Tres modelos de alquiler de tierras predominan en el oriente boliviano

El alquiler de tierras en Bolivia, particularmente en el oriente, es un fenómeno que ilustra las tensiones entre el desarrollo económico, la sostenibilidad ambiental y las necesidades de ingresos en las comunidades rurales. Con diversas modalidades, esta práctica adquirió una relevancia significativa en las últimas décadas y ofrece tanto oportunidades como desafíos para la sociedad y el medioambiente del país.

 

Cultivos de soya en Santa Cruz, destinados principalmente a la exportación hacia mercados internacionales. | Nómadas.

 



Fuente: lostiempos.com

Según Efraín Tinta, investigador de la Fundación Tierra, el alquiler de tierras está estrechamente vinculado a dinámicas complejas, como la expansión de la frontera agrícola y la debilidad de los controles estatales en zonas rurales. Existen tres modalidades principales, documentadas por la Fundación Tierra, que reflejan contextos socioeconómicos y geográficos específicos:

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1. Alquiler en comunidades indígenas 

En territorios indígenas titulados como Tierras Comunitarias de Origen (TCO), el arrendamiento de tierras es una práctica común. Estas parcelas, alquiladas a pequeños productores agrícolas por montos simbólicos (entre 1.000 dólares anuales por 20 a 50 hectáreas), suelen destinarse al cultivo de productos como soya transgénica y maíz. Aunque estas transacciones generan ingresos importantes para las comunidades, la falta de regulación formal puede derivar en conflictos internos y problemas legales.

2. Alquiler en predios medianos y empresariales

En propiedades regularizadas por el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), el alquiler permite que tierras habilitadas por desmontes sean destinadas a cultivos agroindustriales, especialmente en zonas fronterizas con Brasil y Argentina. En algunos casos, aunque los títulos pertenecen a ciudadanos bolivianos, el control efectivo recae en extranjeros a través de acuerdos informales.

Una de las áreas deforestadas por grupos interculturales.

 

3. Alquiler en nuevos asentamientos campesinos

En áreas de reciente colonización campesina predominan actividades como la extracción de madera y la producción de carbón. Estos alquileres, mayoritariamente informales, involucran pagos a dirigentes comunitarios y suelen dejar las tierras degradadas, tras su explotación.

El fenómeno tiene repercusiones económicas, sociales y legales que moldean la dinámica rural y ambiental del país.

Impactos económicos

El alquiler de tierras constituye una fuente de ingresos clave para los arrendadores y una opción asequible para quienes no pueden adquirir tierras. Sin embargo, la informalidad limita los beneficios económicos a largo plazo y puede perpetuar prácticas insostenibles.

Impactos sociales 

En comunidades indígenas, las ganancias del alquiler pueden generar tensiones debido a su distribución desigual y al impacto ambiental en recursos comunes. En asentamientos recientes, las actividades intensivas atraen actores externos, alterando la cohesión social local.

Impactos legales

La falta de regulación fomenta conflictos por incumplimientos en el uso de suelos y cambios no autorizados en la vocación productiva. La informalidad dificulta resolver disputas y promueve prácticas ilegales.

El marco normativo

El alquiler de tierras en Bolivia se encuentra en un limbo regulatorio. Las principales disposiciones legales incluyen:

1. Prohibición de venta de tierras en TCO: Si bien las tierras comunitarias no pueden ser vendidas, el alquiler no está específicamente regulado, lo que facilita su práctica informal.

2. Restricciones para extranjeros: Aunque la Ley INRA limita la posesión de tierras por parte de extranjeros, los acuerdos informales permiten eludir estas normas.

3. Planes de Uso del Suelo (PLUS): Herramientas clave para determinar actividades permitidas en cada región, pero su incumplimiento o desactualización agrava problemas como la explotación de suelos frágiles para cultivos intensivos.

El principio de Función Económica Social (FES), que exige que las tierras cumplan un propósito productivo o social en beneficio colectivo, es supervisado por el INRA. Sin embargo, los acuerdos informales suelen evadir este requerimiento, promoviendo el deterioro ambiental y la ineficiencia en el uso de recursos.

Beneficios y desafíos

La práctica del alquiler de tierras presenta una dualidad entre oportunidades y problemas estructurales:

Beneficios

-Acceso a recursos: Facilita a pequeños productores expandir sus actividades agrícolas.

-Ingresos comunitarios: Proporciona recursos económicos a comunidades indígenas y propietarios medianos.

-Aumento de la producción agrícola: Contribuye al crecimiento del sector agroindustrial, especialmente en cultivos de exportación.

Desafíos 

-Falta de regulación: La informalidad genera inseguridad jurídica y prácticas ilegales.

-Degradación ambiental: Actividades como la tala, cultivos transgénicos y extracción intensiva de recursos impactan negativamente en la biodiversidad.

-Conflictos sociales: Las desigualdades en los beneficios pueden exacerbar tensiones internas en comunidades locales.

Retos 

El alquiler de tierras en Bolivia refleja las complejidades de un país en transformación. Aunque fomenta el desarrollo económico, plantea retos significativos en términos de sostenibilidad y justicia social. Para superar estos desafíos, es fundamental fortalecer la regulación, actualizar los planes de uso del suelo y promover prácticas agrícolas responsables.

Solo con un enfoque integral será posible equilibrar los beneficios económicos con la protección ambiental y el bienestar de las comunidades, asegurando un desarrollo más justo y sostenible para el país.

Fuente: lostiempos.com