El plan de partir el partido azul por la mitad para aprovechar la dispersióin de voto está fallando
Fuente: El País.bo
Cuando el Movimiento Al Socialismo (MAS) emergió de entre los sectores populares la clase política quedó en shock, ni elk despreció ni la descalificación servían para contrarrestar el empuje de un movimiento que, efectivamente, se parecía totalmente a sus ciudadanos. No era tan genuino, porque bebía de las fuentes del primer MNR, pero tenía condiciones particulares que le hacían imbatible.
Tras su primera victoria reconocida, en 2005, las fuerzas opositoras se reordenaron sobre los departamentos, tratando de generar una suerte de proyecto de país diferente, apelando mucho a las raíces étnico culturales opuestas al MAS, cuya fuerza se apoyaba sobre todo en lo andino y en la expansión de esta cultura a través de la relocalización minera.
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El pulso duró hasta el 2009, cuando con la nueva Constitución se cerró el capítulo y el MAS se dispuso a ejercer el poder de forma despótica y absoluta en cada resquicio del nuevo Estado Plurinacional. Desde entonces no hubo ninguna duda de que la vía para derrotar al MAS era propiciar su autodestrucción desde dentro.
La apuesta no era fácil, pero no había alternativa, sobre todo entre el periodo 2010 – 2014 en el que los recursos no pararon de crecer y con ellos, los proyectos proselitistas a lo largo y ancho del país que apuntalaron la figura de Evo Morales como referente. Nadie se atrevió a disputarle el poder del partido en 2014 aunque algunos recordaron que había renunciado a un tercer mandato para viabilizar la Constitución en 2009. Aquella fue la primera vez que el TCP dictó en favor de Morales. Apenas hubo algunos movimientos internos en el partido que colocaban al canciller David Choquehuanca como uno de los críticos, pero también al hoy ferviente defensor del evismo, Carlos Romero, que trató de llegar a la presidencia – al menos por un día – a través del Senado.
Álvaro García Linera y Juan Ramón Quintana llevaban desde 2006 liquidando cualquier reminiscencia de oposición interna y cualquier voz discordante apuntalando a Morales, hasta que el asunto se fue de las manos: ni bien ganada la tercera legislatura, su círculo íntimo ya empezó a pensar en la siguiente y planteó un referéndum en febrero de 2016, 13 meses después, para poder candidatear en 2019.
Perdió y el resto de la historia es muy conocida: aunque buena parte del MAS se desmovilizó y no atrajo a la clase media, algo que precipitó su caída en 2019, el MAS se mantuvo sólido y unificado bajo la dirección del propio Morales y eso es lo que facilitó el rápido retorno al poder en 2020 con una abultada victoria tras la calamitosa gestión de Jeanine Áñez.
La oposición solo logró que Evo no fuera candidato y eso podía ser suficiente, aseguraban aquellos que mejor han conocido a Evo Morales en su carrera: Desde entonces empezó una sistemática campaña desde diferentes puntos, internos y externos, con poderosas organizaciones religiosas y económicas con un solo objetivo: partir al MAS por la mitad exacta. Ya no se trataba de masacrar a Morales sino de empoderar a Luis Arce lo suficiente como para que su entorno lo empujase: los efluvios del trono harían el resto tanto en la cabeza de Arce como en la de Morales.
El enfrentamiento no tardó en llegar y poco a poco los sectores sociales y sus representantes fueron tomando partido, por Arce o por Morales, una y otra vez, con unos o con otros. El plan iba de maravilla pero quedaban algunos hitos importantes para asegurar que funcionara según lo previsto: partir el MAS por la mitad. Exactamente por la mitad.
La crisis económica siempre le pasa factura al gobernante y evoca recuerdos de un tiempo mejor, por lo que un Arce empoderado empezó a caer y un Evo hecho el ajeno pareció crecer. Ambos cometieron errores: el descarado uso del Tribunal Constitucional Plurinacional para alcanzar objetivos políticos penalizó a Arce mientras que el uso de los bloqueos y la victimización pareció restarle a Evo… pareció.
Algunas de las últimas encuestas que se vienen publicando hablan de una consistencia muy superior del evismo, en la suma con Andrónico, respecto a un porcentaje marginal que se atribuye a Luis Arce, que en el entendido de que la crisis económica va a empeorar, estaría desahuciado de una posible carrera electoral, ergo, paso libre para un Evo Morales reivindicado o, incluso, para un Andrónico que asuma el desafío.
El piso electoral del MAS, ni en los peores momentos, ha bajado del 40% y esa cifra sigue siendo relevante, sobre todo cuando como parece, la oposición se mantendrá dividida en varios frentes irreconciliables.
Los estrategas del “partido partido” se hacen cruces. Tal vez nunca estuvieron más cerca de ganarle al MAS. Tal vez aún están a tiempo.
Fuente: El País.bo