Hermana Muerte


(testamento espiritual de Mons. Nicolás Castellanos Franco o.s.a. QEPD)
Fuente: Ideas Textuales

Creo que se avecina la muerte. Para mí la muerte es una cosa sencilla, normal, natural, esperada, que tiene que ocurrir. Es pasar de estar delante, por la fe, invisiblemente del Padre, Madre de Dios, de mi amigo y compañero Jesús de Nazaret, y de mi defensor el Espíritu Santo, al encuentro vis a vis, cara a cara, personal, en los brazos del Padre:

«El Señor es clemente y misericordioso,

Lento a la cólera y rico en piedad;



El Señor es bueno con todos

Es cariñoso con todas sus criaturas». (Salmo 144)

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Entonces la muerte es un paso de la noche a la luz, del dolor al gozo, tal como reza el poema de José Luis Martín Descalzo:

«Acaba de llorar y hacer preguntas

Ver al Amor sin enigmas ni espejos

Descansar de vivir en la ternura

Tener la paz, la luz, la casa juntas

Y hallar, dejando los dolores lejos,

a Noche -luz tras tanta noche oscura».

Con todo, la muerte es un misterio. «No conocemos ni el tiempo de la nueva tierra y de la nueva humanidad, ni el modo en que el universo se transforma» (GS, 39)

Pasar de este mundo contradictorio, desigual e injusto,

Donde muchos no pueden vivir con dignidad,

Pero, por otra parte, también es apasionante, atractivo, seductor…

La muerte es como pasar de una noche oscura a la aurora de un nuevo día, sin fin, pura luz, pura felicidad y pura bondad.

Y, por otra parte, un mundo que no sabemos cómo es, pero sin miedos, inseguridades, violencia, ni agresiones, ni desigualdades, ni tristeza, ni dolor.

Entonces la muerte no es nada trágico, ni el fin de todo.

El luto, la tristeza ante la muerte, no es cristiano.

La muerte para mí es un día de Gloria. El encuentro definitivo con el Padre Dios.

Por eso muero en paz, porque siempre intenté acompañar al empobrecido y excluído.

Hasta la muerte, inspirado en Jesús de Nazaret

Empleado a lo largo de mi vida

En desarrollar los talentos recibidos en beneficio de los demás

Convendio que entre todos podemos hacer

Este mundo habitable para todos.

Soy consciente de mi barro, de mi debilidad, vulnerabilidad,

Pero todo se adelanta porque Dios me amó primero.

Todo es don, todo es gracia y yo el agraciado.

Por eso, alzo la copa de la salvación,

La copa de la pasión, copa amarga y saludable,

Que a lo largo de mi vida

He alzado entre dolores y alegrías,

Entre descalificaciones y reconocimientos

Entre traiciones y adhesiones

Entre difamaciones y amistad multiplicada con mujeres y hombres

Entre colaboradores y pobres y excluidos.

Alzo la copa.

Pero a renglón seguido, alzo la copa con más fuerza y alegría:

  • Por nuestro Dios, Padre, Madre, Ternura, Amor que nos ama
  • – Por mi familia, representada en Demetrio
  • Por los empobrecidos, nuestros amigos y aliados, llenos de esperanza.
  • Por todos los agustinos, agustinas, palentinos, bolivianos: cambas y collas, fraternos y voluntarios con los que hemos vivido la utopía mística y magia de Hombres Nuevos, en el camino de los pobres hacia el Reino.
  • Por los amigos que nos acompañan.
  • Por todos los colaboradores de Hombres Nuevos en favor de los pobres.
  • Por los que nos critican, censuran…
  • Por todas las mujeres y hombres que creen en la bondad de Hombres Nuevos a pesar de sus fallos.

Alzo la copa y canto jubiloso con el salmista:

«Como un padre siente ternura por sus hijos

Siente el Señor ternura por sus fieles

Porque conoce nuestra masa

Se acuerda que somos de barro». (Salmo 102)

Siempre he querido agradar a todos. Pero no lo he conseguido. Pido perdón al que le haya hecho mal sin quererlo.

Así que me despido hasta luego y nos encontraremos en el Reino, donde ya no habrá desencuentros, que es lo que más me ha hecho sufrir.

Y como decía Thérèse de Lisieux, os mandaré rosas desde el cielo. Me gusta la metáfora.

Además, después de la muerte, es una dicha, cerca de Dios, encontrarme con tantos amigos que nos esperan.

Así que entonces hasta luego, sin dramatizar, porque la muerte es lo más normal y natural. Siempre oí a nuestros mayores: «Nacimos para morir». Y leí en San Agustín: «Comienza el hombre a vivir… y ya es capaz de morir». (Sermón 9)

La muerte es una metáfora para despertar en los brazos de Dios. Solo Dios basta».

Nicolás Castellanos Franco osa

El sacerdote agustino Nicolás Castellanos, obispo emérito de Palencia y premio Príncipe de Asturias de la Concordia 1998, recibiendo esta distinción de manos de Felipe de Borbón, actual Rey de España.

 

¿Tiene sentido dar la vida por alguien? ¿Es razonable estar dispuesto a morir o, mejor dicho, a vivir por una causa noble? Hombres como Nicolás Castellanos nos hacen saber que sí es razonable. En los lugares más conflictivos del planeta, allá donde la miseria cuestiona el valor de la vida, hay personas cuyo trabajo solidario nace y se alimenta de convicciones religiosas. El corazón de Nicolás alberga una verdad que alienta a la generosidad y al sacrificio por los demás, que inspira un sentido trascendente, no limitado, de la vida y de la experiencia humana; la convicción de que el mensaje de Jesucristo es un camino seguro hacia un mundo mejor. Muchos ciudadanos se impresionan y se interesan mucho más por la lucidez que resplandece en el testimonio y el ejemplo de personas como Nicolás que por el diálogo más frío -nunca despreciable, acaso inevitable, seguramente necesario también- entre teólogos y jerarcas de la fe. A Nicolás le dicen más las vidas de los pobres que los credos de la Iglesia. Como cristiano se siente más cerca de los que padecen injusticia que de los doctores más avisados del dogma. No es fundamentalista en lo religioso. Sus creencias están forjadas por la adhesión a un sentimiento que llama a la fraternidad y a la solidaridad entre los seres humanos» (Prólogo de José Bono al libro «Memorias de Nicolás Castellanos Franco, vida, pensamiento e historia de un Obispo del Concilio Vaticano II).

Despedida a Monseñor Nicolás

por Gabriela Ichaso

¿Qué otro nombre podría tener una ciudad construida por Monseñor Nicolás Castellanos que «Ciudad de la Alegría»?

¿Qué otro benefactor contemporáneo ha hecho, como él, tanto por la educación, la cultura y la vida de decenas de miles de jóvenes cruceños, a puro inversión privada donada generosamente por sus feligreses palencianos, para dignificar la vida en el Plan 3000?

Su obra es gigantesca. Su vida, un ejemplo de católico que renunció a los oropeles del Obispado para vivir como Jesucristo donde más lo necesitaban.

La Comunidad «Hombres Nuevos» ha perdido a su fundador y mentor; si cabe un verdadero hombre santo, él lo fue. Una iglesia chiquitana replicada en la esquina de la plaza principal del Plan 3000, cuando todavía no había plaza. Colegios amplios, espaciosos, frescos, gratuitos. La Escuela Nacional de Teatro. La Orquesta Hombres Nuevos. La Ciudad de la Alegría con esparcimiento y deporte para tantos. Cuánta obra con contenido. Cuánta infraestructura digna con funcionamiento de primera.

Celebro su vida y su alegría. Siempre listo para servir a Dios y al prójimo.

Celebro su cada día intenso y entregado a su Iglesia, a su comunidad, a los pobres.

Gracias, gracias, gracias.

Buen viaje, Monseñor. Lo quiero siempre. Descanse en paz.


 


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