Las fuerzas de oposición rumbo a las elecciones 2025


Susana Bejarano y Vladimir Peña analizan el campo de las fuerzas que compiten por reemplazar al MAS en el ejercicio del poder.

Por Pablo Deheza



Fuente: La Razón

En el horizonte político boliviano, la oposición al Movimiento al Socialismo (MAS) enfrenta un escenario tan complejo como decisivo de cara a las elecciones presidenciales de agosto de 2025. Las fuerzas opositoras se encuentran fragmentadas, pero se muestran en plena búsqueda de consolidar estrategias que les permitan convertirse en una verdadera alternativa de poder. Esta pugna se desarrolla en un contexto marcado por el debilitamiento del oficialismo, que enfrenta una crisis económica e institucional, así como divisiones internas que ponen en tela de juicio su capacidad de mantenerse hegemónico en la arena política.

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Las elecciones de 2025 no solo representan la posibilidad de un cambio político en Bolivia, sino también un momento complicado en pleno año del Bicentenario. Factores como la intensa disputa interna en el MAS y el creciente descontento popular son elementos determinantes en esta contienda. Además, el peso de los liderazgos regionales, las alianzas estratégicas y el discurso que logre captar el voto del electorado desencantado serán factores clave en la carrera electoral.

Para abordar este panorama, Animal Político de La Razón conversó con Vladimir Peña, abogado y exsecretario de Gobierno de la Gobernación de Santa Cruz, y Susana Bejarano, politóloga y destacada intelectual. Ambos ofrecen perspectivas valiosas sobre las dinámicas políticas actuales y los desafíos que enfrentan los actores opositores. Estas voces expertas dan luz sobre el incierto pero decisivo camino hacia 2025.

La visión de Susana Bejarano

En el complejo tablero político boliviano, las elecciones presidenciales de agosto de 2025 se presentan como una oportunidad única para la oposición, que por primera vez en dos décadas tiene posibilidades reales de acceder al poder por vía democrática. Sin embargo, el camino hacia esa meta está lejos de ser sencillo, como advierte Susana Bejarano.

«La oposición, por primera vez en dos décadas, puede pensar en hacerse del gobierno por vía democrática. Esto ya representa, por supuesto, un escenario completamente nuevo para todos, incluidos masistas y no masistas», afirma la politóloga. En este sentido, el debilitamiento del MAS, ahora fragmentado y enfrentando múltiples crisis internas y externas, configura un panorama inédito para las fuerzas opositoras. A diferencia de elecciones anteriores, el MAS ya no es ese bloque monolítico y poderoso que servía de catalizador para la unidad opositora. “Hoy se tiene nuevamente ese discurso de unidad, pero sin el aliciente de ese MAS fuerte, unido y sólido”, explica.

La anunciada unidad en la oposición

El concepto de unidad ha sido central en la estrategia de la oposición boliviana. Desde 2009, el intento de presentar un frente único contra el MAS ha sido visto como la única posibilidad real de desafiar su hegemonía. Sin embargo, como señala Bejarano, esa narrativa pierde fuerza en el contexto actual. “En el pasado no ha sido posible por muchas diferencias y apetitos personales; lo veo mucho menos factible ahora, cuando el gran enemigo está completamente debilitado”.

Uno de los mayores obstáculos para lograr esta unidad es la falta de incentivos claros entre los principales líderes opositores, como Samuel Doria Medina, Manfred Reyes Villa y Jorge Quiroga. “Si consideramos válidas las encuestas que hemos estado viendo, la oposición está representada por tres figuras más o menos empatadas, con variaciones dentro del margen de error muestral. Entonces, ¿cuál sería el objetivo de que Samuel Doria Medina, Manfred Reyes Villa o Tuto Quiroga cedan su voto al otro, si cualquiera de estos tres podría ser presidente?”, reflexiona Bejarano.

La incapacidad de estos líderes para resolver sus diferencias amenaza con perpetuar la fragmentación opositora. “No veo un incentivo real”, sentencia Bejarano, al señalar cómo los egos y las ambiciones individuales dificultan la construcción de un proyecto colectivo.

Manfred Reyes Villa

Entre las figuras opositoras, Manfred Reyes Villa destaca por su aparente capacidad para diferenciarse del resto. Bejarano lo describe como alguien que ha intentado posicionarse como una opción centrista, capaz de atraer tanto al electorado tradicionalmente opositor como al desencantado con el MAS. “Es curioso cómo en esta elección Manfred Reyes Villa puede resultar novedoso. Estamos hablando de alguien que lleva más de 25 años en política y que claramente no es una figura nueva”, comenta.

Reyes Villa ha mostrado un enfoque pragmático, buscando alianzas con sectores populares y enviando señales a regiones clave como El Alto, un movimiento que Bejarano considera estratégico pero insuficiente. “Hace un guiño a El Alto, pero hacer un guiño a El Alto no es solamente decir que un alteño tiene que estar presente; es importante preguntarse quién representa qué”, aclara.

Sin embargo, Bejarano también advierte sobre las limitaciones de Reyes Villa: “Si se observa todas las encuestas, Manfred tiene la misma intención de voto que tenía el año pasado en esta fecha. No ha habido un crecimiento en 2024; lo que hay es un crecimiento de los otros candidatos”. Este estancamiento podría ser una señal de que su discurso no está logrando trascender más allá de su ámbito en Cochabamba.

El voto popular y la oposición

Para Bejarano, el éxito de cualquier candidatura opositora dependerá de su capacidad para conectar con el voto popular, especialmente con aquellos sectores que, aunque desencantados con el MAS, aún no encuentran una alternativa clara. “Quien se atreva a hablarle al mundo popular sin tapujos, quien se atreva a salir del miedo a la reacción del grupo polarizado e intente buscar votos que anteriormente apoyaban al masismo, creo que ese podría ser el personaje que nos sorprenda en las elecciones”, afirma.

Esta estrategia, sin embargo, implica riesgos y requiere una lectura cuidadosa de las dinámicas sociales. Bejarano subraya que los discursos radicales o excesivamente tecnocráticos tienen poco eco en un electorado que busca soluciones prácticas a problemas cotidianos. “El país necesita un líder que pueda empezar a recoser un país que todavía tiene heridas abiertas del 2019, que todavía no tiene una cohesión social, que todavía ve su unidad resquebrajada”, enfatiza.

Las lecciones de Santa Cruz

El declive del protagonismo de Santa Cruz, otrora considerado el bastión opositor más fuerte, también es un elemento clave en el análisis de Bejarano. La región, que había sido vista como el motor de la oposición y un modelo para el resto del país, enfrenta hoy una crisis de liderazgo y cohesión tras el controvertido paro de los treinta y seis días. “El modelo cruceño se ha visto cuestionado por los propios cruceños luego del paro y también está el tema de las subvenciones”, observa.

Esta situación ha debilitado a los líderes cruceños tradicionales y reducido el peso político de la región en el escenario nacional. “Las alianzas van a ser de tipo político, más que pensar en una cuestión de modelo. Son alianzas que tienen que ver con discursos que son lo mismo en Santa Cruz que en Potosí o en Oruro”, asevera Bejarano.

Un panorama incierto

De cara a 2025, el panorama político boliviano es tan incierto como fascinante. Las divisiones internas del MAS ofrecen una oportunidad única para la oposición, pero también exigen estrategias innovadoras y discursos capaces de trascender las viejas lógicas polarizadoras. Como advierte Bejarano, el futuro dependerá de la capacidad de los líderes opositores para «persuadir con discursos menos radicalizados o menos cargados de odio a este grupo del medio» que busca alternativas reales.

En un contexto marcado por la desconfianza y el desencanto, Bolivia parece estar en la antesala de una transformación política profunda. Sin embargo, como bien señala Bejarano, el verdadero desafío será traducir las promesas en hechos y las alianzas en resultados concretos. Las elecciones del 2025 podrían ser el inicio de un nuevo ciclo político, pero también podrían perpetuar las tensiones y divisiones que han marcado la historia reciente del país.

La mirada de Vladimir Peña

Vladimir Peña, abogado, analista político y exsecretario de Gobierno de la Gobernación de Santa Cruz, describe el escenario actual como “una coyuntura de incertidumbre y apertura” que podría definir el rumbo del país.

“Nos encontramos en un contexto muy distinto a las casi dos décadas del MAS en el poder, y hoy considero que hay un aroma a fin de ciclo cada vez más nítido”, sostiene Peña. Desde su perspectiva, el desgaste del oficialismo se manifiesta en varios ámbitos: la crisis económica, la erosión de la estabilidad política que antes representaba el MAS y las divisiones internas entre los grupos liderados por Evo Morales y Luis Arce. Esta fragmentación interna pone en duda la capacidad del MAS para mantener su hegemonía.

Peña destaca que las “banderas más concluyentes en términos electorales para el MAS—tanto la estabilidad política como la económica—se han erosionado”. Sin embargo, advierte que el declive del MAS no implica su desaparición como fuerza relevante: “Este declive del Movimiento al Socialismo no significa que vaya a pasar a un papel secundario. Seguirá siendo un actor relevante”, afirma.

Fragmentación y dudas

El escenario opositor, aunque alentado por las debilidades del oficialismo, está lejos de estar consolidado. Peña subraya que la oposición se encuentra fragmentada en tres espacios principales: la “oposición clásica tradicional”, encabezada por figuras como Jorge Quiroga y Samuel Doria Medina; el bloque liderado por Manfred Reyes Villa, que busca posicionarse como una opción centrista; y un tercer grupo que Peña describe como “la derecha más extrema”, inspirada por movimientos internacionales como el mileísmo.

“El campo de las alternativas políticas se abre a un escenario de total incertidumbre. No hay un claro proyecto político para sustituir al MAS”, dice Peña. Además, considera que “los candidatos y proyectos políticos más importantes de la oposición en 2020 ya no estarán en 2025, o al menos no en primera línea”. Entre ellos menciona a Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho.

Promesas y límites de la unidad

Uno de los desarrollos recientes más relevantes en el campo opositor es la alianza planteada por Jorge Quiroga, Samuel Doria Medina, Luis Fernando Camacho y Rubén Costas, quienes buscan construir una candidatura cohesionada. “El mensaje ha sido bien recibido en el voto opositor, en el voto antimasista”, señala Peña, aunque también advierte sobre las dificultades inherentes a esta coalición. “En ese grupo hay dos que claramente quieren ser candidatos y otros dos que están jugando a llevarse los mayores frutos o la mayor factura de ser los que generaron la unidad”, observa.

El analista también resalta los obstáculos para llegar a un mecanismo consensuado de selección de candidaturas: “Unos quieren encuesta, los otros no. Y si no hay acuerdo ahí, creo que el tema de la unidad puede no llegar a germinar como todos esperan”. Esta falta de consenso podría derivar en una competencia electoral fragmentada, debilitando la posición de la oposición frente al MAS.

Peña identifica a Manfred Reyes Villa como una figura que podría capitalizar el descontento tanto dentro como fuera del MAS. “Manfred se ha colocado en una situación donde puede encontrar votos de ambos lados: tanto el voto tradicional opositor como el voto descontento que apoyó al MAS y que ahora ya no está dispuesto a respaldarlo”. No obstante, advierte que su éxito dependerá de su capacidad para consolidar alianzas y ampliar su base de apoyo más allá de Cochabamba, donde ejerce como alcalde.

Riesgos e incertidumbres en la oposición

Un elemento que preocupa a Peña es el debilitamiento de las instituciones democráticas, particularmente en el contexto electoral. “Estamos en una elección donde no hay garantías plenas de que será una competición con estándares mínimos democráticos. Por el contrario, la ‘trampa envolvente’, como diría García Linera, seguirá presente”, advierte. Este panorama obliga a la oposición a articular estrategias que no solo respondan a las necesidades del electorado, sino que también protejan la integridad del proceso electoral.

Peña concluye que el panorama político boliviano de cara a 2025 es profundamente incierto, pero también cargado de oportunidades para la oposición. “Estamos en un momento que considero de inflexión para el país… un marco ampliamente abierto para los próximos siete u ocho meses de fragor electoral”, reflexiona.

La capacidad de los actores opositores para superar sus diferencias, articular un discurso inclusivo y enfrentar los desafíos institucionales será crucial para definir el futuro de Bolivia. Como señala Peña, “la oportunidad puede ser mayor que en procesos electorales anteriores”, pero dependerá de que la oposición logre transformar sus fragmentadas fuerzas en una alternativa cohesionada y creíble.

Fuente: La Razón


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