Ronald Palacios Castrillo
Dos cambios hacen que los tomates sean más sabrosos.
Se acabaron los tomates podridos: es posible cultivar tomates más dulces editando solo dos de los genes de la fruta. La eliminación de los genes aumentó los niveles de glucosa y fructosa de las frutas modificadas hasta en un 30% en comparación con los tomates producidos en masa, según un estudio publicado en Nature[1].
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Mejor aún, los tomates editados genéticamente pesan aproximadamente lo mismo que los que se venden ahora, y las plantas producen tanta fruta como las variedades actuales. Estos hallazgos no solo podrían ayudar a mejorar los tomates en todo el mundo, sino que también son un importante paso adelante en la comprensión de cómo las frutas producen y almacenan azúcar.
Este estudio es excelente y significativo en su campo y más allá. Plantea la posibilidad de utilizar la gran diversidad genética existente en las especies silvestres, que se ha perdido parcialmente en las variedades domesticadas, para mejorar las variedades modernas.
Salsa especial
Más de 186 millones de toneladas de tomates se producen en todo el mundo cada año, lo que convierte a la fruta en uno de los cultivos hortícolas más valiosos del mundo. Al igual que otros cultivos, los tomates se han domesticado seleccionando rasgos que reflejan la preferencia humana, como el tamaño de la fruta. Los tomates cultivados hoy en día son hasta 100 veces más grandes que sus ancestros silvestres, lo que ayuda a aumentar la cantidad de fruta que produce cada planta.
Los tomates editados genéticamente podrían proporcionar una nueva fuente de vitamina D.
Pero este gran tamaño tiene un costo: por lo general, cuanto más grande es la fruta, menor es la proporción de los azúcares que son responsables del clásico sabor del tomate cultivado en casa. En cambio, los tomates de supermercado “saben a agua”, dice el coautor del estudio Jinzhe Zhang, genetista de plantas de la Academia China de Ciencias Agrícolas en Pekín. “No tienen sabor”.
Para abordar este problema, Zhang y sus colegas compararon los genomas de especies de tomates cultivados (Solanum lycopersicum) con sus homólogos silvestres, mucho más dulces. Encontraron el punto óptimo en dos genes, cada uno de los cuales codifica una proteína que degrada las enzimas responsables de la producción de azúcar. Utilizando la tecnología de edición genética CRISPR-Cas9, los investigadores desactivaron los dos genes y descubrieron que las plantas daban frutos mucho más dulces que los de una variedad ampliamente cultivada.
El nuevo tomate sería bien recibido no sólo porque haría felices a los consumidores, sino también porque podría reducir la cantidad de tiempo, energía y dinero que se invierte en la preparación de otros productos como la pasta de tomate, que implica eliminar el agua de la fruta.
Los hallazgos también podrían aplicarse en otros productos: estos genes se encuentran en una variedad de especies de plantas, y los mecanismos que subyacen a la producción de azúcar en las frutas han desconcertado a los científicos durante mucho tiempo.
Referencia
- Nature 635, 532-533 (2024) doi: https://doi.org/10.1038/d41586-024-03722-6