La caída de las reservas despierta preocupación entre expertos, quienes advierten riesgos para la estabilidad económica del país.
Oro, divisas y monedas
Por Óscar Capriles
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Bolivia cerró 2024 con Reservas Internacionales Netas de $us 1.976 millones, equivalentes al 4% del Producto Interno Bruto (PIB). Este nivel, según economistas, es el más bajo registrado en al menos 60 años y genera preocupación por las consecuencias económicas y sociales que podría desencadenar.
El economista Gonzalo Chávez, en contacto con medios televisivos, señaló que estas reservas se usaron para financiar empresas estatales ineficientes, cubrir gastos en salarios y propaganda, así como para reducir déficits públicos.
Asimismo, advirtió que las reservas de oro no han sido repuestas, aunque su valor aumentó debido a la valorización de los lingotes.
Diferentes perspectivas sobre el impacto de la crisis
Roger Banegas, comparó la situación actual con la de 1964, indicando que la economía ha retrocedido varias décadas.
Por su parte, Omar Velasco refutó esta afirmación, argumentando que medir las reservas como porcentaje del PIB no es un indicador reconocido internacionalmente.
Según Velasco, las reservas pueden analizarse a través de varios indicadores. Entre ellos destacan: la relación entre reservas y el dinero en sentido amplio, las reservas frente a la deuda a corto plazo, las reservas como proporción de las importaciones y el indicador ARA (Assessing Reserve Adequacy, por sus siglas en inglés). Este último es una medida ponderada que integra variables como exportaciones, deuda a corto plazo, pasivos de portafolio y masa monetaria.
José Gabriel Espinoza, en cambio, destacó que el nivel actual de reservas es insuficiente para afrontar las obligaciones financieras del país.
Según su análisis, Bolivia necesitaría entre 8% y 12% del PIB en reservas para mantener la estabilidad, lo que actualmente está lejos de alcanzarse.
Espinoza también alertó sobre las consecuencias de esta crisis, incluyendo la pérdida de confianza económica, restricciones al financiamiento internacional y un impacto inflacionario creciente.
Un panorama crítico
Para Horst Grebe, las Reservas Internacionales de Bolivia enfrentan una situación crítica debido a su uso intensivo para financiar desequilibrios externos y fiscales.
Estas reservas, que en 2014 superaron los USD 15.000 millones, se redujeron a menos de Sus. 2.000 millones desde 2023. Más de tres cuartas partes de este monto corresponden a oro monetario, cuya cotización internacional ha aumentado en los últimos años, sin que esto represente un mérito del Banco Central.
Según Grebe, el déficit en la balanza de hidrocarburos, causado por el aumento del gasto en importación de combustibles frente a la disminución de ingresos por exportación de gas natural, ha agravado el desequilibrio de la cuenta corriente. A esto se suma la caída en los valores de exportación de manufacturas y productos agropecuarios, sin suficientes ingresos de capital para compensar.
Este panorama refleja una necesidad urgente de políticas económicas, monetarias y fiscales coordinadas, muy distintas a las planteadas en el Presupuesto General del Estado, el cual se permite sin discusión parlamentaria.
Proyecciones y posibles soluciones
Alberto Bonadona señaló que Bolivia recurrió en 2024 a préstamos para cubrir $us 1.526 millones en servicios de deuda, una parte financiada con nueva deuda. Esto, según él, refleja la falta de una estrategia clara del gobierno para manejar la situación.
Bonadona destacó que países como Brasil han recurrido al FMI con éxito en situaciones similares, aunque Bolivia mantiene una postura ideológica contraria a esta opción.
Desde el Banco Central de Bolivia, se destacó un aumento de $us 267 millones en las reservas respecto a 2023. Sin embargo, Fernando Romero expresó preocupación por la composición de las reservas, ya que solo el 10% corresponde a divisas líquidas, lo que limita la capacidad de afrontar compromisos financieros.
Riesgos para el futuro cercano
Los economistas coinciden en que la caída de las reservas compromete la capacidad del Banco Central para implementar políticas monetarias y cambiarias efectivas. Esto podría intensificar los procesos inflacionarios y aumentar los costos de financiamiento externo, dejando a Bolivia en una posición vulnerable frente a choques económicos.