Antidepresivos, pastillas, felicidad SALUD TANYAJOY
En las grandes ciudades, donde la vida se mueve a un ritmo frenético y la tecnología nos ha facilitado la existencia hasta niveles insospechados, el bienestar sigue siendo una meta esquiva. Nos han vendido la idea de que vivir mejor es tener más, que la felicidad se mide en diagnósticos de salud mental y que el malestar cotidiano debe ser corregido con una pastilla. Pero, ¿qué pasa cuando la salud y la felicidad se confunden en un espejismo inalcanzable?
El psiquiatra Fernando Lolas lo advierte con claridad: «la gente identifica salud con felicidad total, y eso no existe». Y es cierto. En las ciudades modernas, donde el contacto humano es cada vez más escaso y las redes sociales suplantan las interacciones reales, la soledad y el aislamiento han dejado de ser un problema filosófico para convertirse en un desafío de salud pública. Países como Japón y Reino Unido han implementado ministerios de la Soledad, un gesto que parece sacado de una novela distópica, pero que responde a un fenómeno muy real: la desconexión emocional en sociedades hiperconectadas.
El otro gran problema es la medicalización del bienestar. Hoy en día, basta un test en TikTok para autodiagnosticarse ansiedad, TOC o TDAH. La salud mental se ha convertido en un mercado, una industria que crea etiquetas, vende soluciones y transforma a la gente en consumidores de su propio malestar. Las farmacéuticas lo saben y las plataformas digitales lo refuerzan. Mientras tanto, los médicos y psicólogos intentan lidiar con una sociedad que ha reemplazado la consulta profesional por el consejo de un influencer.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Lolas sugiere que la clave del bienestar es asumir la responsabilidad individual. Ni el Estado ni el mercado pueden entregarnos la salud como un regalo, porque es un proceso, no un destino. La felicidad no es un estado permanente. Va y viene, se alterna con momentos de letargo y tristeza. Comprender esto es esencial para desarrollar una relación más saludable con nuestras emociones y expectativas. Si bien la cultura del éxito nos exige sentirnos plenos todo el tiempo, la realidad es más compleja. El bienestar es cíclico, y aprender a convivir con nuestras fluctuaciones emocionales es una habilidad crucial en la sociedad contemporánea.
Otro aspecto que no se puede ignorar es la desconexión entre el individuo y su entorno. En el urbanismo contemporáneo, la arquitectura y el diseño de los espacios públicos pueden incidir en la calidad de vida. Ciudades que priorizan la funcionalidad sobre la habitabilidad terminan generando estrés y fatiga en sus habitantes. Los espacios verdes, la planificación de áreas de recreación y el acceso a una infraestructura adecuada pueden ser tan determinantes para el bienestar como la atención médica o la salud mental.
Por otro lado, la cultura de la productividad sin descanso ha llevado a muchas personas a una fatiga emocional y mental. La sobreexposición al trabajo, la competitividad extrema y la falta de momentos de ocio genuino hacen que el agotamiento se confunda con insatisfacción personal. Necesitamos urgentemente replantearnos el concepto de éxito y felicidad, pasando de un modelo basado en la eficiencia y el consumo a otro que valore el tiempo libre, la creatividad y el disfrute de lo cotidiano.
En última instancia, la vida en la ciudad es un equilibrio entre el bullicio y la introspección, entre el exceso de estímulos y la necesidad de pausa. Para encontrar bienestar en este ecosistema vertiginoso, es crucial cultivar hábitos que nos conecten con lo esencial. Hablo de relaciones significativas, un ritmo de vida más equilibrado y una aceptación de que la felicidad no es una meta fija, sino un viaje con altibajos inevitables.
En un mundo que nos bombardea con consejos para ser felices, tal vez el primer paso sea dejar de buscar fórmulas mágicas y empezar a vivir con lo que hay, aceptando que el bienestar es mucho más que una palabra de moda. La clave no está en perseguir una felicidad constante, sino en aprender a transitar los momentos de luz y de sombra con la misma serenidad.
Por Mauricio Jaime Goio.
Fuente. ideastextuales.com