La degradación de la política boliviana

El reciente incidente en la Asamblea Legislativa, durante la presentación del informe de gestión del presidente Luis Arce, ha dejado al descubierto una preocupante degradación en la política boliviana. Si bien la Cancillería y el vicepresidente Choquehuanca ofrecieron disculpas por el desorden, causado por algunos diputados en un despliegue de comportamiento lamentable, este gesto no hace, sino rasgar la superficie de una realidad mucho más profunda y preocupante. Las actitudes exhibidas reflejan un infantilismo político y una democracia distorsionada, donde el principio de “todo vale” parece imponerse sobre las normas constitucionales y el respeto institucional.

Esta falta de respeto a las reglas y los procedimientos no es solo un problema de formas; revela un sistema político que ha perdido el rumbo, donde el interés personal y los juegos de poder prevalecen sobre el bienestar común. Mientras tanto, los ciudadanos son los verdaderos perjudicados, obligados a soportar las consecuencias de estas disputas: desde bloqueos que trastornan la vida cotidiana hasta decisiones políticas que responden más a cálculos electorales que a las urgentes necesidades del país, como la crisis económica, la escasez de combustible y los problemas de gobernabilidad.



Este contexto de “vale todo” ha tenido efectos devastadores. El sector empresarial reporta pérdidas significativas, y la sociedad en su conjunto experimenta un cansancio cada vez más evidente. Los bloqueos y enfrentamientos no han producido avances concretos; solo dejan tras de sí una estela de pérdidas materiales y emocionales, afectando a cada rincón del país y minando la confianza de los ciudadanos en sus representantes.

¿Quiénes son los responsables de este infantilismo político? Sin duda, la responsabilidad recae sobre los “políticos de carrera” que, tras años en el poder, han perdido el respeto por las instituciones que representan. Sus acciones, disfrazadas de una humildad vacía, socavan las instituciones y degradan el ambiente político, donde el respeto y la dignidad institucional parecen reliquias del pasado. Este comportamiento es síntoma de una alarmante falta de principios y códigos éticos, y evidencia una política cada vez más superficial, carente de visión y profundidad.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

Además, la ausencia de una alternativa política que ofrezca verdadera renovación agrava la situación. Más allá de las divisiones internas del MAS-IPSP, se encuentra una oposición fragmentada y pasiva, que parece observar las disputas del oficialismo como un espectáculo ajeno. Al final, el ciudadano común queda atrapado en este círculo de inmadurez política, donde el supuesto compromiso con el pueblo se traduce en un incremento de sus dificultades, alejando cada vez más a Bolivia de una administración digna, eficaz y verdaderamente comprometida.

Este escenario es, en última instancia, un reflejo de una política atrapada en un espejismo, una imagen que, cada día, se distancia más de la realidad en la que vive la gente.