Bolivia y Perú, dos naciones vecinas unidas por una historia compartida y vínculos de sangre profundos, han seguido trayectorias económicas notablemente divergentes en las últimas décadas. Aunque comparten un legado histórico y cultural, sus modelos económicos, así como sus contextos políticos e institucionales, han dado lugar a resultados contrastantes. Mientras que Perú se destaca por su estabilidad macroeconómica y crecimiento sostenido, Bolivia enfrenta una serie de desafíos que limitan su desarrollo económico y social.
Un indicador clave de esta divergencia es la estabilidad cambiaria. En 2006, el tipo de cambio en Perú era de 3,40 soles por dólar, y en 2024 alcanzó los 3,74 soles por dólar, lo que demuestra una notable estabilidad. En Bolivia, el boliviano pasó de 8,03 por dólar en 2006 a 11,20 por dólar en 2024, reflejando una mayor depreciación y una gestión monetaria menos eficaz. En términos de Producto Interno Bruto (PIB), Perú registró un crecimiento impresionante de 88.643 millones de dólares en 2006 a 267.603 millones en 2023, un aumento de 179.000 millones. Bolivia, en cambio, creció de 11.452 millones a 45.135 millones en el mismo período, un avance importante, pero mucho más modesto.
Estas diferencias van más allá de los números y reflejan elecciones políticas y económicas divergentes. Desde 1990, Perú ha mantenido una política económica liberal iniciada bajo el gobierno de Alberto Fujimori, priorizando la apertura comercial, la estabilidad macroeconómica y la inversión privada. En contraste, Bolivia adoptó un modelo neo estatista denominado Modelo Económico Social Comunitario y Productivo (MESCP), complementado con el Modelo de Industrialización con Sustitución de Importaciones (ISI). Aunque ambiciosos, estos modelos priorizaron el control estatal sobre la economía, generando distorsiones.
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En el ámbito político, ambos países enfrentan desconfianza ciudadana hacia sus representantes, alimentada por la presencia de parlamentarios cuestionables con un bajo nivel educativo, falta de ética y, en algunos casos, vínculos con la corrupción. Sin embargo, el contexto institucional de cada país ha producido resultados diferentes.
En Bolivia, tres presidentes recientes ilustran un sistema político caracterizado por la concentración del poder en el Ejecutivo, debilitando el Legislativo y Judicial. Uno estuvo en el poder 14 años y otro fue interino menos de un año. Por su parte, Perú ha tenido mayor volatilidad, con ocho presidentes entre titulares e interinos en dos décadas; seis están siendo procesados judicialmente y dos encarcelados. Aunque esta situación refleja crisis en la estabilidad del poder ejecutivo peruano, también evidencia una capacidad institucional para sancionar la corrupción, lo que puede interpretarse como un signo de rendir cuentas a la ciudadanía.
La institucionalidad también ha sido clave. En Perú, el Banco Central de Reserva opera de manera independiente, incluso bajo presión política. Bolivia, por otro lado, ha visto cómo su Banco Central perdió independencia, con ocho presidentes interinos en poco tiempo, reflejo de una gestión influenciada por intereses políticos. Este contraste resalta la importancia de instituciones sólidas para el desarrollo económico.
El comercio exterior también marca una diferencia significativa. Gracias a su acceso al océano Pacífico y a su enfoque geopolítico en el comercio, Perú se ha integrado a mercados internacionales mediante acuerdos con Estados Unidos, la Unión Europea y Asia, diversificando sus exportaciones. En contraste, Bolivia, sin salida al mar y con una estrategia comercial limitada, depende principalmente de la exportación de gas natural y minerales, sectores expuestos a la volatilidad de precios internacionales.
La innovación es otra área donde Perú ha superado a Bolivia. En 2024, Perú ocupaba el puesto 75 en el índice global de innovación, mejorando desde la posición 79 en 2009. Bolivia, en cambio, retrocedió del puesto 98 al 100 en el mismo período. Este retroceso sugiere que las universidades bolivianas no han fomentado una cultura de creatividad e investigación. Mientras Perú avanza, Bolivia parece estancada en sistemas educativos que priorizan la memoria y repetición sobre la innovación.
El rol del gasto público también merece atención. Durante el auge de precios de materias primas, Bolivia utilizó sus ingresos para financiar programas sociales y proyectos de infraestructura. Aunque estas medidas redujeron la pobreza, también crearon una dependencia insostenible del gasto público cuando los precios internacionales cayeron. Perú, en cambio, implementó políticas fiscales más prudentes, acumulando reservas internacionales y manejando su presupuesto de manera más eficiente.
Bolivia debe aprender de la experiencia peruana y aplicar cambios urgentes para fortalecer su economía. Es esencial que la política deje de influir en las decisiones económicas, permitiendo que el libre mercado guíe la política económica. El Banco Central debe recuperar su independencia para evitar que las decisiones políticas afecten la estabilidad económica. Además, Bolivia debe abandonar el modelo estatista y adoptar un enfoque más liberal, que fomente el libre mercado y atraiga inversión privada. Solo con estas reformas estructurales se logrará un crecimiento sostenido. Es imprescindible además contar con un poder judicial independiente que garantice la seguridad jurídica y fortalecer la confianza de los inversionistas.
Por: Miguel Angel Amonzabel Gonzales
Investigador y analista socioeconómico