Por Mauricio Jaime Goio.