En 2024 el mundo aceleró su transformación, aumentó sus desigualdades y profundizó sus contradicciones. El año que acaba fue testigo de eventos fundamentales que han impactado la economía, la política, el medio ambiente y las relaciones internacionales, configurando una transición imparable y de destino incierto.
A apenas un año de su aparición, la inteligencia artificial (IA) generativa se ha posicionado como motor económico y organizador del conocimiento, trastocando todas las áreas y actividades de la humanidad. La IA avanza hacia modelos de aprendizaje basados en patrones no humanos, desplazando las formas tradicionales de producción y consumo e instaurando un ecosistema basado en la adaptabilidad y la eficiencia automatizada. No solo aporta a optimizar operaciones, reducir costos y generar nuevas oportunidades, sino que ya participa en diagnósticos y tratamientos médicos, diseño de medicamentos, creación artística, investigación, sistemas de defensa y otros. Este año, el uso de la IA aumentó en 35% respecto a 2023 y aproximadamente el 53% de las empresas la han incorporado activamente en sus operaciones comerciales.
En los 12 meses pasados, de acuerdo al índice de paz mundial, 59 conflictos se mantuvieron activos en el planeta, generando el desplazamiento forzoso de 130 millones de personas. El gasto militar global ha sido el más alto desde la Segunda Guerra Mundial, sumando 2.4 billones de dólares.
La Guerra Rusia Ucrania, que ya lleva 34 meses, fue el suceso bélico más crítico del año. Hasta ahora alcanza un millón de bajas (de las que 270.000 son muertes) y reporta conmovedoras denuncias de actos de crueldad y ataques sistemáticos a poblaciones civiles por parte de tropas rusas.
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Igual de grave es la guerra de Israel contra Hamas, que se ha extendido a Líbano, Irán y Siria, y ha producido la muerte de 48.000 personas en su gran mayoría civiles gazatíes. Además ha causado casi dos millones de desplazados. El conflicto se mantiene sin cambios pese a los intentos de EEUU, Qatar, Arabia y las Naciones Unidas para lograr un alto al fuego. El recrudecimiento de los bombardeos y los atentados incluso fuera de la zona de guerra, ponen en riesgo la estabilidad de toda la región.
Aunque a una menor velocidad, sigue avanzando el intento de redefinir el equilibrio de poder global, con el surgimiento de bloques contrarios a los Estados Unidos, agrupados en los BRICS, que ya suman 30 países, superan el 49% de la población y representan ya el 38% del PIB mundial.
Sin embargo, derrotar a la potencia norteamericana, en cualquier campo, no es una empresa fácil. La desaceleración de la economía china, que no logra superar la crisis inmobiliaria y el debilitamiento de su aparato industrial, ha obligado al gobierno a desacelerar su política externa para fortalecerse en su propia área de influencia. Por su parte, la guerra ha puesto a Rusia en serios aprietos económicos y lo último que necesita es provocar mayores sanciones, mientras que India y Brasil tienen sus propios problemas y son más autónomos de lo que los socios asiáticos quisieran.
Por ahora, los BRICs han abandonado su proyecto de reemplazar el dólar y de crear un nuevo sistema de gobernanza global. Si a esto sumamos la elección de Trump y la creación de nuevos bloques pro americanos como el QUAD (Estados Unidos, India, Japón y Australia) y el AUKUS (Australia, Reino Unido y Estados Unidos), la tendencia parece favorecer por ahora al mantenimiento de la hegemonía que gobernó el mundo en los últimos 79 años.
El 2024 será recordado como un año crucial en la lucha contra el cambio climático. Fenómenos extremos, como huracanes más destructivos y olas de calor sin precedentes, incendios y sequías han puesto de manifiesto la urgencia de adoptar medidas más contundentes para mitigar el calentamiento global. Las negociaciones internacionales sobre el clima han avanzado, pero aún existe una brecha significativa entre los compromisos asumidos y las acciones concretas. La transición también generó tensiones en los países productores de combustibles fósiles que enfrentan el desafío de diversificar sus economías, y entre las naciones menos desarrolladas que no pueden avanzar en la transición ni quieren cargar con la responsabilidad de los grandes contaminantes.
El balance de 2024 es tan incierto como complejo, y aunque los desafíos son enormes, también hay razones para el optimismo. La capacidad de innovación humana, el surgimiento de nuevos liderazgos comprometidos y una mayor conciencia global sobre los problemas compartidos son señales de que el cambio es posible.
El mundo parece enfrentar una elección crucial: persistir en modelos insostenibles o abrazar un nuevo paradigma basado en la cooperación, la justicia y la sostenibilidad. El año que termina nos recuerda que, aunque las crisis puedan ser inevitables, las respuestas a ellas siempre están en nuestras manos.
Ronald Nostas Ardaya
Industrial y ex Presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia