Por: Carlos Manuel Ledezma Valdez
Escritor, Docente Universitario & Divulgador Histórico
DIRECTOR GENERAL PROYECTO “VIAJEROS DEL TIEMPO”
Cuentan las crónicas del 15 de marzo de 2011 que, luego de haberse desatado una serie de protestas masivas en las calles de Siria, el gobierno de Bashar Al Assad enviaba al ejército para reprimir a la población con una violencia y brutalidad desmedida. Las protestas que se habían extendido en varios países árabes en la conocida “Primavera Árabe”, buscaban acabar con la corrupción de sus gobiernos y recuperar para sus habitantes condiciones de vida digna.
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Según datos de Amnistía Internacional, desde 2011 en Siria, más de 250.000 personas han perdido la vida y otras 65.000 figuran como desparecidas, en medio de una guerra civil desatada entre el ejército y grupos civiles. El éxodo masivo provocado por los bombardeos constantes realizados en zonas civiles, ha desarraigado a más de cuatro millones de personas que huyeron al extranjero en búsqueda de refugio. Cifras escalofriantes de detenidos que son víctimas de torturas y sometidos a condiciones infrahumanas, superan las decenas de miles.
La historia de Siria está fuertemente marcada por convulsiones y tensiones internas, políticas de terror, guerras y conflictos provocados por el mismo Estado. Con el inicio del nuevo siglo Bashar Al Assad llegaba al poder tras la muerte de su progenitor Hafez Al Assad, quién se hizo con el poder a través de un golpe de estado el año 1970, a partir de lo cual, gobernaría aplicando las políticas del terror, la violencia y la brutalidad, durante tres décadas. El régimen que se había implantado en Siria, gozó del apoyo del Kremlin, debido a la política internacional asumida durante el periodo de guerra fría y tiempo en el cual Al Assad padre, aprovechó el protectorado ruso para fortalecer su ejército.
Tras el ascenso de Bashar Al Assad, se creyó que podía producirse una apertura y políticas de reforma en Siria, debido a su formación en universidades de Occidente, pero muy pronto dejó claro que el régimen mantendría el control absoluto del país y su política exterior. Las señales del nuevo mandatario comenzaron con la persecución de periodistas disidentes y opositores políticos, mostrándose inflexible y radicalmente violento.
Para 2007, Al Assad se postuló a la reelección presidencial como candidato único y resultó electo para un segundo mandato. Es durante este periodo que se producirán las manifestaciones de la “Primavera Árabe”, que volcaron a las calles años de frustración del pueblo contra el régimen totalitario, la corrupción, el desempleo y la ausencia de libertades políticas. Ante estas demandas, Bashar Al Assad no dudó en enviar a los militares, provocando una de las mayores carnicerías de su historia. A consecuencia de esta acción, estalla una guerra civil que se ha venido librando durante los últimos años y ha derivado finalmente el pasado nueve de diciembre en la caída del dictador, poniendo fin a una dictadura de 53 años.
La caída del régimen provocó cierta sorpresa, a pesar de que algunos líderes mundiales habían vaticinado que algo así podía suceder por el desinterés mostrado por Rusia en seguir manteniendo presencia en el país aliado. El grupo Hayat Tahir al Sham –catalogado por el Pentágono como un grupo terrorista–, liderado por Abu Mohamed Al Golani (quien decidió cambiar su apellido por el de Al Shara), ha tratado en los últimos días brindar tranquilidad a la comunidad internacional. Al Golani, con un pasado que lo precede, provoca una serie de dudas en torno a su figura y su participación en las filas de Al Qaeda junto al desaparecido Osama Bin Laden y en el grupo terrorista conocido como Estado Islámico.
Damasco, capital de Siria, está controlada por el HTS (Hayat Tahir al Sham), grupo que se ha comprometido en tener un gobierno representativo y mantener la tolerancia religiosa en un país que se ha caracterizado por la diversidad étnica. En medio de los anuncios realizados por los nuevos líderes sirios, está el de conceder una amnistía general para todos los soldados reclutados por el ejército, además por lo pronto han prohibido la intervención en la vestimenta de las mujeres o en la imposición de velos para cubrir sus rostros.
Uno de los países que se encuentra más preocupado es Irán, toda vez que no conocen a ciencia cierta si el nuevo gobierno alejará a Siria de la órbita iraní, tomando en cuenta que Siria es quien le proporciona a Irán el acceso directo al Mediterráneo, además de brindarle frontera terrestre con el Líbano e Israel. Por su parte Israel, ha militarizado los Altos del Golán, de acuerdo a lo que señalan, por razones de seguridad, mostrándose el ejército israelí bastante activo ante la posibilidad de existencia de armas químicas, donde indican que se han estado movilizando grupos relacionados a Hezbolá.
Bashar Al Assad se encuentra exiliado en Moscú, donde el presidente ruso Vladimir Putin le ha concedido asilo político. El dictador que manejó la presión interna de grupos de coalición opositores, de grupos islamistas, incluso de potencias extranjeras y países vecinos como de Estados Unidos, Turquía y otros países árabes, sólo por el apoyo recibido de Rusia e Irán, hoy se encuentra bajo la lupa de los tribunales internacionales en espera de conocer cuál será su destino. Responderá por los crímenes cometidos o como en muchos otros casos, dejarán que el paso del tiempo lo margine al círculo de la impunidad, donde gozan aquellos seres viles y sin consciencia que deciden sojuzgar y someter a sus naciones con el manto del terror, haciéndoles padecer los más oprobiosos actos de crueldad.
La incertidumbre en el futuro de Siria debe llamar a la preocupación del contexto internacional. La guerra civil ha dejado ciudades devastadas y una sociedad civil que no tendrá fácil la labor de sanar las heridas y borrar las cicatrices y huellas que ha dejado la crueldad absoluta. Crueldad que se ha desarrollado ante la pasividad de Occidente por el horror.
La humanidad se encuentra en uno de los peores momentos de crisis moral de su historia, puesto que permite que los oprimidos, los atacados, aquellos que son reducidos al hambre y sometidos a violaciones, maltratos, especialmente mujeres y niños, sufran hasta la muerte. Permite que haya quienes sean sometidos a tortura, que sean crucificados por el terrorismo y por gobiernos que ejercen terror en contra de aquellos a los que juraron defender.
La población sufre y calla por miedo, mientras las madres llevan derramando lágrimas de sangre por años, aunque pareciera ser que de nada ha servido. En el mundo, los opresores, los asesinos, los torturadores y los violadores son los que tienen la fuerza y el poder y nos les importa nada a la hora de expoliar las riquezas de un país, apoderándose con más facilidad de su territorio y siendo cada vez más poderosos, mostrando que para aquel que no esté dispuesto a arrodillarse ante la opresión, sólo le queda el camino de la desaparición. Sólo queda confiar, como en el actual caso, seguros de que “no hay mal que dure cien años, ni pueblo que lo resista”.