«No estamos a salvo en nuestro país», dice en inglés un rudimentario cartel manuscrito que mostraron este martes unas mujeres en la ventana de un hotel en Ciudad de Panamá, donde están recluidos casi 300 migrantes asiáticos deportados por Estados Unidos en los últimos días.
Fuente: RFI
Los migrantes permanecen en el hotel Decápolis de la capital panameña sin posibilidad de salir, pero el ministro de Seguridad Pública, Frank Ábrego, negó este martes, en conferencia de prensa, que estén privados de libertad.
No obstante, el hotel permanece custodiado por policías con uniforme de camuflaje. Desde otras ventanas, un mujer cruzó las muñecas de sus manos y otros, entre ellos algunos niños, saludaron cuando se percataron que periodistas tomaban fotos desde abajo.
«Se acordó recibir 299 personas que venían de Estados Unidos para que fueran repatriados a sus respectivos países de origen» y «hay 171 de ellos que han aceptado regresar en forma voluntaria», dijo Ábrego.
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El ministro compareció ante la prensa tras un reportaje publicado en The New York Times, que tuvo acceso a breves testimonios de algunos de los migrantes por mensajes de texto y relató que éstos fueron despojados de sus pasaportes y la mayoría de teléfonos celulares.
«Nosotros les brindamos a ellos todas las atenciones necesarias, médicas y de comodidad, y lo seguiremos haciendo hasta que el último de ellos salga de nuestro país, que es lo que se pactó con el gobierno de los Estados Unidos», afirmó Ábrego.
Durante una reciente gira latinoamericana del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, Panamá y Guatemala aceptaron servir de puente para migrantes de otras nacionalidades deportados por Washington y el lunes se sumó Costa Rica.
Bajo «custodia temporal»
Ábrego mencionó que entre los deportados enviados a Panamá «hay gente de China, de la India, de Irán, de Vietnam» y señaló que esta semana «alrededor de 20 a 25 personas» serán repatriadas voluntariamente.
Explicó que quienes no acepten regresar voluntariamente a sus países serán trasladados a un refugio en la selva del Darién, fronteriza con Colombia, en espera de que la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR) consigan reubicarlos en otro país.
«No hemos dicho que [los migrantes] están privados de libertad (…). Ellos están bajo nuestra custodia temporal para su protección», dijo Ábrego, aunque reconoció que como «prevención» no pueden «circular» en Panamá porque las autoridades no conocen «a fondo» sus identidades.
El defensor del Pueblo, Eduardo Leblanc, advirtió que es «sumamente importante» verificar la relación parental de los niños y adolescentes que se encuentran en el grupo de deportados «para confirmar esa relación familiar y evitar posibles riesgos de trata».
«Hemos podido confirmar que hay un tema diferencial en cuanto a la comida, por el tema cultural y religioso», agregó Leblanc, en otra rueda de prensa.
El defensor del Pueblo consideró además que es necesario darles un estatus migratorio a los deportados mientras esperan «su repatriación o reasentamiento».
«No estamos embaucados»
Costa Rica recibirá el miércoles el primer vuelo de deportados no nacionales. Hasta ahora Panamá es el único que ha recibido deportados en tránsito.
«No hemos acordado nuevas llegadas de personas deportadas de Estados Unidos» tras este grupo de casi 300, señaló.
Ábrego negó que Panamá haya sido involucrado por Trump en un esquema de deportaciones.
«No estamos embaucados ni metidos en ninguna trampa de nadie», dijo, asegurando que Panamá ha cumplido «con todas las normativas internacionales».
Mediante un acuerdo suscrito en julio de 2024, Washington financia los vuelos de repatriación de migrantes que ingresaban a Panamá a través del Darién. Más de un millar han sido enviados hasta ahora.
Unos 302.000 migrantes, en su mayoría venezolanos, cruzaron esta selva en 2024, según cifras oficiales panameñas, una disminución de 41% respecto a 2023.
© 2025 AFP