El gobierno, incapaz de responder los cuestionamientos de la población y de revertir el descalabro económico, ha caído nuevamente en la tentación de tomar medidas pro cíclicas – que agravan la álgida situación -, como prohibir exportaciones, invadir y saquear empresas privadas, y culpar de la carencia de ciertos productos alimenticios a los felones “cambitas” (Lucho dixit).
De inmediato surgieron voces contestatarias aduciendo que esta manifestación es otra muestra del acerbo odio hacia Santa Cruz y es un producto más del centralismo asfixiante.
Como muestra del poderío del modelo cruceño han empezado a circular datos sobre los productos que ofrece el sector agropecuario; como azúcar, soya, sorgo, aceite, trigo, maíz y carne vacuna y aviar. De seguro, la intención de este mensaje no ha sido otra que subrayar la importancia del oriente en la alimentación de toda la colectividad nacional, pero podría tener una interpretación distinta.
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Sé que opinar en contra de lo que parece ser un axioma (una verdad irrefutable) es arriesgado, pero es necesario decir que esta aseveración puede hacer que se perciba a Santa Cruz como una región que mira con desdén al resto del país y fortalece la intención de crear animadversiones en contra de los cambas. Ese es precisamente el objetivo de la frasecita del primer mandatario.
En ello funda su aceptación la propuesta de seguir formando empresas estatales, que presuntamente contribuirán a disminuir la “dependencia” de otros departamentos, como es el caso de la millonaria inversión para producir pollos y huevos en La Paz, ladinamente planteada por el gobierno.
A este malsano intento también contribuye la fijación que existe acerca del centralismo como el motivo de todos los males orientales, que evita que tengamos una visión autocrítica de nuestras propias debilidades; empezando por la tibieza, ineptitud y mezquindad de quienes hoy lideran algunas de nuestras instituciones públicas y privadas.
La unión que se reclama para vencer al pseudo socialismo masista debe empezar por casa, fortaleciéndonos y congregándonos en torno a un planteamiento que ofrezca esperanza a todos los bolivianos.
Los divisionismos son parte de la práctica populista para reinar en medio de la discordia. Azuzar el regionalismo o el racismo nos debilita, en beneficio de la pandilla despótica.
Lo que más les duele a quienes te denostan, te agravian o te ofenden es tu triunfo. Ya tenemos el éxito económico, ¡vamos por la victoria política! Demostremos que los “cambitas” saben, pueden y deben gobernar.