Hace un par de días, pude leer una columna escrita por un antiguo miembro del MIR y que también es un pensador y escritor a quien tuve la oportunidad de conocer cuando me visitó en la antigua Corte Departamental Electoral de Cochabamba para recabar información electoral para un diplomado que estaba concluyendo. Dicha columna recoge el fiel y leal pensamiento partidista que fue acuñado en aquella época de la democracia pactada, título que no le agrada porque él defiende el diálogo, la negociación y el pacto como esencia de la democracia en la que él denomina “la etapa más avanzada y útil para los bolivianos”, argumento utilizado para sentenciar que los políticos con experiencia serían los únicos con “sentido de Estado y otros valores”. En verdad, creo que también es útil recordar que la negociación y el pacto fueron, principalmente, para la distribución equitativa de las instituciones y de los cargos públicos en beneficio de los integrantes del acuerdo político, no así de los comunes. Y no podemos dejar de lado que la derivación, gracias a ese tipo de democracia, fue que al MAS no le costó mucho llegar al poder. En esa perspectiva no pueden los experimentados mirar a un lado y negar que también son culpables de que ahora tengamos el gobierno que tenemos, el origen de la crisis es político, no económico.
La forma de caudillismo de aquella época, queda reflejada cuando nos cuenta que tras dos días de discusión en los “ampliados” del partido “los debates eran de una riqueza espectacular para orientar en el qué hacer” pero que finalmente el jefe determinaba vía “comisión”, la redacción de las conclusiones y todos felices de haber participado, pero, sin haber decidido. En esa línea, pese a defender a los políticos experimentados, defenestra a Carlos Mesa por su permanente acercamiento al masismo, lo propio hace con el exministro mirista de la UDP Samuel Doria Medina a quien duramente le dice que “no ha nacido ni tiene talento para la política” y deja a Manfred solamente para alcalde porque no da para más. Esos argumentos son utilizados para concluir que su candidato de preferencia es “Tuto” Quiroga, esmerándose en las cualidades que lo deben hacer presidente, dejando de lado a los candidatos emergentes o de algún outsider porque no tiene experiencia en el manejo estatal y, por lo tanto, deberían esperar su “próxima chance”, extremando su escritura para tratarlos peyorativamente desde en seguidor del fujimorismo, o el letrado rector que le “provoca ternura” o al hijo de su exjefe que lo deja solamente de bailador folclórico y por último al posible candidato oficialista que no pasa de ser un exalumno de la Escuela de Cuadros del Partido Comunista. Así se pretende explicar la supervivencia de caducos líderes que aparecen como hongos en tiempos electorales y de sus seguidores que ven en ellos una oportunidad de volver al ruedo, por eso se empeñan en revivir añejas siglas de partidos ya desactivados del quehacer político.
Hoy, la política no solo define el rumbo del país, sino también el destino de millones de personas atrapadas en una crisis económica, social y moral que parece no tener fin. Así están las cosas, se percibe en el ambiente, la gente está cansada de la pobreza intelectual a la que los políticos tradicionales nos han llevado en estos últimos tiempos, los debates de políticos se han reemplazado con intervenciones y acciones para dañar a los oponentes, no hay adversarios, son enemigos políticos; el show mediático se ha apropiado de los medios tradicionales y de las redes sociales; Bolivia está en un punto de inflexión. El MAS ha perdido credibilidad, y el descontento popular es palpable, pero este descontento, si no se canaliza adecuadamente, puede transformarse en apatía, la historia nos enseña que las grandes transformaciones no ocurren por casualidad, sino por la concurrencia de liderazgo y oportunidad, es el tiempo del cambio.
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