En una entrevista reciente, Marcia Clark habló sobre su incertidumbre y reflexionó sobre las complejidades del juicio de Erik y Lyle, destacando el contexto social de la época
Fuente: infobae.com
En una aparición reciente en el programa Today, la exfiscal Marcia Clark, conocida por liderar la acusación en el mediático juicio contra O.J. Simpson, expresó su incertidumbre sobre si Erik y Lyle Menéndez deberían ser liberados tras más de 30 años en prisión. A sus 71 años, la antigua funcionaria admitió no tener una opinión definitiva sobre el caso, en parte porque no participó directamente en su juicio.
“Fue algo que estuvo en el aire (en la Oficina del Fiscal del Distrito de Los Ángeles cuando trabajaba allí), pero no estuve involucrada. No sé más de lo que sabe el público”, comentó.
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¿Los hermanos Menéndez deberían ser liberados?
Clark, quien tiene décadas de experiencia en el sistema judicial, reflexionó sobre las complejidades del caso. En sus declaraciones, mostró empatía por las acusaciones de abuso que los hermanos hicieron contra sus padres, pero también expresó escepticismo.
“A veces pienso: ‘Estos chicos ricos y mimados dispararon a sus padres con una escopeta. Entiendo que pensaban estar en peligro con su padre, pero no estoy segura de creerlo del todo’. Por otro lado, podría ser cierto, y si lo es, deberían haber sido condenados por homicidio involuntario, no por asesinato en primer grado”, sostuvo.
Para Clark, el caso de los hermanos Menéndez es una muestra de cómo los juicios están profundamente influenciados por la época en que se desarrollan y por las percepciones sociales predominantes. En su análisis, la exfiscal destacó que las alegaciones de abuso infantil realizadas por los hermanos en su defensa posiblemente no fueron comprendidas en toda su dimensión durante los años 90.
“Cada caso, en el momento en que se juzga, está afectado de alguna manera por lo que sucede en nuestra sociedad y por nuestra comprensión de los temas involucrados”, señaló. Según ella, con los avances en el entendimiento sobre el impacto del abuso infantil, se podrían haber valorado de manera diferente las pruebas y los testimonios presentados en el juicio.
Sin embargo, también advirtió que reevaluar un caso no implica necesariamente cambiar el resultado. “No creo que sea malo mirar hacia atrás en los casos. Eso no significa que el resultado deba cambiar, pero ahora lo vemos con ojos distintos. No hay duda de eso”, afirmó.
Clark también subrayó la importancia de mantener una visión crítica, argumentando que casos como este plantean preguntas más profundas sobre justicia y castigo. “Es un caso que te da más en qué pensar, mucho más que otros”, dijo al compararlo con el juicio de O.J. Simpson, en el cual las dinámicas eran menos ambiguas desde su punto de vista.
Erik y Lyle Menéndez fueron condenados por asesinato en primer grado en 1996 después de dos juicios intensamente mediáticos. (REUTERS/HO SN)
El caso de los hermanos Menéndez: crimen, juicio y condena
En 1989, la tranquilidad de una familia acomodada en Beverly Hills fue brutalmente interrumpida cuando Kitty y José Menéndez fueron encontrados muertos a tiros en su hogar. Las investigaciones pronto revelaron que los responsables eran sus propios hijos, Erik, de 18 años, y Lyle, de 21. El caso conmocionó a Estados Unidos, no solo por la naturaleza violenta del crimen, sino también por las revelaciones posteriores sobre los motivos detrás de los asesinatos.
Los hermanos admitieron haber disparado contra sus padres, pero su defensa alegó que lo hicieron en un acto de desesperación tras años de abuso físico, emocional y sexual a manos de su padre, un ejecutivo de origen cubano con una reputación de éxito profesional pero de carácter intimidante en el ámbito familiar. Según los testimonios, los abusos también fueron encubiertos o ignorados por su madre.
En 1996, después de dos juicios que capturaron la atención mediática, Erik y Lyle fueron declarados culpables de asesinato en primer grado y sentenciados a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. La condena fue respaldada por la fiscalía, que argumentó que los asesinatos habían sido premeditados y motivados por la avaricia, ya que los hermanos heredarían la fortuna de sus padres. Este argumento contrarrestó la narrativa de defensa, que se centraba en los años de abuso y en el temor de los hermanos por su seguridad.
Desde entonces, ambos han permanecido en prisión, donde han seguido vidas separadas. Sin embargo, el interés en su caso no ha disminuido, y en años recientes, se realizaron esfuerzos por reexaminar las circunstancias que llevaron al crimen y evaluar la posibilidad de una reducción de sentencia.