Lic Ruben Suarez
A lo largo de la historia, la mujer ha sido víctima de discriminación, exclusión y violencia por parte de un sistema patriarcal que la ha relegado a roles secundarios.
Desde la prohibición del acceso a la educación hasta la lucha por el derecho al voto, su camino ha estado marcado por la resistencia y la búsqueda de equidad. Sin embargo, en la actualidad persisten obstáculos que impiden su plena participación en la política y en otros espacios de poder.
Uno de los problemas más debatidos es la falta de apoyo entre las propias mujeres a la hora de elegir liderazgos femeninos. En muchas elecciones, incluso cuando hay candidatas capaces y comprometidas con la causa de la igualdad, el voto femenino no siempre se inclina a su favor. ¿Es esto resultado del machismo interiorizado o de la competencia entre mujeres?
El machismo internalizado y su impacto en el voto femenino
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El machismo no es un problema exclusivo de los hombres. Desde la infancia, tanto hombres como mujeres crecen en sociedades donde los roles de género están profundamente arraigados. Esto lleva a que muchas mujeres reproduzcan discursos y actitudes machistas sin siquiera cuestionarlos.
En el ámbito político, esta mentalidad se traduce en desconfianza hacia las mujeres líderes. Frases como «las mujeres no están preparadas para gobernar» o «las mujeres son demasiado emocionales para la política» han sido repetidas durante generaciones. Como resultado, algunas votantes terminan prefiriendo candidatos masculinos porque los perciben como más fuertes o más capaces, aun cuando las pruebas indiquen lo contrario.
Este fenómeno es aprovechado por estructuras políticas dominadas por hombres, que fomentan la división entre mujeres y refuerzan la idea de que no pueden confiar en una líder femenina. Si el machismo ha sido una herramienta de control durante siglos, ¿por qué no lo seguiría siendo en la actualidad?
La competencia entre mujeres: ¿Envidia o falta de solidaridad?
Otro factor que influye en la falta de apoyo a mujeres en la política es la competencia desleal entre ellas. En muchas ocasiones, en lugar de impulsarse unas a otras, las mujeres pueden verse como rivales, luchando por espacios que históricamente les han sido negados.
La falta de modelos de liderazgo femenino en la política ha hecho que muchas mujeres vean a las pocas que llegan al poder como excepciones en lugar de precedentes. Esto genera una percepción errónea de que hay «pocos lugares disponibles» para ellas, alimentando la competencia en lugar de la cooperación.
El problema no es la existencia de la competencia en sí misma, sino el hecho de que muchas veces no se basa en la capacidad o el mérito, sino en prejuicios internos. En vez de preguntarse quién es la mejor candidata para representarlas, algunas mujeres se dejan influenciar por estereotipos o sentimientos negativos hacia otras mujeres.
El camino hacia la verdadera igualdad
La solución no pasa por votar por una mujer solo por el hecho de ser mujer, sino por reconocer que las mujeres tienen la misma capacidad que los hombres para liderar. Para lograrlo, es fundamental:
1. Educar sobre el machismo internalizado: Las mujeres deben ser conscientes de los prejuicios que han aprendido y cuestionarlos activamente.
2. Fomentar la solidaridad: En lugar de competir de manera destructiva, es clave apoyarse mutuamente y reconocer los logros de otras mujeres.
3. Impulsar la paridad de género: No basta con que haya una candidata, sino que deben existir condiciones justas para que más mujeres puedan postularse y ser elegidas.
4. Aliarse con hombres que creen en la igualdad: La lucha feminista no es una guerra contra los hombres, sino contra el sistema que oprime a las mujeres. Los hombres con conciencia social también deben apoyar a las candidatas que defienden la equidad.
El voto es una herramienta poderosa para transformar la sociedad. Cuando las mujeres se apoyen unas a otras sin prejuicios ni miedo, el mundo político será un espacio más justo y representativo. Es hora de dejar atrás el machismo, la competencia innecesaria y la falta de confianza en el liderazgo femenino. Porque si las mujeres no votan por mujeres, ¿quién lo hará?