En Bolivia, como en otros países, los gobiernos regidos por líderes autoidentificados como socialistas atentan contra la institucionalidad, mostrando la necesidad de prevalecer ante la derecha, el neoliberalismo. Visto así, los de derecha ensayan la defensa de un individualismo y se rigen por la estabilidad macroeconómica como base del bienestar de la sociedad; los zurdos sustituyen la gestión por la propaganda y abandonan su deber de garantizar hasta los más esenciales derechos, no les importa sacrificar el bienestar y hasta la seguridad de la mayoría de la población y dejarla desamparada ante instituciones que no solo ineficaces, sino también corruptas. Esa falsa ideología del bien común sirvió para capturar el poder y sus instituciones para colocarlas al servicio de grupos tan minoritarios como privilegiados. Los ejemplos están a la vista y son parte de una doctrina que practica un alto grado de intolerancia y violencia contra la sociedad y contra el adversario político, no basta con que ese sistema quiera despojarles a todos de sus derechos, va más allá, está convirtiendo la vida en un infierno y a título de intereses o ideales están destruyendo el Estado.
Los daños son incalculables, no solo por los criminales bloqueos, los perjuicios en la economía se vienen acrecentando desde hace mucho tiempo, hay daños irreversibles y el riesgo va más allá de ser solo una crisis económica y política, es extremadamente grave, Evo y unos cuantos chapareños se han encargado de volver a fracturar a la sociedad boliviana, nuestra democracia apenas sobrevive. Ahora concluimos que los bloqueos fueron el punto de partida para lograr la reelección de Andrónico como Presidente del Senado, la oposición nunca tuvo la capacidad de ver aquello, otra vez los engatusaron, es el interés particular sobre el interés general, no hay sentido de Estado. El Defensor del Pueblo es defensor de Evo y sus muchachos, el exministro Juan Ramón que se limpiaba la boca pidiendo sangre en los bloqueos, ahora es una celestina llorosa pidiendo no ser encarcelado y reclamando por sus “derechos”, muy valiente a la hora de enfrentar la justicia. ¿Somos un Estado fallido? La construcción del bien común no existe, las Elecciones Judiciales están cada vez más lejos y todo apunta a que no se realicen, suena como un trueno que las elecciones generales tampoco. Vivimos en una permanente zozobra, en los masistas de uno y otro lado no es prioritario desarrollar un país con todos y para todos,
Que lejos está Bolivia de la oferta que recibimos de una revolución política y social y que se hizo famosa, esa “revolución” hoy se encuentra sumida en una profunda crisis de representación y liderazgo, esa oferta de un Estado Plurinacional inclusivo ahora enfrenta un panorama político desgastado, marcado por discursos vacíos, por apetitos personales, y por la sombra de delitos cometidos, por una corrupción institucionalizada y con el debate venido a menos. Las pugnas dentro del oficialismo han erosionado la confianza ciudadana que demandan que el líder cocalero y sus acólitos enfrenten la justicia, sean éticamente consistentes y ojalá puedan, recuperar la moral perdida.
Frente a esta crisis política extrema y este profundo deterioro económico, frente a la fractura y toma de las instituciones estatales, hay que escoger por el cambio del modelo y apostar por nuevos actores. Debemos garantizar la realización de las próximas elecciones generales donde todas las fuerzas políticas comprometidas con el país, pacten por un proceso de reconstrucción del Estado y de la sociedad, que resguarde, avance y profundice una verdadera inclusión, promueva un proyecto económico viable, que deje de ser simplemente extractivista y simplemente respete la naturaleza, debemos volver a ser parte del mundo internacional. Seguro que así saldremos de este caos, lo hicimos tantas veces, con sacrificio, grandeza e inteligencia.
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Fernando Berrios es politólogo