Esquizofrenia política


 

 



La esquizofrenia es un trastorno mental crónico y grave que afecta la forma en que una persona piensa, siente y se comporta. Se caracteriza por síntomas como alucinaciones; percepción de cosas que no existen, como oír voces, (El caso del déspota venezolano, Nicolás Maduro y sus charlas con el pajarito); delirios y creencias falsas e irracionales, (como la lucha armada y/o niñas impúberes que satisfagan los más bajos instintos del exmandatario cocalero), el excesivo afán de interactuar en artes de encantamiento (como cuando Choquehuanca, con ínfulas de nigromante, nos trata de convencer de la inefable sexualidad de las piedras).

A ese injusto nivel hemos descendido los bolivianos, nada más ni menos que a  los 200 años de fundación de nuestra amada República de Bolivia. Hija predilecta de su creador, el Libertador Simón Bolívar y con las expectativas de convertirse, algún día, en uno de los países más prósperos del continente, por su cultura ancestral y por la enorme cantidad de recursos naturales proporcionados por la Providencia.

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Lamentablemente, el recurso humano no contribuyó con ese digno propósito y una muestra suficiente y palpable es el diabólico entripado por el cual transitan los actuales gobernantes, después de haber tenido la oportunidad de administrar los bienes y destinos de Bolivia desde hace dos décadas, en medio de un clima de tranquilidad, nunca antes disfrutado por agrupación o tienda política alguna que haya usufructuado del poder, con miles de millones de dólares de disponibilidad, enormes raudales de dinero de los que no se tiene memoria en nuestra historia.

Un regurgitado socialismo del siglo XXI sería la base filosófica y doctrinaria que habría fundamentado a dichos gobiernos y según la opinión de sus  obscenamente corruptos actores, a tiempo de hacer arqueo en las cajas negras de ese desastre, sólo encontramos un cúmulo de actos de degradación y latrocinio y el descaro de tales bribones de pretender volver, pero sin el más mínimo propósito de devolver.

A este patético cuadro se suma la narrativa masista de una inminente división dentro de sus filas, destinada a concluir, única y eficazmente su principal objetivo, que consiste en lograr el total desquiciamiento y fragmentación de los núcleos civiles de nuestra sociedad, tarea que hasta la fecha la cumplieron a cabalidad, haciendo aparecer personajes de recambio como Andrónico y su falsa pelea con su creador y mentor, Evo Morales. Similar a la riña que nunca existió ni existe, con el aún no oficializado candidato a la reelección, el actual Presidente, fiel y único conocedor de los manejos secretos de las finanzas y de los recursos de su presunto contendor electoral, Evo Morales y el destino que ellos corrieron.

A la luz de lo expuesto, es fácil suponer que la encomienda del alto cargo de la presidencia del Estado Pluri, Progre y multilingüe a su cajero, como él gusta llamar a su exministro de economía, con el firme compromiso de mantenerle la silla en una situación defendible y estable, sobre todo en el aspecto económico, para él poder retornar limpiamente a cumplir ese su sueño esquizoide, y nunca negado, de volver a ser el Presidente del bicentenario de Bolivia, título que lo alucina, lo trastorna y le recrea los momentos de lujuriosa gloria que disfrutó durante sus reiterados pasos por ese solio presidencial, sintiéndose el centro de la atención de jefes de Estado. Con mayor razón,  en una oportunidad, como la citada, donde dejaría su retiro en la republiqueta del Chapare, para volver a constituirse en los predios del Palacio Quemado, aunque sea, por los días de agosto, cuando se celebre el bicentenario de una República que él mismo destruyó y la sustituyó por un Estado que adolece de esquizofrenia Política.


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