Samuel Rappylee Bateman, de 48 años, fue hallado culpable de transportar y secuestrar menores para abusar de ellas, justificando sus actos como “mandatos divinos”
Bateman intentó casar a su hija de catorce años, hecho revelado por el FBI. (Policía del condado Coconino/ AP)
Fuente: infobae.com
Samuel Rappylee Bateman, líder de una secta poligámica en Arizona, fue sentenciado a 50 años de prisión tras su condena en un tribunal federal por conspiración para transportar a una menor con fines sexuales y conspiración para cometer secuestros. Este caso ha generado una intensa cobertura mediática, destacando el daño incuantificable que Bateman causó a sus víctimas, según expresó la jueza de distrito Susan Brnovich.
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Durante el juicio, las declaraciones de las víctimas resonaron en el tribunal. Una de las menores expresó que el abuso sufrido había causado “un efecto dominó que ha tocado a todos los que conoce”. Otra joven, ahora de 17 años, relató: “Estoy aquí por el niño que no tiene voz, que es explotado”, una dolorosa declaración recogida por el medio local Arizona Central.
Un crimen terrible
People señaló que, según el acuerdo de culpabilidad al que llegó Bateman en abril, el sujeto admitió haber manipulado a niñas menores de edad para participar en actividades sexuales con él y con otros adultos de su secta, y planeó el secuestro de las niñas para llevarlas a través de fronteras estatales.
Como informó Associated Press, Bateman creó una secta llamada la Iglesia Fundamentalista de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, donde participó en “sexo grupal” con algunas de sus “esposas” menores.
Según los audios presentados en el juicio, el hombre fue grabado en audio diciendo que Dios le había permitido tomar “lo más preciado que tiene, la virtud de sus niñas”.
Un aspecto alarmante del caso es el intento del sujeto de casarse con su propia hija de 14 años, afirmando que quería tener un hijo con ella y hacerla su esposa. Este hecho descubierto por las investigaciones del FBI, que también descubrió material de Bateman alegando que alteraciones divinas restaurarían la virginidad de sus víctimas después de los abusos. “Dios arreglará sus cuerpos y les pondrá la membrana de nuevo en el cuerpo. Todo es por amor”, declaró Bateman, según las grabaciones.
El encarcelamiento de Bateman
Durante la detención de Bateman en septiembre de 2022, agentes del FBI allanaron su residencia en Colorado, donde encontraron a varias niñas de entre 11 y 16 años. Posteriormente, estas menores fueron retiradas de la casa y puestas bajo la tutela del Departamento de Servicios para Niños de Arizona, hasta que, semanas después, desaparecieron de sus hogares temporales y fueron encontradas en Spokane, Washington. Los fiscales alegaron que el acusado, desde la cárcel, había dirigido a sus seguidores para secuestrar a las jóvenes y trasladarlas por las líneas estatales.
Las declaraciones de los defensores y seguidores de Bateman también fueron desenterradas durante el proceso judicial. Un testimonio crítico fue proporcionado por la activista Christine Marie, quien afirmó haber registrado denuncias de abuso y haber filmado pruebas encubiertas durante más de un año antes de que el FBI intervenga.
“Fuimos ante la ley para intentar que hicieran algo, pero no fue hasta que grabé en secreto su confesión que las cosas se tornaron serias”, comentó Marie durante la sentencia.
Bajo dirección de Bateman, sus seguidores habrían secuestrado a jóvenes desde la cárcel. (Trent Nelson/The Salt Lake Tribune-AP)
Por su parte, la fiscal Jillian Besancon sostuvo que el caso “no se trata de Dios o creencia, sino de elección”, argumentando que Bateman escogió imponer su voluntad sobre las niñas. La sentencia se estableció en 50 años, una decisión contundente que reflejó la gravedad de sus actos, un hecho que la funcionaria subrayó como una condena que equivale a una cadena perpetua dada la edad del acusado.
El abogado defensor Brian Russo abogó por un diagnóstico de tratamiento de salud mental para su defendido, sugiriendo que había sido adoctrinado en un sistema de creencias que normalizaba su comportamiento. Sin embargo, la jueza aclaró que su decisión no se vio influida por este aspecto, declarando a Bateman como “el peor tipo de abusador”.
Este caso ilustra una grave explotación y abuso sistemático bajo el disfraz de una comunidad religiosa alternativa, manifestando la urgencia de intervenir y proteger a las víctimas. La cobertura mediática resaltó la importancia de no solo escuchar, sino actuar eficazmente ante las señales de abuso en cualquier entorno.