Argentina es el país que ha acogido a mi hijo y donde nació mi nieto. Mientras más conozco esa tierra y a su gente, mayor mi deseo porque los problemas que hoy enfrenta, aunque tienen raíces de larga data, se resuelvan.
Cuando Javier Milei fue electo en 2023 en una victoria clara y contundente, esperaba que, finalmente, Argentina empezara a salir del pozo al que muchos años de desgobiernos la condenaron. Personalmente, no me gustaba el histrionismo de Milei, ni compartía sus dogmáticas posturas en relación con la economía, pero abrigaba cierta esperanza que, una vez en el Gobierno, Milei optaría por resolver los problemas en lugar de insistir en tratar de ajustar la realidad a la teoría, como lo han hecho todos los gobiernos neoliberales.
En efecto, la práctica del neoliberalismo –que desde hace más de medio siglo domina el pensamiento económico ortodoxo– ha adoptado teorías poco o nada plausibles frente a la realidad, las envolvió en impresionante ropaje matemático, y con la “mat-economía” como biblia, estableció un culto que el FMI/BM se encargaron de imponer. Hoy, las dos entidades globales reconocen que el neoliberalismo transformó el capitalismo industrial en un capitalismo financiero que ha acentuado globalmente la pobreza y la desigualdad.
En los 25 años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, bajo el capitalismo industrial, las economías en Estados Unidos, Europa y sus aliados, lograron enormes avances en crecimiento económico acompañado por la reducción de la pobreza y la desigualdad. La base conceptual de ese modelo era la creación de valor en una economía de pleno empleo, capaz de mantener un equilibrio dinámico entre una creciente capacidad del aparato productivo para crear nuevos bienes y servicios, con la capacidad de consumo que los hogares tenían por los ingresos que aseguraba el acceso a empleo remunerado.
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El neoliberalismo que lo sustituyó en la década de los años 1970 privilegió el rol del capital sobre el del empleo, lo que inició la transición al capitalismo financiero en el que la creación de valor a través de la producción fue sustituida por la captura de rentas que los capitalistas logran, especialmente, especulando en las bolsas de valores mediante, por ejemplo, “buy-backs” empresas comprando sus propias acciones para subir su valor en las bolsas.
Así, en Estados Unidos, el valor en bolsa de TESLA es 10 veces mayor que el de Toyota, aunque Toyota produce anualmente 10 veces más vehículos y tiene ocho veces más ingresos que TESLA; o BOEING, que al terciarizar varios procesos buscando maximizar el valor de sus acciones, perdió productividad y sus mayores ventajas competitivas frente a Airbus y a nivel global.
Con estos antecedentes como telón de fondo, las preguntas que permitirían señalar en qué dirección avanza Argentina bajo el gobierno de Milei, serían: uno, en qué sectores de actividad económica se concentra la recuperación; y, dos, cómo la recuperación incide en la “economía real”, la que genera valor, empleo e ingresos para los hogares.
El INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina) ya tiene datos económicos a diciembre de 2024, lo que permite esbozar una evaluación inicial de los procesos iniciados, y de los resultados del primer año del gobierno de Milei. ¿Qué cambió entre diciembre de 2023 y diciembre de 2024?
Primera mala señal: el reporte establece que la intermediación financiera tuvo la mayor incidencia positiva en la variación interanual del EMAE (Estimador Mensual de Actividad Económica), seguida por explotación de minas y canteras y recaudación de impuestos. Al otro extremo, los sectores económicos de construcción, industria manufacturera y comercio mayorista, minorista y reparaciones, son los que más le restan a la variación interanual del EMAE. Es decir, el capitalismo financiero se impuso a la economía real.
Segundo, de mal en peor: el IPI (Índice de Producción Industrial) interanual entre enero y diciembre de 2024 ha caído en todos los meses respecto al correspondiente mes de 2023, terminando de diciembre 2023 a diciembre 2024 con -9,4%. Pero, además, lo ha hecho en 23 de los 24 rubros en los que se subdividen las actividades productivas para fines estadísticos: el único con crecimiento (modesto) de 2% es “refinación de petróleo, coque y combustible nuclear”.
Son dos señales en el primer año de gestión. Cierto, se partió con una economía muy maltrecha y, en esas condiciones, un año es un plazo corto para hacer juicios definitivos. Pero otras señales, como la euforia del mercado de valores, el enfoque y el manejo dogmático de las políticas monetaria, fiscal (déficit cero) y laboral (flexibilidad laboral), etc., refuerzan mis temores que Milei no está llevando al pueblo Argentino hacia el desarrollo que merece y que sin duda podría tener para bien de mi nieto y de las generaciones que le seguirán.
En todo caso, aprendiendo de mal ajeno, sería recomendable que, nuestros “mileicitos liberales y libertarios” que pugnan como precandidatos para la próxima elección, hicieran el esfuerzo de evaluar el “milagro Milei” no por los titulares ni las afinidades doctrinales, sino por la realidad que los datos arrojan.
Enrique Velazco Reckling, PhD, es investigador en desarrollo productivo.