Están lloriqueando porque no se la esperaban. No me refiero a los masistas, que seguramente están furiosos y van a dirigir su artillería insidiosa contra la sorpresiva alianza de Carlos D. Mesa, Tuto Quiroga, Samuel Doria Medina y Luis Fernando Camacho, precisamente porque es la más peligrosa para ellos hasta el momento y porque las otras opciones no les incomodan, la atomización les favorece. Los que sí están desconsolados son esas “otras opciones”, es decir, los que desde hace meses fueron los primeros en lanzarse a la piscina sin agua, para ver si por milagro había una red abajo para salvarlos del descalabro. No funcionó, no consiguieron apoyo de la opinión pública, no tienen sigla o si la tienen está devaluada.
La dinámica política en Bolivia es sorprendente, las cosas pueden cambiar de un día para otro, como ha sucedido esta semana que termina. Aunque las conversaciones entre los dos expresidentes, el gobernador de Santa Cruz (preso en Chonchocoro) y el empresario y dueño de Unidad Nacional (UN) databan de un par de meses, todo pareció derrumbarse el martes 17 de diciembre cuando Tuto Quiroga, de manera unilateral, lanzó su candidatura con el apoyo del FRI, que más que un partido político es una sigla sin contenido. Y un día después, sin embargo, como por arte de magia, Tuto volvió al redil cuando se dio a conocer el documento que él y los otros tres importantes personajes de la política nacional había firmado el 14 de diciembre (el número “14” añadido a mano en el documento original).
En el párrafo anterior hay material para una novela socio-política, y ya estoy tentado de escribirla, pero por ahora me limitaré a discurrir sobre el significado de lo que acaba de suceder, porque varias cosas me han sorprendido.
La primera sorpresa fue ver a Tuto “robándose” de Comunidad Ciudadana la sigla del FRI. Las imágenes del video son dignas de análisis semántico. Se ve a dirigentes del FRI (desconocidos en política), recibiendo alborozado a su nuevo candidato, entre copas y discursos grandilocuentes. “Tenemos las suficientes pelotas para salir adelante” dijo un personaje del FRI (cuyo nombre no recuerdo ni importa), en esa reunión informal que parecía un corralito para Tuto Quiroga. Sin embargo, éste siguió con el juego y anunció formalmente su candidatura horas después. ¿Qué pretendía Tuto con su desatino, si tres días antes había firmado el documento que se dio a conocer al día siguiente? ¿Por qué no tuvo la hidalguía de avisar siquiera por teléfono a los otros miembros de la coalición? Quizás se le subió a la cabeza el vino con el que estaba brindando y luego se dio cuenta de que había metido la pata hasta la cadera. Su arrogancia le costará algunas simpatías. También habría que ver el papel que ha jugado un personaje oscuro y ubicuo en la política criolla, el abogado exmirista Luis Vásquez Villamor, que de pronto aparece como asesor de Quiroga.
Pero los que quedaron definitivamente mal, como miserables oportunistas, fueron los del FRI, porque con la bocaza imprudente no tardaron en disparar declaraciones a diestra y siniestra, y luego tuvieron que tragarse sus palabras. Reprocharon a Comunidad Ciudadana una supuesta traición o inacción para justificar su voltereta. Ahora andan calladitos, o nadie los toma en cuenta, porque en la alianza recién formada ya hay dos siglas vigentes, la de Creemos y la de Unidad Nacional. La sigla del FRI está probablemente otra vez en venta.
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Recordemos que el FRI, que fundó Motete Zamora en 1978, ya tenía una trayectoria de oportunismo. La evolución de ese “frente” político, para los que tenemos memoria, es otro ejemplo de la pobreza ética de algunos dirigentes políticos de Bolivia. Motete Zamora (“comandante Rolando”) fue primero dirigente estudiantil y de la juventud del Partido Comunista de Bolivia y cuando se produjo la ruptura sino-soviética tomó al vuelo la oportunidad de fundar el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML) del que fue jefe y dueño absoluto. Sus militantes recibieron entrenamiento militar y crearon una suerte de “guerrilla” en Santa Cruz con el nombre de Unión de Campesinos Pobres (UCAPO), que se dedicó a tomar tierras en las grandes haciendas, aunque eso no llegó a mucho. Su acción más heroica fue la toma del Motel (el único que había en esos años debajo del Montículo, en La Paz) algo que prometo incluir en una novela o cuento, porque es un episodio tan ridículo como sabroso. Y luego vino el FRI, creado con fines electorales, aglutinando varios partidos venidos a menos, sobre todo para aliarse con el MNR de Víctor Paz Estenssoro. Esa alianza tarijeña mantuvo la sigla vigente durante muchos años, y luego sirvió a Comunidad Ciudadana, que no tomó resguardos para sacar su propia sigla después de las elecciones fraudulentas de 2019, cuando estaba en la cima. Motete fue un personaje respetado por lo que hizo como funcionario público en favor de Tarija y de la estabilidad democrática de Bolivia, pero en política a mí me pareció siempre un oportunista o para decirlo en lenguaje políticamente correcto: un político “pragmático” (como tantos otros de trayectoria sinuosa).
Entre los perdedores, ahora ardidos como poto con locoto, están también los que impulsaron el voto nulo en las elecciones judiciales. Se produjo un fenómeno interesante: de 19 magistrados electos para los diferentes cargos, 12 son (aparentemente) no-masistas, según la lista que circuló la diputada Luciana Campero. Eso quiere decir que al menos habrá cuatro o cinco personas en los diferentes tribunales que harán contrapeso a la mayoría masista. Esperemos que no se corrompan como los autoprorrogados.
Lo que se viene no será un camino de rosas, ni mucho menos, sino más bien un túnel oscuro que habremos de transitar todos los bolivianos hasta las próximas elecciones de agosto. Faltan ocho meses y eso es demasiado tiempo en la dinámica política de Bolivia. Todo puede pasar, no hay que excluir nada.
El escenario ideal sería que las otras candidaturas independientes y las otras fuerzas políticas disminuidas por la realidad histórica, se sumen al esfuerzo de una oposición unida. Ahora veremos clarito la posición que adoptarán candidatos como Vicente Cuellar, Amparo Ballivián, Juan del Granado, Rubén Costas, Rodrigo Paz (y otros pequeñitos con o sin sigla) y el notorio Manfred Reyes Villa, aunque cada vez es más probable que este exmilitar con juicios pendientes se convierta en candidato del arcismo, para proteger sus intereses personales.
En ese escenario posible, que ha sido recibido con beneplácito por un sector importante de la opinión informada, no podemos pretender que los candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia nos “gusten”. Lo peor que puede suceder es esa chicanería llena de inquina, tan típica de los bolivianos: “Si está Fulanito en la fórmula yo no voto por ellos”, “si Menganito es candidato yo voy a votar nulo”, “Zutanito tiene cola de paja” … y así sucesivamente.
La mayor parte de las objeciones parten (eso es lo peor) de supuestos y de información falsa, y de una incapacidad de análisis estratégico y de visión de futuro. Los caprichitos no caben en esta circunstancia donde lo importante es concluir con casi 20 años de destrucción sistemática del Estado democrático y de la economía de Bolivia. Eso de que los candidatos “tienen” que ser jóvenes, o “tiene” que haber una mujer es una majadería y una espiral tramposa en la que no debemos caer. No olvidemos que jóvenes y mujeres fueron incorporados en las listas de diputados y senadores en 2020, y muchos y muchas han hecho un excelente trabajo y deberán seguir haciéndolo en los próximos años. Ellas y ellos no deberían manifestar ningún apuro para encabezar la fórmula presidencial, porque tienen pocos años de experiencia en política. Más les vale la oportunidad de seguir fogueándose y aprendiendo en la Asamblea Legislativa.
El camino para recorrer dentro del túnel está lleno de obstáculos. Los principales son las ambiciones personales, no solamente de quienes encabezan la nueva coalición, sino de aquellos que han quedado descolocados, sin soga ni cabra, como se dice popularmente (o “sin Beatriz y sin retrato”, como dicen en Nicaragua).
Será todo un desafío definir a los dos principales candidatos (presidencia y vicepresidencia), pero también para conformar las listas de diputados y senadores que van con la plancha. Habrá momentos de crisis, quizás renuncias y denuncias (y juicios amañados) que podrán fragilizar las mejores opciones para derrotar al masismo. Correrá plata, sin duda, para dividir a la oposición. Ya sabemos que hay siglas y candidatos que se compran y se venden sin ruborizarse.
Lo que tenemos como coalición en este momento, con todos los “peros” que se puedan tener, es lo mejor que se ha podido concretar hasta ahora y merece la confianza de los bolivianos. Un boliviano con recursos, el empresario Marcelo Claure, se ha comprometido a dar su apoyo financiando encuestas fidedignas realizadas por entidades internacionales de reconocido prestigio. Claure tendría que contratar a encuestadoras especializadas, y no más a la firma de asesoría política Panterra, que contrató la primera vez y que no figura entre las encuestadoras internacionales reconocidas porque no tiene experiencia en ese rubro. Las encuestas tienen que ser creíbles, verificables y transparentes, y eso sólo puede suceder si las empresas encuestadoras se juegan su prestigio internacional, aunque sea en un país marginal como el nuestro.