Paola, víctima del «Tren de Aragua», revela cómo fue explotada sexualmente en Chile tras ser captada en Venezuela. Bolivia es clave en la ruta de esta red criminal que opera en Sudamérica y más allá.
Fuente: Brújula Digital
Dehymar Antezana
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Paola (nombre convencional) caminaba desorientada por la población de Pisiga, Bolivia, muy próxima a la frontera con Chile, aquella mañana del 13 de julio de 2022. Estaba nerviosa y no sabía a quién recurrir. El poco dinero que tenía en el bolsillo quizá le serviría como base económica para conseguir más y poder volver a su país, Venezuela.
En el camino, un funcionario policial logró observarla. Al notar que estaba desorientada, decidió entablar conversación. Sin embargo, la actitud de desconfianza de la mujer hizo que permaneciera en silencio por varios minutos.
El uniformado, luego de un lapso, volvió a abordarla y la joven de 20 años comenzó a contar su tormento.
Un viaje de pesadilla
Debido a la difícil situación política, económica y social de su país, buscaba una oportunidad para salir al exterior, con el único fin de lograr un mejor futuro y bienestar. Así, una de sus amigas de confianza le indicó que había visto un aviso en Facebook en el que ofrecían dinero a las personas que querían salir de Venezuela.
Ella, sin pensarlo dos veces, se comunicó con el número de referencia, sin saber que estaba sellando su pasaporte hacia Santiago de Chile, cuyo costo del viaje y estadía se convertirían en la peor pesadilla de su vida.
Las personas con las que se contactó la trasladaron por varios países: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile. Una vez que llegaron a destino, le quitaron sus documentos personales y le informaron que el costo del viaje era de 6.000 dólares. Semanalmente, y cada lunes, debía cancelar la suma de 400 dólares, además de pagar un alquiler diario.
Para cubrir la deuda, debía trabajar ofreciendo servicios sexuales en una plaza de Santiago de Chile. Realizó esta labor en contra de su voluntad y bajo amenazas, no solo hacia ella, sino también contra sus seres queridos en Venezuela.
En una de esas ocasiones, fue testigo de cómo las personas que la captaron tuvieron una gresca con una organización criminal de Chile por el control del mercado de explotación sexual. El desenlace cobró la vida de dos personas de la banda criminal local, quienes perecieron amarrados en una tina.
Ese episodio se sumó al suplicio diario, una situación que duró aproximadamente un mes. Se enfermó y no resistió más la explotación sexual que sufría. Uno de esos días, se armó de valor y decidió escapar de Santiago rumbo a la frontera con Bolivia, hasta llegar a Pisiga, donde se encontró con el policía.
Después de contar lo sucedido, reveló que había entre 200 y 300 mujeres de su país en Santiago en la misma situación de explotación, por lo general jóvenes y adolescentes.
La Policía, al tomar conocimiento de esa versión que se convirtió en denuncia, comenzó a investigar con sus pares de Chile para dar con los presuntos autores, identificando más tarde una “mega” red criminal internacional, bautizada con el nombre del “Tren de Aragua”.
Esta organización criminal nació en Aragua, uno de los 23 estados que tiene Venezuela, cuyas bases están en la cárcel de Tocorón. Es liderada por Héctor “Niño” Guerrero e integrada por más de 2,500 personas que operan en distintos países, desde Estados Unidos hasta Chile, según la organización Insight Crime.
Esta “mega” banda criminal comenzó como un colectivo sindical, cuando se construía el tren en Aragua. Inicialmente realizaban cobros ilegales y extorsiones para dar empleos, entre 2007 y 2010. Esta obra de construcción no llegó a concretarse y sus miembros cruzaron los límites de la criminalidad, dedicándose a la trata de personas con fines de explotación sexual.
De acuerdo con el informe de Global Initiative, publicado en 2023, la trata de personas, especialmente con fines de explotación sexual, es la segunda economía ilícita más extendida en el mundo.
Captación
El caso de Paola es uno de los muchos existentes en los antecedentes del “Tren de Aragua”. A lo largo de su vida criminal, la organización creció tomando contacto con muchas personas que colaboraron con sus fines delictivos.
Bolivia no está exenta de esta situación, principalmente en la captación de personas en la Terminal Metropolitana de El Alto, la Estación de Autobuses de Oruro y la ex Terminal de Buses “Hernán Siles Suazo” en la capital de Pagador.
El 27 de enero de 2023, cuatro súbditos venezolanos fueron aprehendidos en territorio nacional. Declararon a las autoridades que eran miembros del “Tren de Aragua”.
Revelaron que la ruta de los migrantes comenzaba en Venezuela y seguía por Cúcuta (Colombia), Ecuador, Lima (Perú); Desaguadero, El Alto, Oruro y Pisiga en Bolivia; y Colchane, Iquique y Santiago en Chile.
Utilizan alojamientos clandestinos disfrazados de locales de comida para retener a sus captores por horas, hasta seguir al siguiente destino.
Su forma de operación incluye contactar a ocasionales viajeros, principalmente extranjeros como venezolanos y colombianos, quienes emigran a Chile de manera ilegal.
Chamberos
En Pisiga operan los denominados “chamberos”, personas dedicadas a reclutar extranjeros. Se acercan a sus víctimas de manera gentil para “ofrecerles” ayuda y llevarlos hasta el vecino país. Una vez que los convencen, los conducen a alojamientos que funcionan como lugares de acopio de migrantes.
Luego de reunir entre 30 y 50 extranjeros, los trasladan a pie hasta Colchane por rutas alternas, evadiendo los controles policiales y militares. El recorrido dura aproximadamente una hora y es guiado por dos personas.
Al llegar a la localidad chilena, los esperan vehículos que los trasladan en un viaje aproximado de 1,900 kilómetros hasta Santiago, la capital de Chile.
Clanes familiares
Según fuentes oficiales bolivianas, en Pisiga existen presuntamente clanes familiares dedicados al tráfico de personas extranjeras. Su nexo también está en la ciudad de Oruro, donde utilizan casas y alojamientos para esconder a sus víctimas. A estos les cobran unos 30 pesos chilenos, equivalentes a 300 bolivianos, para trasladarlos hasta Iquique en algunos casos.
Uno de esos casos le ocurrió a Alfredo (nombre ficticio), quien a fines de septiembre de 2023 llegó a la Estación de Autobuses de Oruro con el objetivo de ir a Chile. Al no encontrar un bus en dicho lugar, se trasladó a la ex Terminal de Buses y en un “surubí” se dirigió hasta Pisiga.
Una vez en esa población, se le acercó un “chambero” que le ofreció llevarlo a Chile. Le cobró la suma de 35 pesos chilenos, es decir, 350 bolivianos. Posteriormente, lo condujo a uno de esos alojamientos, donde unas señoras le sacaron otros 20 pesos chilenos y le indicaron que debía esperar para ser trasladado hasta Iquique, donde tendría que pagar 15 pesos chilenos más, o su equivalente en 150 bolivianos.
La salida a pie estaba programada para las 19:00 horas de ese día. Sin embargo, el viaje a Chile se frustró porque las autoridades policiales bolivianas actuaron de manera oportuna y arrestaron, no solo a él como víctima, sino también a las personas que se dedicaban a esta actividad ilegal.
La trata de personas es considerada un delito de lesa humanidad. Hay muchos miembros del “Tren de Aragua” que están con detención preventiva en varias cárceles de Sudamérica, así como en Bolivia. Estos ven en las personas una forma de enriquecimiento ilícito, a costa de amenazas, castigos e incluso de sus propias vidas.
La investigación de las autoridades pertinentes no terminó con estos casos, ya que aún se trabaja para dar con todas las personas que son parte de esta organización criminal, cuya alerta está en todo el continente americano.
BD/RED