Mientras que los principales indicadores de la economía boliviana muestran la inminencia de un peligroso descalabro, el presidente Luis Arce asegura que Bolivia le está dando al mundo una lección de cómo administrar en tiempos de crisis.
O los asesores de Arce le dan muy malos consejos, o definitivamente el mandatario pasa por un momento de grave desconcierto.
Hay varios ejemplos. Si administrar bien una economía sin dólares es prohibir la exportación de carne, entonces efectivamente se está dando una lección al mundo, pero de lo que nunca se debe hacer, porque, hasta un estudiante de economía sabe – no solo un catedrático como Arce – que cuando se exporta se generan divisas.
Tampoco es una señal de buena administración económica decirles a los productores y comercializadores de alimentos, “desde mañana me voy a poder meter a tus almacenes o bodegas para confiscar tus productos, porque tengo la sospecha de que los escondes para subir los precios”.
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Ningún productor en su sano juicio aceptaría una norma de estas características, que solo abre las puertas a la arbitrariedad, el abuso y la extorsión de autoridades que no se caracterizan precisamente por su honestidad y transparencia.
Sucede lo mismo con el famoso contrabando a la inversa. Todas las estrategias ejecutadas por el gobierno para frenar el contrabando desde países vecinos han sido un fracaso. Las mafias, algunas protegidas institucionalmente, han operado sin problemas en la frontera y, cuando han tenido que enfrentar a la ley, lo han hecho a tiros.
Ahora que salen productos de Bolivia hacia Argentina, Perú o Brasil, se les persigue implacablemente, dizque para evitar que un desabastecimiento de aceite u otros productos en el mercado interno, cosa que no es del todo cierta, porque se sabe que las plantas de las pocas industrias locales, duramente afectadas por la competencia del contrabando común, operan por debajo de su capacidad, en algunos casos hasta en un 50%.
No se trata de justificar el contrabando de unos, mientras se censura el de otros, pero si los otros ganaron durante tanto tiempo, tal vez sea el momento de hacer ganar – en dólares – a los nuestros.
Las señales que se dan con el litio no son precisamente las de una administración ejemplar en el manejo de la crisis. Bolivia está rezagada en la carrera por posicionarse como uno de los principales productores. Otros países, Argentina y Chile entre los cercanos, llevan la delantera, pese a que no cuentan con la magnitud de las reservas bolivianas.
El mercado no espera a Bolivia. Los fabricantes de baterías para celulares o automóviles que utilizan el litio como principal insumo, seguirán produciendo independientemente de lo que haga el país con sus reservas y mientras más tiempo pase más difícil será participar de una carrera vertiginosa.
Por último, una buena administración de la crisis, por lo menos debería garantizar el abastecimiento de combustibles, pero como las reservas andan tocando el fondo de las bóvedas del Banco Central, las deudas con los proveedores crecen y algunos, comprensiblemente, ya no quieren trabajar con Bolivia.
Si hay un lugar donde se administra mal es Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). La gallina de los huevos de oro, como la llamaba don Víctor Paz Estenssoro en tiempos de la capitalización, ha quedado casi completamente desplumada, sin gas, ni recursos para seguir explorando.
En ese escenario, en medio de la ferocidad de las críticas y la ansiedad por el creciente rechazo de la gente, el presidente es un capitán que, a pesar de haber perdido hace tiempo la brújula, se aferra al timón y, arrogante, mantiene la dirección hacia el iceberg. Un capo contra la crisis.