El sueño como frontera


En la penumbra de la noche, cuando el cuerpo cede al sueño y la mente se libera de las ataduras de la vigilia, se abre un portal hacia territorios desconocidos.

Fuente: https://ideastextuales.com



Para Ken Paller, neurocientífico estadounidense y pionero en el estudio de los sueños lúcidos, este estado de conciencia no es solo un reposo biológico, sino un campo fértil para explorar la memoria, la creatividad y el potencial humano. Sin embargo, más allá de los laboratorios y los avances tecnológicos, el trabajo de Paller parece resonar con ecos de prácticas ancestrales. Es en el universo chamánico, donde los sueños han sido venerados como puertas hacia el conocimiento y el poder.

Durante su presentación en el Congreso Futuro 2025, Paller expuso cómo los sueños lúcidos, ese estado de conciencia en el que sabemos que soñamos, pueden ser manipulados para interactuar con el soñador. A través de sonidos suaves y estímulos sensoriales, su equipo ha logrado no solo comunicarse con personas mientras duermen, sino también influir en el contenido de sus sueños. Este avance, que en el mundo occidental suena revolucionario, podría resultar familiar para los chamanes amazónicos que durante siglos han considerado el sueño como un espacio para dialogar con lo sobrenatural.

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En el chamanismo, los sueños son más que experiencias individuales. Son vehículos para comprender el cosmos, resolver conflictos comunitarios e incluso sanar enfermedades. Entre los pueblos shipibo konibo del Perú, por ejemplo, los sueños son guiados por cantos sagrados, los ikaros, que permiten al chamán conectar con los espíritus de las plantas y los animales. De manera similar, los estudios de Paller sugieren que los estímulos externos pueden moldear el contenido de los sueños, una conexión inquietante entre el laboratorio y la selva.

La neurociencia moderna se encuentra en un momento de redescubrimiento de saberes que las culturas indígenas han preservado durante milenios. Paller describe cómo el sueño lúcido puede ser utilizado para reestructurar recuerdos o aliviar pesadillas, un enfoque que recuerda las terapias chamánicas en las que el sueño se convierte en el escenario para reconfigurar traumas. La tradición chamánica siempre ha sostenido que, en el mundo onírico, las fronteras entre lo físico y lo espiritual se desdibujan, y ahora la ciencia confirma que, en efecto, el cerebro permanece activo, reorganizando información mientras dormimos.

El trabajo del estadounidense no solo explora el potencial curativo del sueño, sino también sus implicaciones éticas. En una época en la que la tecnología puede invadir incluso nuestra vida inconsciente, surgen preguntas inquietantes: ¿podrían estas herramientas ser utilizadas para manipular deseos o emociones sin consentimiento? Él nos advierte sobre los peligros de un futuro donde los anunciantes, con la misma eficacia con la que ya dominan nuestras horas de vigilia, encuentren formas de influir en nuestros sueños.

Estas preocupaciones no son ajenas a los chamanes, quienes han visto cómo las prácticas oníricas sagradas son desvirtuadas por intereses comerciales o turísticos. En el mundo contemporáneo, donde el conocimiento ancestral es a menudo trivializado o mercantilizado, el sueño —como territorio espiritual y ahora también científico— corre el riesgo de convertirse en una mercancía más.

Los avances en neurociencia proponen un redescubrimiento de los sueños como herramientas para el aprendizaje, la creatividad y la sanación. En el laboratorio de Paller, los participantes han mejorado habilidades motoras y resuelto problemas creativos gracias a la manipulación consciente de los sueños. Sin embargo, esta narrativa tecnocientífica parece incompleta sin reconocer que estas prácticas tienen raíces profundas en una cosmovisión.

El sueño, en su esencia, sigue siendo una frontera entre lo humano y lo trascendente. Para los chamanes, este espacio es sagrado, un terreno donde la mente encuentra el espíritu. Para la neurociencia es un espacio de potencial cognitivo. En ambas perspectivas, los sueños son más que un fenómeno biológico. Son un espejo de nuestra condición humana.

Tal vez, en este diálogo entre neurociencia y tradición chamánica, podamos encontrar no solo nuevas formas de entender el cerebro, sino también un recordatorio de que, en la profundidad de la noche, mientras soñamos, seguimos conectados con un legado cultural que trasciende el tiempo. En un mundo que glorifica la vigilia y la productividad, tal vez sea hora de aprender a soñar de nuevo.

Por Mauricio Jaime Goio.


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