La raya

Hay muchos cruceños que dicen que si después de 200 años de vida independiente como República de Bolivia, el país está todavía en medio de la incertidumbre y del fracaso, habría que echarle una raya entre las alturas y los llanos y sanseacabó; santo remedio. Bolivia, por un lado, y Santa Cruz por el otro. Pero que algunos lo piensen y lo deseen no significa que el resto del conglomerado cruceño crea lo mismo; no por fidelidad a una República moribunda a la que nos adherimos porque nos dio la gana (lo dice Alcides Parejas y otros pensadores), sino porque entre collas y cambas tenemos muchas diferencias que no las hemos podido superar y que no se ven señales de que se acaben.

¿Entonces, qué hacemos? Echarle la raya desde Pando a Tarija no es tan fácil y puede acabar en un enfrentamiento lamentable. Repetimos entonces: ¿qué hacer? ¿Seguiremos con el propósito de surgir, de buscar inútilmente mejores días, si, como los caballos de monta, tenemos el doloroso freno de acero metido en la mandíbula, que es el centralismo andino que nos detiene en la carrera? ¿O el caudillismo que maneja torpemente las riendas? ¿Nos vamos a resignar a vivir con los caminos bloqueados, con dinamiteros en los cerros, con pliegos, demandas, y amenazas? ¿Con repudio insano a 500 años de colonización? ¿Qué podemos hacer para redimirnos si de los conquistadores no queda ni su ADN en los escasos blanquitos criollos? ¿O con los llamados “pluriculturales” que, no conformes con su territorio en el Altiplano y los valles, quieren el nuestro para quemarlo y así poderlo comerciar? Cuesta aceptarlo, realmente. Una situación como la actual no debería durar mucho.



Esta República no la quería ni el propio Bolívar, porque era un territorio conflictivo, una cuña incómoda entre dos virreinatos. Muy peruano en el occidente, frío y rico por la plata de Potosí, con Charcas como delegación de Lima para ver los asuntos de la Corona; y, por otro lado, con los interminables y cálidos llanos orientales, de una fuerte raigambre hispánica y católica que vivía solo de la tierra, pero que tenía su propia cultura. 200 años después no ha cambiado mucho la situación. Tenemos el país extractivista y la nación productiva. El país del discurso y la pugna política y la nación ambiciosa y emprendedora. ¿Cómo se conjuga eso antes de que se trace la raya?

Desde el Memorándum de 1904 hasta la fecha, Santa Cruz ha exigido casi lo mismo, lo indispensable: que la dejen moverse en paz, sin necesidad de la ayuda del gobierno, inclusive. Y en estos años caóticos, cuando las diferencias entre una región de Bolivia y la otra se notan más, el Comité Cívico ha planteado una nueva relación entre nuestro departamento y el centralismo. Esto no se debe tomar como un desplante ante el resto del país. ¿De qué se trata? ¿Nos satisface? En apretado resumen es así: “… Recuperar las autonomías, el Estado de derecho, dinamizar la economía, tener la libertad para la toma de decisiones y ejecutarlas sin temores ni persecuciones…”. ¿Es mucho exigir? Y, por supuesto, acabar con los nefastos caudillismos que ahora se han apoderado de todo el territorio buscando, como premio gordo, la presidencia, de lo que ellos llaman el Estado Plurinacional, Social, Comunitario y Productivo de Bolivia, toda una cuchufleta, una sarta de pavadas, solo para mostrar que algo han cambiado en Bolivia, porque, para eso, también le llaman “Proceso de Cambio”. Nada de nada. Anunciaron un gobierno indígena inicialmente, que acabó siendo un gobierno de cholos pícaros, como se puede ver.

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¿Qué vamos a hacer los cruceños? Unos quieren trazar la raya y ya. Eso no es fácil, aunque sea lo que guste más. Lo otro es más práctico, más racional, menos caótico. Todo esto que parece tan frío, reclama que hablemos de amor por la patria, pero la patria no la vamos a perder con raya o sin raya, ya que la patria es el amor a la tierra, a su gente, a su cultura, y eso no va a desaparecer, no nos van a trasplantar a otros lugares.

Entonces, es bueno cavilar profundamente, y, sobre todo, actuar. Los orientales debemos influir más en la administración del Estado o seguiremos en la misma situación. Hemos tenido tres presidentes que han sentado huella en Bolivia. Por lo tanto, no se puede decir que los cambas no sirvamos para gobernar. Podemos hacerlo y entonces, tal vez, cambiará nuestra visión porque abriremos todas las compuertas para que nadie detenga nuestras ansias de ser una nación respetable.