Marcelo Claure


El empresario Marcelo Claure ha dado mucho de qué hablar hace un par de semanas y debido a ello tuvo una entrevista con Tuffí Aré que vimos prácticamente todos los bolivianos. Pero a mí no me interesa mucho lo que se dijo de Claure porque como tengo una obsesión con la historia, me enfoqué en una frase magistral que dijo en la entrevista: “yo soy empresario y negocio con quien sea que tenga la mejor oferta”; como microempresaria tengo la misma política y sé que en Bolivia todos los que nos dedicamos al comercio operamos más o menos así: se vende a quien sea que tenga una buena oferta.

Pero el país no aplica esta lógica como política pública, de hecho la acción contraria se podría considerar una política pública de larga duración que se ha venido aplicando en el país desde la fundación del mismo. Es decir, queremos hacer negocios sólo con quienes consideramos, de acuerdo a cada época, que son nuestros amigos, aliados o con quienes nuestros gobernantes de turno comparten simpatías ideológicas. Y tengo la impresión de que en gran parte lo hacemos porque nos gusta tener cierta imagen ante los demás países (hace poco, el presidente Arce dijo justamente aquello, que debía cuidar la imagen del país ante la comunidad internacional), en otras palabras nos importa y mucho, el qué dirán.



Otra cosa curiosa es que aunque somos una sociedad que vive al crédito, con préstamos, prendas, consignaciones, etc. (desde la época hispánica hasta el presente, los negocios se hacen de ese modo), pero como Estado, echamos el grito al cielo cuando se trata de contraer deudas. Nuestro país no se endeudó hasta 1858 y se ufanaba de ello, lo malo es que se negó tanto a endeudarse que su situación económica fue empeorando por lo que recurrió a buscar un empréstito salvavidas con Perú con condiciones poco favorables; ese es otro patrón: no querer endeudarse por orgullo a pesar de necesitarlo, dejar pasar el tiempo y cuando ya es muy tarde, recurrir a tratos poco favorables, pero como la cosa ya está que arde, no poder hacer otra cosa más que aceptar bajando la cabeza.

Volviendo a los negocios, durante el siglo XIX Bolivia buscaba hacer negocios con Francia, pero Francia no se veía muy interesada; España por su parte expresaba sus deseos de comerciar y establecer empresa, pero como estaba de moda la ideología de la independencia de “inculto español” no se aceptaron negocios que quizás, no lo sabemos, habrían sido interesantes. Un poco más adelante, en el siglo XX Bolivia tomó partido en las dos grandes guerras, tanto así que nuestro país, bajo la presidencia de José Gutiérrez Guerra en 1917, le declaró la guerra al imperio alemán y, bajo Enrique Peñaranda, a Alemania, en 1942. Cuando era joven me reía porque pensaba que era una estulticia enorme, declarar una guerra que no se iba a pelear.

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Pero esto tiene su razón de ser: estas declaraciones de guerra hacían que disminuyera el precio de materias primas que vendíamos a los países contrarios a los alemanes, no permitiendo que el país aprovechara el momento de subida de precios por la guerra, todo por ser parte de una guerra que no nos afectaba directamente y que bien podía habernos dado los siempre necesarios fondos en el erario estatal. ¿Pero por qué lo hicieron? No lo entiendo, eso le ganó a Peñaranda el concepto de vasallo de Estados Unidos y la noción siempre presente en la cabeza del boliviano de que “nos están quitando nuestros recursos” apareció con mucha fuerza; ello, sumado a la masacre de Catavi, le dio fuerza al nacionalismo del MNR y a la idea de que la nacionalización era patriotismo; esta visión nos afectaría hasta el presente siglo.

Más cerca en el tiempo: en 2003 la población se opuso a venderle gas a Estados Unidos a través de un puerto chileno. ¿Por qué? Tampoco lo entiendo, algunos decían que porque se iban a llevar nuestro gas y no nos iban a dejar nada a nosotros, otros que como Chile “nos había robado el mar” no merecía recibir regalías por alquilarnos sus puertos. Quizás había algo de razón en ello, nuestros gobernantes suelen hacer malos negocios cuando se trata de vender nuestros productos, pero eso se puede resolver, se pueden establecer cláusulas de seguridad, acuerdos, eso son los negocios. Pero la intransigencia de la población y del gobierno pudo más.

Otra cosa, mediante el ATPDA Bolivia exportaba productos como joyas, textiles y marroquinería a Estados Unidos sin pagar aranceles, esto nos permitía producir para marcas grandes y famosas, pero al gobierno del MAS no le gustó que el ATPDA exigía la presencia de la DEA y tras acusar a Estados Unidos de conspirar en su contra, rompió todo acuerdo. Lo peor es que como no fue capaz de encontrar mercados así de amplios, intentó venderle a Venezuela, que nunca pagó por los textiles enviados.

En 2014, debido a los conflictos entre Israel y Palestina, el gobierno de Bolivia decidió tomar partido por Palestina –¡Cómo nos gusta meternos en guerras ajenas! – y como represalia contra Israel, nuestro país decidió exigirles visa a todos los israelíes que visitaran nuestro territorio, que por cierto eran muchos, pues se había hecho famoso el relato de un joven israelí y su aventura en el Madidi. Ante la pregunta “¿qué importa más, nuestro turismo y sus ganancias o mostrar que somos unos tipos con conciencia social y solidaridad con los palestinos?”. El gobierno decidió que lo segundo (claro que esto puede variar, porque aunque Irán es otro país que comete abusos y violaciones, el gobierno hace de la vista gorda porque como son nuestros amigos, hay que portarse como amigos). Así que se les exigió visa a los israelíes que, ante la excesiva burocracia y el alto precio de tramitar una visa para Bolivia, decidieron dejar de venir, perjudicando grandemente al turismo… ¡Pero mantuvimos nuestra conciencia social! No los canso con más ejemplos.

Este país sigue patrones e igual que la gente que no es capaz de reconocerlos y superarlos, se va a seguir hundiendo en sus contradicciones, que curiosamente resultan de su intento de ser coherentes con su visión ideológica. Por eso, para 2025 les deseo a todos que nos espabilemos y veamos más allá de lo evidente y aprendamos de Claure, que hace plata, y no de Peñaranda o Arce, que la pierden por discursos. Que 2025 nos sea leve.


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