La primavera es particularmente notoria por la “fiebre del heno”, que afecta tanto a los lugareños como a los turistas internacionales en Japón.
En una muestra de la naturaleza en todo su esplendor, la llegada de la primavera en Japón ofrece postales de ensueño con flores coloridas que cubren todo el territorio.
Sin embargo, la llegada de la estación también desata una afectación para millones de personas que sufren estornudos constantes, ojos enrojecidos y una drástica caída en su productividad, lo que obliga al uso de mascarillas con cortes en ángulo, puentes nasales reforzados y pliegues estratégicos que crean una apariencia más esculpida, según Japan Times.
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Lo que comenzó como una simple molestia de esta época se ha convertido en un verdadero problema social, y todo ello debido a una guerra. En abril de 2023, el entonces primer ministro japonés, Fumio Kishida, destacó que lo que se conoce como fiebre del heno o kafunshō (literalmente, “enfermedad del polen”) debía considerarse una emergencia nacional que requería acción urgente.
El número de japoneses que sufren de secreción nasal y picazón aumenta cuando inicia la primavera. Alrededor del 40% de la población padece fiebre del heno, casi el doble que hace dos décadas, de acuerdo estimaciones de la aseguradora Dai-Ichi Life citadas por Bloomberg.
En 2024, las pérdidas económicas fueron considerables: unos 234.000 millones de yenes (US$1.500 millones) cada día, según una encuesta de Panasonic Holdings Corp. La situación es particularmente tensa entre febrero y abril, coincidiendo el inicio del año escolar y del calendario fiscal, lo que añade presión. Las famosas flores de cerezo del país se despliegan, otras plantas florecen y los niveles de polen aumentan.
La relación de la alergia con la Segunda Guerra Mundial
La fiebre del heno deriva de una decisión política tomada hace décadas, según el artículo “Allergy in Japan” de R.I. Alford, publicado en la revista Journal of Allergy.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Japón sufrió una destrucción masiva. Los bombardeos aliados arrasaron con muchas de sus ciudades, que eran mayormente de madera, provocando una grave escasez de materiales para la reconstrucción.
Después de la guerra, el gobierno impulsó una campaña de reforestación masiva utilizando cedros y cipreses para revitalizar la industria maderera nacional. La estrategia tenía sentido: estos árboles autóctonos crecen rápidamente y sus troncos rectos son ideales para la producción de madera.
No obstante, con el paso del tiempo, la demanda de madera cayó debido a la importación de madera extranjera a bajo costo, y esos bosques fueron dejados a su suerte. Lo que antes eran plantaciones útiles, se convirtieron en vastos monocultivos, que hoy funcionan como generadores gigantes de polen.
La situación es tan crítica que algunas empresas han tenido que implementar subsidios para tratamientos médicos y productos antialérgicos para sus empleados, dado que la fiebre del heno afecta el rendimiento de la clase trabajadora.
Por tal razón, el gobierno japonés anunció un plan en octubre de 2023 para talar el 20% de los bosques de cedros del país y replantar árboles que produzcan menos del alérgeno para 2033.
Algunas empresas se están volviendo más creativas ante la problemática. La compañía tecnológica Aisaac inició en 2022 el programa “Tropical Escape” que permite a los empleados trabajar a distancia y ofrece un subsidio de 3.000 yenes (US$19,77) por noche durante la temporada de polen.