Cómo leer la encuesta de Claure y algunas otras

Análisis de Tuffí Aré, director de Asuntos Centrales

Cómo leer la encuesta de Claure y algunas otras

Ha generado revuelo la contratación de una encuesta por el empresario Marcelo Claure y la difusión de sus primeros resultados.



Las críticas al contratador de Panterra Research, una empresa global que tiene experiencia de trabajo en 75 países, apuntan a la breve descripción de la muestra de la investigación, a la inclusión de Evo Morales en la medición de la intención de voto, al estar inhabilitado para las elecciones 2025 por el TCP, a la exclusión de otros nombres en la medición, sobre todo los de Rodrigo Paz, Chi y María Galindo, y a las imprecisiones de algunas sumatorias de los datos regionales de la preferencia electoral. También hay cuestionamientos a los supuestos intereses económico y políticos del millonario boliviano que radica en EEUU, aunque este ha insistido en aclarar que no será candidato ni pretende apoyar por ahora a nadie, pero sí ayudar al futuro gobierno.

Otras observaciones a la metodología de la empresa contratada por Claure es que ha tomado para su muestra de 2.000 casos los datos del censo, pero no los del padrón electoral (lo dijo Jubileo), y que la primera parte de las preguntas es casi rutinaria y poco novedosa, ya que reitera respuestas de otras encuestas de menor tamaño sobre el perfil del líder que busca Bolivia y los mayores dolores de los bolivianos, siendo los principales la crisis por la falta de dólares, combustibles y el desempleo, además de la corrupción gubernamental.

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Claure es un empresario exitoso, pragmático y controvertido. Apoya al ultraliberal Milei, pero también al socialista Lula, con quien tiene alianzas para invertir en Brasil. A Claure le interesa el litio boliviano, pero no ha sido atendido las veces que buscó al Presidente Luis Arce.

El empresario ha expresado varias veces en sus redes sociales que debe haber un cambio político en Bolivia, apuntando a la libertad económica. Sus inversiones en el país se han limitado hasta ahora al proyecto deportivo de Bolívar y han sido millonarias.

Llama la atención que siendo el inversionista boliviano más famoso en el mapa global de los negocios no haya emprendido algo más en nuestro país. No obstante, acaba de prometer que seguirá invirtiendo en el deporte, apoyará a los emprendedores bolivianos y ofrecerá al futuro Presidente un plan económico de emergencia.

Es decir, será más activo en su país, incluso en la campaña preelectoral que se viene, con la contratación de encuestas trimestrales publicadas en su cuenta de la red social X.

A diferencia de anteriores campañas electorales bolivianas tendremos, al parecer, en la que viene a un importante actor empresarial, como EEUU acaba de tener militantemente a Elon Musk, ahora brazo derecho en el nuevo gabinete de Trump. Está claro que hay un nuevo mundo, dominado ahora por poderes tecnológicos supragubernamentales dispuestos a hacer política.

Pero vayamos, ahora que conocemos algo de Claure y de sus posibles intenciones en Bolivia, a hablar un poco de la encuesta que encargó, de algunas otras que se conocen, pero que no han sido publicadas y de otro último trabajo de escucha de redes que también ayuda, cuando se cruzan y comparan, a entender el cambiante y volátil escenario político boliviano, a nueve meses de las elecciones presidenciales.

La de Claure usa 2.000 casos en su muestra, es nacional, y evidentemente mayor que otras que han hecho algunas firmas locales y del exterior, más limitadas en su alcance. Hay encuestas y encuestas.

En Bolivia hace 20 años que ninguna acierta en las cifras finales que distancian a los candidatos, pero sí en las tendencias y ubicaciones en la competencia electoral.

Uno de los límites mayores han sido probablemente el voto oculto o llamado también “voto vergonzante”, la subrepresentación de los votantes de algunas fuerzas o la sobrerrepresentación de los de otros candidatos, y las dificultades para alcanzar las zonas rurales o las periferias urbanas, además de cierto posible porcentaje de fraude por el pésimo sistema de control electoral de los partidos.

Consiguientemente, si en EEUU las recientes encuestas no acertaron en el pronóstico de la amplia victoria de Trump y en Argentina no imaginaron la fuerte irrupción de Milei en las Paso, en Bolivia tomemos más con pinzas el trabajo de las encuestadoras, lo que no implica invalidarlas como herramientas clave en la profesionalización de la política y en la democratización de la información preelectoral, ya que no deberían ser de uso exclusivo de candidatos, partidos, gobiernos o de grandes empresarios. Penosamente, pocos medios de comunicación e instituciones más confiables tienen los recursos económicos para realizarlas, como ocurría en el pasado.

Pero leamos los datos más sobresalientes de la encuesta encargada por Claure y algunas otras que hemos conocido en los últimos dos meses y que, como tendencia, son coincidentes.

1.-Mal humor social. Una amplia mayoría de los encuestados y de los escuchados en la conversación en redes sociales concluye que Bolivia va por mal rumbo (entre 90 y 95%), lo que castiga principalmente al Gobierno de Luis Arce y del MAS. La estrepitosa caída del apoyo a Arce viene del año pasado, con la falta de dólares, y se profundiza desde marzo de 2024 con la falta de combustibles y la inflación.

Este escenario desfavorable inviabiliza por ahora su candidatura presidencial y genera una demanda de cambio, que ofrece a la oposición la oportunidad de ganar las elecciones, pero no dispersa y dividida como está ahora. También le ofrece al evismo la oportunidad de favorecerse con la demanda de cambio, aunque su líder Evo Morales tiene un alto nivel de rechazo en el electorado antimasista (entre un 45 a 65% de negativos).

Arce tendría que protagonizar en los próximos 4 a 6 meses un “milagro económico” para revertir esta tendencia negativa.

2.-Evo le gana a Arce. Los dos mayores protagonistas de la agenda pública estos meses han sido el Presidente Arce y el expresidente Morales, pero por las disputas de ambos en el control del partido y el Gobierno. Dominaron la agenda mediática, pero con un evidente desgaste de los dos en el electorado no militante o seguidor del MAS, lo que hace que un 60% de los encuestados apoye a la oposición, y solo un 35 a un 40% a un gobierno del MAS.

En esa pugna incesante, Evo Morales ha desplazado considerablemente a Arce de las preferencias en el voto duro y militante del masismo, pero en la suma final se ha puesto un techo a su propio crecimiento, que es mucho menor y más bajo aún al de todas las elecciones anteriores en las que participó.

La opción de Andrónico Rodríguez en el MAS aparece como segunda en intención de votos de los masistas, pero no despega aún, bajo la sombra de Evo Morales y con su dilema de separarse o no del Gobierno de Arce y de los intereses cocaleros.

3.-Opositores con piso bajo. La cancha de los candidatos opositores está más dispersa y emparejada que la del oficialismo. Son tres los protagonistas y hay algunos animadores que apuntan a aprovechar el desgaste del masismo, el techo de algunos opositores tradicionales y la demanda de una figura nueva en el espectro (al menos un 20% del electorado, si no es más, demanda un candidato opositor emergente, distinto y confiable para sacar del poder al masismo y resolver la crisis económica)

Los protagonistas por ahora son el expresidente Jorge Quiroga, cuyo mayor problema es la falta de aparato político y las críticas a algunos de sus desempeños pasados, el empresario Samuel Doria Medina, que tiene hasta ahora la campaña mejor organizada y una imagen de solvencia empresarial, pero carga con el peso de derrotas pasadas, de apreciaciones que lo asocian al socialismo español y a cierta suavidad con el MAS, y el alcalde Manfred Reyes Villa, con alta popularidad en Cochabamba, pero con limitada llegada a otras regiones y un estigma que lo vincula al arcismo. Su cierto centrismo le estaría ayudando a conseguir apoyo del elector masista decepcionado.

Hay otros que no son por ahora protagonistas pero sí animadores de este espectro. Se menciona a Rodrigo Paz, con buen desempeño en redes y medios, pero solitario, y más abajo a Vicente Cuéllar, Carlos Mesa y algunos emergentes como Branko Marinkovic.

Es notoria la caída de la preferencia por el expresidente Mesa, cuyos votantes han sido muy volátiles y parecen repartir por ahora su apoyo entre Tuto, Manfred y Samuel.

Luis Fernando Camacho tiene un voto religioso, duro e importante en Santa Cruz, que lo hace imprescindible en una alianza opositora, si no llega a ser candidato presidencial, lo que aún no está descartado.

Otro que tiene un voto duro llamativo pero todavía de un dígito porcentual es Chi. Habrá que verlo en campaña. Es un precandidato que en las elecciones truncas de 2019 recibió apoyo de sectores que habían votado por el MAS.

Acaban también de entrar en escenario UCS, con Jhonny Fernández, Demócratas, de Rubén Costas, que después del MAS, son los dos partidos con estructuras territoriales.

4.-Una elección más competitiva. Nueve meses pueden parecer muchos, pero también pocos para una campaña electoral. Con la división de evistas y arcistas y el desgaste del MAS es evidente que este partido no podría llegar a los porcentajes de todas sus votaciones anteriores, resignándose por ahora a que sus posibles candidatos, en uno o dos frentes, aspiren a disputar el poder en una segunda vuelta.

En el lado opositor es posible que apunten a disputar la primera vuelta de la elección como primarias y aspirar a ganar el poder en el balotaje.

No sería sorpresivo, con estas tendencias, que en las elecciones de agosto de 2025 se tengan dos candidatos del masismo y uno de la izquierda-indígena, por separado, y al menos uno de la oposición moderada-centrista, dos de la oposición tradicional, uno emergente y otro separado de ambas posiciones.

De mantenerse así las tendencias que se presentan en diciembre, estaríamos por primera vez en 20 años en un escenario de fragmentación electoral, como el de los años 90, lejos de lo que ha sido la hegemonía casi única y total de un partido como el MAS, que superó votaciones de 50%. Eso sí, en la política boliviana, todo puede pasar.