El resurgir de lo irracional: de qué manera algunos políticos fusionan misticismo, desinformación y carisma personal


Una nueva tendencia no se alinea con las divisiones tradicionales de derecha o izquierda, sino que las desborda, promoviendo un entorno donde la superstición, el miedo y las soluciones mágicas reemplazan la razón, la lógica y el debate basado en hechos

 

Manifestantes sostienen fotografías del candidato

Manifestantes sostienen fotografías del candidato rumano de extrema derecha a las elecciones presidenciales, Calin Georgescu, y una fotografía de la Virgen María, durante una manifestación frente al tribunal constitucional, en Bucarest, Rumania, el 10 de enero de 2025 (Inquam Photos/George Calin via REUTERS)



Fuente: infobae.com

En medio del silencio, una figura solitaria se adentraba en el lago helado, rompiendo el manto cristalino del agua con movimientos firmes. Nadie podía negar que había algo hipnótico en su presencia: el hombre hablaba del alma del agua, de su memoria oculta, de un poder invisible que protegía a quienes, como él, rechazaban la ciencia y abrazaban una espiritualidad de ecos remotos. “Mi inmunidad”, proclamaba con una sonrisa, “es un regalo divino que no puede ser tocado por la modernidad”.

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Esa escena no era un acto aislado, sino un ritual cuidadosamente planeado. El hombre, Călin Georgescu, había convertido su misticismo en un arma política, atrayendo a multitudes a través de mensajes fugaces en TikTok. Música suave, colores intensos, palabras que prometían esperanza en tiempos de incertidumbre: todo apuntaba a un resurgir de lo irracional, un rechazo visceral a los valores iluministas que una vez definieron el progreso. Su mensaje, simplista pero poderoso, decía a sus seguidores que no necesitaban más que su fe y su instinto; que las vacunas, las tecnologías y las instituciones no eran más que herramientas de control diseñadas por fuerzas oscuras.

Según describió Anne Applebaum en The Atlantic, la creciente influencia de una nueva corriente de pensamiento político, que fusiona misticismo, desinformación y carisma personal, está erosionando los principios fundamentales de la democracia moderna. Esta tendencia, a la que la autora llama Nuevo Oscurantismo, no se alinea con las divisiones tradicionales de derecha o izquierda, sino que las desborda, promoviendo un entorno donde la superstición, el miedo y las soluciones mágicas reemplazan la razón, la lógica y el debate basado en hechos.

No es un regreso inocente a las creencias mágicas del pasado; es una estrategia deliberada. En Europa y América, figuras carismáticas han resucitado un aura mística que, combinada con la paranoia de las teorías conspirativas, debilita los cimientos de la democracia moderna. La lógica y la evidencia científica son barridas por emociones crudas: el miedo, la sospecha, la fascinación por lo inexplicable.

Cuando la política abandona el

Cuando la política abandona el debate racional para entregarse a lo espiritual, se abre la puerta a un vacío donde la manipulación reemplaza al pensamiento crítico y las mentiras más absurdas se imponen como verdades reveladas (EFE/ Ballesteros)

Las promesas de estos líderes son peligrosamente seductoras: mundos simples donde el mal tiene un rostro claro, donde la incertidumbre del presente puede explicarse con narrativas mágicas. Pero, ¿a qué costo? Cuando la política abandona el debate racional para entregarse a lo espiritual, se abre la puerta a un vacío donde la manipulación reemplaza al pensamiento crítico y las mentiras más absurdas se imponen como verdades reveladas.

En su análisis, Applebaum señala que este fenómeno ha encontrado su manifestación más reciente en figuras como Călin Georgescu, quien generó polémica al ganar la primera ronda de las elecciones presidenciales en Rumania, celebrada el 24 de noviembre, a pesar de haber llevado a cabo una campaña casi exclusivamente en TikTok. En uno de sus videos más populares, afirmó que “la orden para destruir nuestros trabajos vino del exterior”, mientras que en otros utilizó imágenes de marionetas manipuladas con hilos para hablar de “mensajes subliminales” y “control mental”. En total, sus publicaciones acumularon más de un millón de vistas en los meses previos a la votación.

A pesar de su retórica aparentemente inofensiva, Georgescu también ha expresado opiniones extremas que generan preocupación. Ha elogiado públicamente a Ion Antonescu, el dictador rumano que colaboró con Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, y a líderes de la Guardia de Hierro, un movimiento violento y antisemita. Además, ha cultivado relaciones con figuras como Alexander Dugin, el ideólogo ruso fascista, quien llegó a declarar (aunque luego borró sus palabras) que “Rumania será parte de Rusia”. Paralelamente, Georgescu ha promovido ideas pseudocientíficas, como su creencia de que el agua tiene memoria y “un alma” que es destruida por la contaminación, o que las bebidas carbonatadas contienen “nanochips” que se introducen en el cuerpo como si fueran computadoras. Mientras tanto, su esposa, Cristela, publica videos en YouTube sobre curas alternativas, utilizando términos como “acidosis linfática” y “metabolismo del calcio”.

El impacto de esta tendencia no se limita a Rumania. Applebaum, en su artículo para The Atlantic, traza paralelismos históricos y contemporáneos que muestran cómo esta mezcla de misticismo, teorías conspirativas y populismo carismático está ganando terreno en diversas partes del mundo. Desde los Estados Unidos, donde figuras como Tulsi Gabbard y Robert F. Kennedy Jr.han promovido posturas antivacunas y narrativas pro-Putin, hasta Europa Central, donde el esoterismo y las prácticas neopaganas se entrelazan con el nacionalismo xenófobo, el fenómeno está redibujando el panorama político global. En Alemania, por ejemplo, tanto políticos de izquierda como de derecha han adoptado posturas escépticas sobre las vacunas y el cambio climático, mientras que en Hungría, el primer ministro Viktor Orbán ha consolidado un régimen autocrático que encuentra apoyo en sectores afines a la desinformación.

Manifestantes antivacunas (REUTERS/Bonnie Cash)

Manifestantes antivacunas (REUTERS/Bonnie Cash)

La autora también destaca cómo esta dinámica está siendo explotada por actores externos, como hackers rusos, quienes orquestaron más de 85.000 ciberataques durante las elecciones en Rumania, según las autoridades de ese país. Además, se ha descubierto que cuentas falsas en TikTok, algunas de ellas financiadas ilegalmente, promovieron la candidatura de Georgescu, lo que llevó al Tribunal Constitucional rumano a anular los resultados de la primera ronda el 6 de diciembre.

Applebaum describe este movimiento como una amenaza global que trasciende las divisiones políticas tradicionales. Al igual que en el ocaso del Imperio Ruso, cuando figuras como Rasputín ganaron influencia al ofrecer “soluciones mágicas” en tiempos de crisis, el Nuevo Oscurantismo prospera en un clima de incertidumbre económica, política y social. En este contexto, los líderes de este movimiento no buscan preservar instituciones democráticas, sino destruirlas, reemplazando la transparencia con una nube de desinformación y distracción.

La autora concluye que esta fusión de política y pseudoespiritualidad representa un ataque directo a los valores ilustrados sobre los que se fundaron democracias como la estadounidense. Líderes como Benjamin Franklin y George Washington defendieron la razón, la ciencia y el estado de derecho como pilares fundamentales del buen gobierno. Sin embargo, en el mundo de los Nuevos Oscurantistas, estas ideas están siendo desplazadas por carismas personales, teorías conspirativas y el rechazo a la evidencia científica, lo que amenaza con sumir a las sociedades en un vacío donde prevalecen el miedo y las emociones sobre la razón y las leyes.

Un ejemplo es el de la figura de RFK Jr., ferviente crítico de las vacunas. Al igual que los líderes místicos europeos, RFK Jr. ha usado su plataforma para tejer narrativas que rechazan la ciencia y fomentan el escepticismo hacia instituciones esenciales para la democracia y la salud pública.

Al igual que los líderes

Al igual que los líderes místicos europeos, RFK Jr. ha usado su plataforma para tejer narrativas que rechazan la ciencia y fomentan el escepticismo hacia instituciones esenciales para la democracia y la salud pública (REUTERS/Benoit Tessier)

Su retórica, aunque aparentemente marginal, ha calado profundamente en un público que busca respuestas simples a problemas complejos. Kennedy ha promovido teorías infundadas que van desde los microchips en las vacunas hasta afirmaciones de que los antidepresivos están relacionados con tiroteos escolares. En un giro que mezcla superstición y paranoia, incluso llegó a decir que el COVID-19 estaba diseñado para afectar selectivamente a determinados grupos étnicos. Estas afirmaciones no sólo resuenan en los rincones más radicales de la sociedad, sino que ahora están en el centro del debate político, especialmente con su reciente propuesta como secretario de Salud en la administración de Donald Trump.

Este fenómeno no ocurre en el vacío. Como en la Rumania de Călin Georgescu, las ideas de Kennedy prosperan en un entorno de desconfianza generalizada hacia las instituciones y las élites. Los mismos algoritmos de redes sociales que amplificaron la voz de Georgescu en Europa han catapultado a RFK Jr. como uno de los principales voceros del movimiento antivacunas en Estados Unidos. Ambas figuras construyen un imaginario donde el “pueblo”, ilustrado a través de sus intuiciones y espiritualidad, debe enfrentarse a un mundo corrompido por una supuesta élite global.

El paralelismo es aún más inquietante cuando se analiza el impacto político. En ambos casos, estas figuras capitalizan el miedo y la incertidumbre de las masas para socavar los principios de la Ilustración: la lógica, el método científico y la transparencia en la gobernanza. Applebaum advierte que este rechazo a la razón allana el camino para liderazgos carismáticos, donde las emociones reemplazan el debate racional y los conspiracionistas se convierten en los nuevos intérpretes del mundo.

Si Rasputín encarnó el misticismo en la Rusia zarista en un momento de crisis, Kennedy y otros profetas modernos de la conspiración representan un eco de esa misma dinámica. En un mundo fragmentado por la desinformación y el desencanto, las voces que ofrecen respuestas mágicas y teorías simplistas adquieren un poder devastador.

 


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