Fuente: https://www.marca.com
El Dakar 2004 es especial para mí porque fue el de mi primera victoria en moto. Pero antes de lograr el Touareg tuvimos que vivir alguna que otra aventura interesante. Como la de la famosa etapa Tan Tan-Atar, con arranque en Marruecos y final en Mauritania.
Esa etapa era especial porque se salía a las 12 de la noche para completar un enlace largo de más de 400 kilómetros; ahí dormíamos —al raso, normalmente juntos unos pilotos con otros junto a las motos— mientras llegaban las asistencias para repostar y después, ya de camino a la salida de la especial cruzábamos lo que se llamaba El Muro, un tramo de pista que los cascos azules creaban específicamente para que la carrera pasase de Marruecos a Mauritania. Cuando el Dakar al completo había cruzado, esa pista desaparecía. El trayecto aquí estaba marcado por unas balizas que parecían como antorchas, una especie de hogueras que se creaban con vasos de aceite encendidos. Eran para guiarnos por una ruta segura que evitaba cruzar por zonas donde había minas antipersona… pero yo eso no lo sabía.
Una temeridad
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Ahora lo piensas y resulta algo difícil de concebir que existiera, pero en aquel entonces y en esa zona sucedía. Sobre las cuatro de la mañana completábamos el enlace, dormimos ahí en un saco de dormir y recuerdo que pelados de frío. Ese día las asistencias tardaron en llegar, pude desayunar algo, repostar… y tiramos para a la salida. Ya íbamos justos de tiempo.
Cuando llegué a la frontera me encontré con Isidre Esteve discutiendo con dos militares, con sus correspondientes fusiles, que le habían pedido el pasaporte. Yo me planté llegué allí, les eché una bulla a los gendarmes, cogí los dos pasaportes y tiramos para la salida. Como iba sin tiempo crucé recto y a fondo. Llegué justo, en el minuto en el que me tocaba, con tiempo para poco más que limpiar las gafas. Mientras lo hacía, pensé: “¡Buah, la que te has jugado con esos militares!”. Fui un inconsciente. Quizá aquellos soldados ni siquiera tenían balas en sus armas, pero cómo saberlo.
Después, pensándolo… aquel año la suerte estaba de nuestro lado, primero yendo a fondo por esa zona minada y después peleando con los militares con los fusiles. Y, claro, ganando el Rally…