Bolivia 2025: somos un país sin propósito


Trump, Milei y Musk son los alter ego de muchos en el mundo. Están de moda, son tendencia mundial y, sobre todo, tienen poder económico, político y tecnológico: saben lo que quieren. Ahora bien, en Bolivia no sabemos lo que queremos (ni la izquierda ni a derecha). Ese es nuestro gran problema sociológico que pronto cumplirá 200 años. Problema que inhibe la posibilidad de tener estabilidad institucional, gestión de las emociones políticas, crecimiento económico y avance tecnológico. Es triste porque son los síntomas de las promesas defraudadas del MAS y algunos opositores que fueron gobierno. Somos un país sin propósito.

Luis Arce es un oportunista. Aprovechando políticamente el inicio de los festejos por el bicentenario, plantea un pacto social. Tarde porque le quedan pocos meses de gobierno, muchos problemas sin resolver, apoyo social disminuido, enemigos externos e internos, y un equipo de trabajo técnicamente mediocre y políticamente inefectivo. Camina entre la ira, la decepción y desesperación de la gente. En la calle de la amargura.



Por su parte, los diferentes opositores plantean de todo de acuerdo a los gustos, deseos y emociones de la gente. Están en la búsqueda de la poción mágica para encantar a los votantes. El que tenga y disponga de una mejor estrategia y la cumpla disciplinadamente, es posible que gane el premio mayor. Sin embargo, si solamente hacen ruido y no cumplen los pasos estratégicos, su futuro es la derrota.

 La gente quiere que les solucionen los problemas del metro cuadrado que habitan. Para que el querer personal del ciudadano sea coherente con el creer en la propuesta electoral del votante, de que este se sienta representado por alguien con quien se identifica y está conectado con su interés material, los precandidatos (opositores) tienen que hacer un gran trabajo comunicacional de conexión y cercanía. A pesar de que los vientos soplan a favor de la alternativa y contra la continuidad, estos siguen durmiendo la siesta larga y trabajando a destajo. No se conectan ni entre ellos.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

Los acuerdos preelectorales avanzan a paso de tortuga, como si los aspirantes a gobernar en la Casa Grande del Pueblo tuvieran todo el tiempo del mundo. No han cambiado de mentalidad política: siguen siendo lentos y dubitativos, a pesar de que los tiempos políticos exigen más rapidez y avidez, y menos parsimonia y cálculo político. La gente quiere distanciarse de la pobreza y acariciar la riqueza, aunque ello implique sacrificar la democracia. Es preocupante porque cualquier monstruo puede cobrar vida en nombre de la ciudadanía socioeconómica y en desmedro de la ciudadanía política.

No obstante, urge un cambio de las políticas públicas (fiscal, energéticas, salud, impuestos, educación, entre otras). La inflación, el alza del dólar, la redistribución irregular de combustibles, la corrupción incontrolable, la disputa interna del MAS, la involución institucional del poder judicial, la implosión ideológica del relato del proceso de cambio, entre otros factores, han generado las condiciones socioeconómicas y políticas para que impulsar un giro (¿hacia la derecha?) en la dirección del Estado y la sociedad.

 El bicentenario llega con un estado de ánimo negativo en los ciudadanos. No hay alegría, hay ira. No hay certidumbre, hay dudas. Hace falta un reinicio, no un retorno.

Son tiempos de vacas flacas, ideas pobres y sentimientos negativos. Empero, es posible patear el tablero desde abajo, elegir al opositor con mayor capacidad estratégica y despliegue táctico, exigir nuevas reglas y empezar a fortalecer una nueva mentalidad política para empezar a superar ese problema sociológico que sufrimos desde hace 200 años, que nos ha paralizado políticamente e idiotizado ideológicamente, que nos ha negado tener un propósito existencial.

José Orlando Peralta Beltrán / Politólogo


×