Venezuela: Nunca una tiranía izquierdista fue derrocada


Más allá de las execrables dictaduras militares tildadas de derechistas – y que cayeron todas, unas por vía democrática como en Chile y otras a la fuerza -, nunca una dictadura de izquierdas fue derrocada en Latinoamérica. El mafioso y tirano Fidel Castro – que literalmente destruyó todos los cimientos democráticos de Cuba  y que hoy está sumida en la miseria más absoluta – murió en su cama, nimbado por su corrupto hermanito junto a una recua de socialistas todos, también, infectos y domeñados.

Daniel Ortega, en Nicaragua, es otro de estos ejemplos que pese a haber demolido todas las instituciones democráticas que junto a su repugnante esposa – y ahora copresidente de Nicaragua. Algo jamás visto en el mundo -, se han ciscado a todos los nicaragüenses.



Si la tiranía madurista cayera – de hecho sería el mayor triunfo de la democracia en la historia de América Latina -, sería algo realmente histórico. Pero, ojo: realmente histórico. Y que, no creo que ninguna democracia dejaría de aplaudir, salvo los gobiernos tiranos como China, Rusia e Irán, junto a sus monigotes, incluido el gobierno masista.

Créanme que no tengo ninguna duda en afirmarlo.

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La vuelta del orden democrático solo se ha dado con la caída de los dictadores de derecha. En la Argentina se logró en 1983 con el retiro de los militares criminales, lo mismo que en Perú, Uruguay, Brasil y, como mencionaba antes, en Chile, donde Augusto Pinochet, con toda su vesania, no tuvo más remedio que aceptar el resultado del plebiscito que lo separó del poder en 1988. Quizá esto suene chirriante para algunos sensibleros, pero hay que reconocerle ese acto democrático al militar chileno, primero de haber garantizado un proceso electoral transparente y, luego, de reconocer los resultados, para al final del proceso, entregarle la banda presidencial, en el Congreso, a Patricio Aylwin, inaugurando la democracia en el país trasandino.

A ver si alguno de estos dictadores o totalitarios socialistas, tienen esa altura política e histórica. Simple pregunta: ¿Usted cree que Evo Morales podría haber tenido la moral para entregar la banda presidencial a su principal opositor, frente a todos los bolivianos, respetando una transición democrática? ¡Jamás!

Por eso sostengo que la libertad en nuestro continente tiene una cita brutalmente histórica en Venezuela este viernes 10 de enero. Si Nicolás Maduro llega a usurpar, de nuevo, la presidencia, robándole el mandato abrumador que el 28 de julio el pueblo venezolano le dio en las urnas al candidato de oposición Edmundo González  y a su valiente compañera política, María Corina Machado, cada respiro de ese esbirro será un insulto para todos nosotros los demócratas del mundo occidental.

Mientras tanto, todo ya está listo: Los militares vendidos ya están listos para reprimir. Han rodeado  Diosdado Cabello, ya está con la pistola cargada, para  amurallar el Palacio Federal Legislativo, sede del Parlamento unicameral venezolano, donde se dará la juramentación presidencial más gorrinera de la historia política de Venezuela.

Más de nueve millones de venezolanos huyeron de estos sicofantes en todo este tiempo de tiranía chavista y luego madurista. Y que esta semana, anhelan con retornar a sus hogares, reencontrarse con sus madres, hermanos, hijos. Que sueñan con volver a caminar por sus avenidas, tomarse un helado, felices y libres, sabiendo que la paz y el orden han retornado. Que la calma y la cordura han pisado suelo venezolano.

Pero no pasará. Ni siquiera por birlibirloque. A ese nivel de patetismo para gozo de todos estos socialistas de poca estofa.


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