No importa, Gabriela, El Palmar volverá a ser cruceño
Gabriela Ichaso Elcuaz
Fuente: https://ideastextuales.com
Agradezco la invitación de Enrique y la Universidad Privada de Santa Cruz, a través de su decano, especialmente por dos motivos: El primero la emoción de que la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UPA hubiera reparado en una vida y una obra tan valiosas como la de Ruber Carvalho Urey para resaltarla en la Cátedra Libre Manfredo Kempff Mercado. Sin duda, en un futuro próximo, las mentes acuciosas que dirigen esta dilecta academia cruceña u otra universidad en los amados territorios y pueblos de Santa Cruz y Beni de Ruber, le conferirán también el honor de crear una Cátedra Libre con su nombre.
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El segundo motivo por el que les agradezco fue la sorpresa de considerarme para honrar sus letras, tantas vividas como vecinos de aventuras en las gestas por la implementación de la autonomía municipal de los años 90, cuando no estaba de moda ejercerla, ni respetarla, ni cumplirla. Años de muchas letras poéticas, unas más encendidas que otras.
Aquí traje conmigo sus libros, la parte escrita de su vida, a manera de lumbre, de llama encendida.
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Querido Ruber:
Cosa curiosa. Aquí estoy a invitación de la nueva generación que lo enorgullecería, de Enrique Fernández García, viniendo a hablar de su obra literaria.
Yo, que tuve tanto privilegio de compartir horas y horas de palabras dichas, borroneadas, discursos incendiarios, frases lapidarias, frases para el bronce, sólo empalidecidas por su poesía vibrante, por la que corren los ríos de Moxos, las cascadas de Chiquitos, las aguas y los arenales del Río Grande, los bufeos y los remeros que se inclinan ante las caderas candenciosas que renuevan la sangre de la llanura.
Hoy, como entonces, tampoco voy a tutearlo para decirle: Ay, Ruber, me muero de bello cómo lo escribe.
Cómo pues, Gabrielín, vos sos la artista. Ud. se sonrojaba y yo me reía, porque a mis veintitantos, como antes, como ahora, para leerlo, para escucharlo, si una no estaba enamorada de un ideal, de una utopía, de un mundo nuevo, se enamoraba de los que describió con tanta maestría en un suspiro.
Cómo pues, Gabrielín, estos son sueños en papel. Vos vas por ellos, Manuelita.
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Estábamos a pocos años de conocernos en 1984, cuando Ud. introducía a dos manos “Nosotros y otros ensayos de la identidad cruceña”, el primer libro de Herman «Choco» Fernández, su maravilloso y amado hermano de la vida, y precisamente Ud. recordaba que tres años antes, en tiempos complejos, tiempos autoritarios, nuestro querido Dr. Herman, había comenzado lo que Ud. llamó “el inicio del cabal análisis de la identidad cruceña”.
Traigo a la memoria esta serie de publicaciones reunidas en aquel libro, porque en esa obra fundamental que dio para mucho debate y muchas ideas, coincidieron y devinieron las tertulias interminables de los amigos, incluso cuando por causa de la impertinencia del cruceño más arrojado de fines del siglo XX, Percy Fernández, nuestro Queridín, tuvieron espacio de divulgación y conversación desde el Comité pro Santa Cruz de 1983.
Herman médico, Ud. abogado, Queridín ingeniero, con una vocación común de espíritu renacentista y una integridad digna de templarios. El exilio no pudo separarlos y, gracias a su instigación a Herman para que escribiera, los cruceños tuvimos un después meticulosamente pensado que dio lugar a batallas culturales que siguen inconclusas, con pocas voces, pocas plumas, buscando cómo terminar de desmadejar el ovillo en el que las fuerzas vivas flotan apenas sin fuerzas para el nado a ganar la orilla.
Fue tiempo después, cuando Ud. asumió como Oficial Mayor de Cultura del primer Gobierno Municipal que interpeló su propia autonomía con el flamante Alcalde Percy Fernández, su antes compañero de aventuras en el Ministerio de Integración, que la libertad intelectual y el afecto entrañable de sus círculos culturales de élite entraron en conflicto con la responsabilidad municipal.
En esos años prolíficos para la autonomía municipal y el desarrollo de una institución local poderosa como en su momento lo fue el Comité de Obras Públicas, fue que Ud., querido Ruber, logró recuperar la Casa Municipal de Cultura “Raul Otero Reiche” con el dolor que sólo los años demostraron que fue para todos. En esos mismos años, como toda la vida, lo salvó, nos salvó la literatura, la poesía, y produjo la triada “Poética”:
1. Canto cantum cantorum (1991)
2. Ahí te dejo el mar… con otras cosas (1993)
Para quienes siguen creyendo todavía en los libros de escuela, en las mil y una noches y en el país de la utopía, donde la magia, el amor y la utopía, la mujer y la vida, como la guitarra y el vino, son irreconciliables con la pose y la amargura de tanto opa solemne que, a pesar de la naftalina, el resfrío y el mal de ojos, se resiste a desaparecer.
3. Del tiempo y los exilios (1993), donde rescata de la memoria versos de los años 60 y 70, en Sucre, en su natal Santa Ana del Yacuma, en Santiago de Chile y Caracas, “sus poemas de entonces”.
Con su impronta literaria, creó el sello de su edición personalísima, Ediciones Mavaru, acrónimo con los nombre de sus amores eternos, su esposa Marrita, su hija Valia y Ruber.
En 1990, Por tu modo de andar y mi forma de soñarte fue la declaración de amor que muchos hubiéramos querido firmar. Sus tres ediciones de poesía en prosa, volaron mientras Improperia ingresaba a imprenta.
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Pareciera que el viento que arrasa hubiera arrastrado en bandolera, querido Ruber, las impresiones casi artesanales en papel madera, prolijamente cuidadas, como el artista completo que fue Ud. en las letras, en la estética, en la ética, en la música, en los pinceles, en cada rincón de su casa de novela de las tierras bajas macondianas, movimas o cruceñas.
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Improperia irrumpió en 1995 con esa frase que unía los atardeceres de los amigos de los 90: “Ningún día olvida las seis de la tarde”. La hora en que el horizonte es indescifrable, de todos los colores que surgen de la luz que parte y la oscuridad que llega, la hora en que el deber hacer cede su turno al deber ser, cuando el tiempo parece -por un instante- eterno. Improperia, novela dedicada a Marrita, en su hamaca a la hora de la siesta, pensando en el país mágico de donde un día vinimos: Mojos. Improperia es su ópera prima, su primera novela, en la que responde “con sinceridad a su propio mundo y el mundo de todos, sin chauvinismos, ni fundamentalismos; sin complejos ideológicos y sin miedo alguno de caer en el facilismo del acomodo intelectual, en un mundo que no perdona pensar con libertad, cuando ésta atenta contra el estatus de una sociedad que la niega, porque se niega a sí misma”.
En 1996 dos nuevos libros de poesía en prosa publicó como para los amigos, esas “malas compañías” a las que cantó Serrat como los atorrantes que se exhiben sin pudor y beben a morro, que se pasan las consignas por el forro y se mofan de cuestiones importantes, que si les roza la muerte disimulan que para ellos la amistad es lo primero”: Cuando la luna se baja para bañarse en el mar y Las cartas que escribí mientras dormías.
El año 2000 nos regaló su obra maestra La mitad de la sangre, dedicada a Marrita, solidaria en el tiempo y los retratos, y a ese hermano que le arrebató un pedazo de corazón, Antonio, que una noche de queridas y carnavales, se fue, no dijo adonde, con la vida y sus velorios. En ella también agradece a dos amigas de hierro en su vida: Marcela Urenda de Leigue y Negra Farah y, como siempre, al omnipresente Choco Fernández. Una obra imprescindible para el conocimiento de la idiosincrasia del hombre de la llanura latinoamericana, más propiamente de la región amazónica, a través de tres períodos caracterizados que abarcan 100 años de historia: los imperios del caucho, los avatares ideológicos emergentes de las guerras mundiales, de revoluciones y dictaduras, y los cambios del fin del siglo XX con sus muros y utopías.
Versario es el poemario que publicó en 2002 dedicado “a quienes como el autor reprobaron sin rubor ni rencor las matemáticas, la política, la fama pasajera y el espejismo concuspicente del dinero, pero desentrañaron con creces los más difíciles teoremas del amor, los principios enigmáticos de la pasión, y dominaron, inmutables, las funciones geométricas de la libertad y la ternura, única manera de entender la filosofía cristalina de la lluvia y el aroma total de la flor en primavera”.
En 2003, reunió sus ensayos, artículos y comentarios publicados en los diarios El Deber y El Nuevo, en Basculario. Ud. inventó el término inexistente a partir de la báscula para reunir los instrumentos de medición de peso con los que sopesó la sociedad, la humanidad (que no es lo mismo) y poniendo en la balanza los anhelos y rabias de la mayoría de los ciudadanos. Su editor, esta vez Ricardo Serrano de la editorial “El País”, decía que “esa rara función social del columnista de prensa se expresa en los artículos de Carvalho en repasos de historia, pasión por la honradez y consecuencia y amor por el Oriente boliviano, que lo han convertido en uno de los columnistas más celebrados y leídos de la prensa nacional”.
Recojo de su introducción: “Vivimos en un mundo sin alternativas ni referencias visibles; ahítos de diagnósticos nos ahogamos en la teoría de las causas y efectos sin encontrar la solución de los problemas. Al fracasar el socialismo burocrático, los fundamentalismos sustituyeron a la utopía y deambulamos en el oleaje de aguas bravas, pensando que en la orilla próxima está el mundo maravilloso que leímos en los libros. Convertida la dialéctica en dogma y la ilusión en fatalismo revolucionario, hicimos de la pobreza un culto y de la riqueza un pecado, cuando la idea debió ser al revés…”
Con su mirada desde la llanura, en 2010 nos relató su Manual de Historia de Bolivia, que tendría que ser libro de consulta en cada aula escolar y universitaria del país. “A la par de los remeros misteriosos de los grandes ríos de las selvas que adoraron al jaguar, al viento, a la lluvia, al fuego y al sol, como a la luna, porque estaban ahí, a flor de piel, también somos nietos de Cervantes, de Spinoza, Descartes, Kant, Bacon, Hegel, Marx, Horacio y Homero, como de Fidias o de Beethoven, Shakespeare o Voltaire. 500 años tardó García Márquez en descubrir que a diferencia de la leyenda incaica de Manco Kapac y Mama Ocllo, los latinoamericanos venimos de José Arcadio Buendía y su prima hermana Úrsula Iguarán, de Aureliano, hijo de estos; así como de Mauricio Babilonia y sus mariposas amarillas, todos nacidos en Macondo, dicho en buen romance”.
En esta obra bella incorpora, entre sus anexos, el Manifiesto de 2005, suscrito por alrededor de 50 cruceños, en sintonía con el Memorándum de 1904 y el Manifiesto de 1868, proponiendo al país “seguir desencantando la tierra” porque “Santa Cruz quiere un país sin odios raciales donde todos los cruceños (guaraníes, chiquitanos, mojeños, mestizos) e inmigrantes aquí afincados, tengan la absoluta garantía de su calidad de ciudadanos con plenos derechos y garantías constitucionales”.
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“Todos los americanos hemos construido nuestros edificios políticos sobre arena, y cualquier audaz de un empujón puede botarlos”, escribió el Libertador Simón Bolívar al Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, el 23 de diciembre de 1828. Esa percepción de uno de los fundadores de la República, parafraseándolo a Ud., justamente este año del Bicentenario, sigue siendo nuestra preocupación ciudadana.
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Puramba, el país enclavado en la lejanía que ya no existe, dijo Ud. bajo el título de su penúltimo libro, es para quienes un día soñamos tanta cosa bonita… y de cómplices, los soñadores, los románticos de entonces nos hicimos extraños y dejamos de vernos y de escuchar las viejas canciones y de leer a los viejos autores que se fueron antes que el muro…” “El mundo no había sido como nos lo pintaron los poetas… y otra vez y mil veces otra vez, volvimos a desandar para buscar la ruta del mar y de la sombra que nos resguarda en un mundo sin fronteras… Y en los cafés, las razones de la sinrazón, otra vez se pusieron de moda con nuevos adjetivos y nuevas alucinaciones. Y otra vez, siempre de nuevo, nos pusimos a desempolvar las viejas arengas para repetir, incautos, decrépitas realidades. Y siempre nos equivocamos…” Pero Puramba, el sitio de los Puram, el sitio de los totaisales de oro en épocas de dragones y dinosaurios, cuando el horizonte trascendía cada uno de sus territorios sin límites, la Moxitania, la Chiquitania, el río Madera y el gran río llegando al mar, al final, querido Ruber, entre desvelos y mientras alguien recuerde, alguien escuche, alguien suspire y evoque lo que fue y lo que aún no ha sucedido, Puramba existe.
“En un país como el nuestro donde nunca cambia nada” subrayó Ud. que tal vez fuera “porque le falta un poco de poesía”. En Ya no me da dolor sólo cansancio, su último libro, la Editorial La Hoguera con su sello La Mancha publicó su último libro para concentrar en un ejemplar único los tres poemarios de principios de los 90, el Versario que tuvimos el privilegio de compartir en 2002 con los poemarios de 1998 a 2001: Los ríos que me faltan, Memorias de las simples cosas y Teoremas suburbanos.
Dijo Alcides Parejas, que Ud. es el poeta del amor cotidiano, ese amor que se manifiesta en las cosas pequeñas sin aparente trascendencia. Que Ud. hizo poesía al andar, en la medida de sus experiencias personales; le canta a la mujer amada y a la llanura verde surcada de ríos, a los vecinos y a la política, a lo que le gusta y a lo que no le gusta”.
“Muchas aguas, muchos ríos pasaron, por mi orilla”, escribió Ud. “Mucha agua desbordada de intensas rebeldías, proclamando juveniles utopías y apasionadas protestas libertarias…”
Porque sí, es importante subrayarlo ahora, querido Ruber, como Herman fue el gran escritor de los ensayos modernos de nuestra identidad, de nuestra libertad, Ud. lo fue de la poesía, la novela histórica y la opinión libertaria frente a cualquier forma de opresión, de sometimiento, de tranquera que cerraran los acostumbrados a ser manada… Porque, oh, qué libertad la suya, la nuestra, qué libertad sin amos y sin esclavos, qué libertad sin otra propiedad que las abarcas, la rosa de los vientos, la de soñar (como seguimos soñando que algún día) la de soñar que de sobrarnos unos centavos consideraríamos recién la opción de pagar impuestos si no nos los robaran…
¿Me creería que lo que Ud. publicó y traigo a este auditorio, 24 años después, sigue vigente? Claro que lo sabría porque nada cambia sin un poco de poesía y como dijo Santayana “aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”.
“Hasta hace poco se decía que El Palmar del Oratorio era el último rincón cruceño que nos dejó la leyenda y la historia. Apacible lugar de vacaciones de las viejas familias troncales, donde las costumbres y los recuerdos habrían de perdurar para siempre. Sin embargo, el pasado 5 de febrero del siglo que comienza, se recordará como día en que ese santuario grigotano fue prostituido, pisoteado, manoseado, mancillado y agredido por una turba también prostituida, mancillada en su dignidad, humillada en su pobreza y miseria y conducida desde diversos barrios de la capital para hacer tumulto y aplaudir sin saber por qué al que puso una estatua de su papá en la doble vía a la cervecería Quilmes. Alboroto sin ton ni son porque para tanta mentira y cinismo deberían hacerse las sesiones municipales en reuniones reservadas y evitarse la vergüenza de que el pueblo observe tamaña podredumbre y obsecuencia. Si el rodillo lo resuelve todo, ¿para qué gastar en micros y pagar gente? Por eso sobra la plata para el despilfarro y falta con creces para las obras que necesita la gente. Al día siguiente fueron las banderitas portadas por supuestos hinchas del partido que ya no tiene el socio del alcalde, devolviendo de este modo, gentilezas por el apoyo cómplice del día anterior.
Como consigna de la cosa era que nada ni nadie empañe el informe de gestión (¿) ¿Cuál informe y cuál gestión? Y como alguien lo iba a hacer, que nadie lo viera o supiera, por eso se hizo el remedo de sesión en El Palmar del Oratorio, porque para los que hacen y deshacen de nuestro municipio El Palmar se encuentra en el fin del mundo. Así se insulta a los habitantes de El Palmar: ¿lo sabrá su Junta Vecinal? Antes usaron a un pobre hombre que usan (uceese se llama la cosa) para insultar a Percy y a Gabriela, como antes hicieron uso del “incondicional-socio” para que figure como autor de un libro que hizo otro usuario contra Percy y sus colaboradores; todo dentro de la corrupción que impera en ese mundito pequeño de la miseria humana. Ahí los ve uno, todos los días, a toda hora, en los diarios y la tele, responsables de haber hecho de Santa Cruz la ciudad más sucia, insegura y fea del mundo, juntos, nerviosos y asustados sin poder dar marcha atrás en tanta vagabundería de deudas, contratos amañados, luminarias, sueldos fantasmas, tráfico de influencias, sobreprecios, complicidades pactadas, y el menosprecio del pueblo, la impopularidad imparable-supremo tribunal de las conciencias (si la tienen). Si en este momento hubiese elecciones municipales, el hijo de Max no llegaría ni al 10%, dicen los entendidos. Y eso no es mentira. Saben de seguro que el 2002, cuando el gobierno cambie habrá que buscar a un Chapulín Colorado que les recomiende el discurso a como dé lugar; pero si el Chapulín sólo existe en la pantalla, ¿quién habrá de salvarlos? ¿O tendrán que mandarse a cambiar? Ahora, la cosa se va agrandando; ya usan (uceese se llama la cosa) el nombre de un pueblo digno y cruceño para que una supuesta junta vecinal arremeta contra Gabriela que no aprobó el cinismo de tal informe y se ordenaron una solicitada (que por supuesto no fue redactada en El Palmar) contra Gabriela, porque le sacó tarjeta roja al hijo de Max. ¿A qué otro lugar acudirán mañana? ¿Quillacollo? ¿Villa Qué-Me-Importa?
No sabemos dónde será el próximo show. Pero como ahora, nadie dirá esta boca es mía, porque pareciera que el tipo todavía manda, ya que con nuestros impuestos se alquiló El Palmar y se compró a este pueblo, con instituciones y todo. Porque aquí nadie le dice nada cuando afirma que por las tardes trabaja en los barrios con tele y reporteros para que lo saquen en las fotos de los periódicos, y viaja con y sin arraigo, y nadie se mosquea en averiguar si la renta le cobró o no los primeros diez millones de lo que debe, porque dice que ese es un asunto privado y que nadie tiene por qué meterse en lo que no le importa (él dice que no es el de la estatua, aunque todos aseguran que el rostro es de él). Y él cree que eso durará 100 años.
¿Sabés qué, Gabriela? Cuando se acabe el gobierno (falta poquito más de un año) y en este pueblo ya no hayan estatuas privadas en lugares públicos, y tengamos alcalde, porque un día Santa Cruz volverá a tener alcalde, como volverá a tener instituciones que se respeten y las respeten y las hagan respetar, y tendrá concejales de carne y hueso en vez de estatuas, y en vez de juntas habrá Juntas Vecinales, entonces , esa buena gente de El Palmar del Oratorio, viejo reducto cruceño, escarnecido el 5 de febrero, volverá a ser lo que un día fue…
El Palmar del Oratorio volverá a ser lo que fue y un buen día Santa Cruz amanecerá con un verdadero alcalde municipal”.
Aquí, querido Ruber, seguimos lidiando con la incapacidad humana para la felicidad. Su obra, su legado, caídos del tiempo en su tiempo y en este tiempo, saben a remanso y erotismo en la poesía enamorada, a revuelta y pasión sin límites en el mejor realismo mágico escrito de las tierras bajas de Moxos y Santa Cruz de la Sierra, a resistencia inclaudicable ante la afrenta de los que pretenden robarnos el alma, el alma imperecedera que Ud. impregnó en cada una de sus páginas, en cada recuerdo, en cada palabra suya, irreverente, presta a salvarnos.
Acabo de escuchar a Bolívar, su entrañable sobrino, narrando su vida desde sus padres educadores en Santa Ana del Yacuma, su vida rodeada de libros y conocimiento impartido por doquier en uno de los miles de pueblos que desconocemos en esta América de los llanos, los ríos y las selvas.
Pensar que cuando contó que, después de tantos exilios obligados por la cuadratura de las ideologías, Ud. ya no quiso los meses aciagos de Santiago, ni los años diseñando para la General Electric venezolana, y encontró refugio en la casa cruceña del mejor profesor de matemáticas que tuve en la vida, allá por los 80 y 81, Carlos Kissling.
Y le cuento, Ruber querido, que el mundo da vueltas y todas, finalmente nos pasan sin imaginarlo en algún pasado inmediato: Ya tengo sangre movima. Me la inyecta una nietita que nos supera y que tiene la dicha de crecer entre lagartos, tigres, fiestas de santos, siestas de pueblo, la puerta abierta, las tortillas caseras, el campo lejano que produce para la subsistencia del país y las historias que nos perdemos en la gran ciudad de apurarnos.
Como en todo, llega el final de esta conversación que tanto necesitaba echarle en cara para sosegar el alma y declararle que de usted, como el 16 de julio de 1988, no puedo despedirme tampoco ahora, ni en esta vida ni en otra.
[1] Ponencia en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Privada de Santa Cruz (UPSA), en la Cátedra Manfredo Kempff Mercado sobre la vida, obra e ideas del escritor, periodista y abogado Ruber Carvalho Urey.
[2] Gabriela Ichaso Elcuaz es escritora, periodista y abogada.