Las aguas del mundo hace mucho tiempo que no están quietas. Y cada cierto tiempo aparece un iluminado que dice saber como controlar ese mar de caos e incertidumbre en el cuál se sumergió la civilización con el cambio de siglo.
Fuente: https://ideastextuales.com
Los hechiceros de turnos han prometido arreglarlo todo, y sólo logran que todo sea un eterno vaivén de un extremo a otro. Todos denostando al del bando contrario, asegurando que el suyo es el único camino.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Así hemos visto ir y venir a Trump. A todos los socialistas de turno del hemisferio sur del continente. Al verborreico López Obrador en México. Al gran Zar de Todas las Rusias Vladimir Putín, capaz de bañarse en un río de aguas congeladas y cabalgar a torso descubierto. El impávido niño cohete, Kim Jong Un, cuya única diversión parecen ser los lanzamientos fallidos al Mar de Japón. A la pléyade de dirigentes de ultraderecha europeos, con urticaria por los migrantes de piel tostada. Cómo a todos los izquierdistas del viejo continente, a los que se les subió el woke a la cabeza y que no supieron resolver los entuertos de décadas de mal gobierno.
Es un mundo definido por extremos, configurado por una polarización algo enfermiza. Mientras unos glorifican el individualismo absoluto del mercado, otros perpetúan autoritarismos disfrazados de redención colectiva. Entre tanta mediocridad aparece una vieja corriente socio económica, que se disfraza de novedad. El cooperativismo ofrece un modelo que rescata los valores de comunidad, democracia y justicia social. Sus raíces están profundamente vinculadas a las primeras comunidades cristianas, donde la solidaridad y el compartir eran actos de fe. En los Hechos de los Apóstoles, se describe un modelo comunitario donde «tenían en común todas las cosas» y las riquezas se distribuían según las necesidades de cada uno. Este principio, que inspiró movimientos como el de Friedrich Wilhelm Raiffeisen en el siglo XIX, también encuentra ecos en filosofías orientales como el budismo, donde el equilibrio entre lo individual y lo colectivo es fundamental.
En el siglo XIX, los Pioneros de Rochdale establecieron las bases del cooperativismo moderno. Su principio de «un voto por persona» no solo era una innovación organizativa, sino también una declaración política contra el capitalismo salvaje de la Revolución Industrial. En América Latina, este modelo encontró terreno fértil al fusionarse con tradiciones ancestrales de reciprocidad.
En el contexto bipolar de la política de occidente, el cooperativismo se presenta como un «camino del medio». Al priorizar las personas sobre el capital, evita los excesos del mercado desregulado. Al mismo tiempo, su énfasis en la democracia interna y la autogestión protege contra los abusos del poder centralizado. Es, en esencia, una respuesta cultural que combina la eficiencia económica con una profunda ética comunitaria.
El éxito del cooperativismo no solo radica en su viabilidad económica, sino también en su capacidad para regenerar el tejido social. Cada experiencia cooperativa refuerza la idea de que las cooperativas son más que una forma de organización. Son una expresión de identidad y resistencia.
Hoy, las cooperativas también lideran esfuerzos en sostenibilidad. Desde iniciativas de energía renovable en Europa hasta redes de comercio justo en África, el cooperativismo muestra que es posible prosperar económicamente sin comprometer el medio ambiente ni la justicia social.
Entre Trump-Musk y Maduro-Ortega-Putín, el cooperativismo se alza como una alternativa que rechaza los extremos y propone una tercera vía. Al reimaginar las relaciones económicas y sociales, rescata los principios de solidaridad y justicia que alguna vez fueron centrales en nuestras culturas. Es una visión del mundo que, lejos de ser utópica, responde a las necesidades urgentes de un planeta en crisis.
En última instancia, no es solo una forma de hacer negocios. Es un manifiesto cultural. Un recordatorio de que, incluso en un mundo fracturado, todavía podemos construir un futuro en común.
Por Mauricio Jaime Goio.