Mgr. Fernando Berríos Ayala
Politólogo
Las elecciones generales de agosto han abierto la posibilidad de un cambio político en Bolivia, la intensa disputa interna en el MAS y el creciente descontento popular con el gobierno de Arce pueden ser determinantes. Al frente, la oposición apuesta por el peso de liderazgos regionales, por alianzas estratégicas y por una narrativa que logre captar el voto del electorado desencantado con el modelo masista. Estas elecciones son una oportunidad única para la oposición, tiene posibilidades reales de acceder al poder y derrotar al MAS por vía democrática. El camino para lograr ese objetivo está lejos de ser sencillo, la oposición enfrenta un escenario muy complejo, está fragmentada y busca consolidar un liderazgo que le permita ser una verdadera alternativa frente al marcado debilitamiento del oficialismo, el MAS ya no es ese bloque monolítico, fuerte, unido y poderoso de elecciones anteriores, el discurso de unidad del MAS se ha trasladado a la oposición, que viene desde el 2009 tratando de lograr un frente único como estrategia para enfrentar a los masistas. La unidad parece la única posibilidad real para desafiar la hegemonía del partido gobernante, la debilidad del MAS abre las puertas.
Uno de los mayores obstáculos para lograr la unidad de la oposición está en la falta de una mirada clara sobre el país, prevalece el caudillismo por sobre la patria. Los principales líderes opositores, Samuel Doria Medina, Manfred Reyes Villa y Jorge Quiroga se escudan en las innumerables encuestas para justificar del porque no cederían la aspiración presidencial o la cesión de su voto por el otro, cada uno a su turno se muestra como el “enviado de Díos”. Las ambiciones individuales y un elevado ego dificultan la construcción de un proyecto común, la incapacidad de estos candidatos para allanar diferencias amenaza con profundizar la polarización y continuar con la fragmentación del voto ciudadano.
El panorama político boliviano es incierto por la división interna del MAS que favorece a la oposición, pero también porque no hay estrategias innovadoras y una propuesta capaz de remplazar las viejas lógicas políticas. El futuro va mucho más allá de solo sacar al MAS del gobierno, depende de la capacidad de los líderes opositores para presentar alternativas reales de país, no basta solo con discursos. Si queremos un nuevo ciclo político, la unidad debe ser un hecho concreto, demostrar que las promesas electorales no sean simplemente eso: promesas. No se puede dejar pasar esta oportunidad para realizar una transformación política profunda en Bolivia, hay que recuperar la confianza del pueblo.
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No le hace nada bien a la oposición la innumerable cantidad de candidatos, a Santa Cruz mucho menos que de pronto tenga otros tantos “nuevos” candidatos, es un signo de debilidad y le resta el real protagonismo a esta región que es clave en la representación nacional. El paro por el Censo construyo cierto liderazgo que no es respaldado por los propios cruceños, a la larga puede debilitar a Santa Cruz como la fuerza opositora que siempre fue y puede reducir el peso político de esta región en el escenario nacional. Todo apunta a que las alianzas pasan por una cuestión política antes que por un modelo
El éxito de la candidatura opositora dependerá de su capacidad para conectarse con el voto popular, con los desencantados con el MAS y con los indecisos, el candidato que logre llegar al mundo popular y logre el voto de los que ya no votaran por el MAS, tiene mayores posibilidades de triunfar en las elecciones. La ciudadanía quiere soluciones prácticas a problemas diarios, no hay lugar para discursos radicales o promesas demasiado técnicas que no se terminan de entender. El problema de Samuel, Tuto y Manfred es que se han estancado en la misma intención de voto que tenían el año pasado, un candidato emergente puede ser la respuesta. Los tres deberían apoyar este cambio, así nos demuestran que el país les importa.
Fuente: eju.tv