¿Qué otro nombre podría tener una ciudad construida por Monseñor Nicolás Castellanos que “Ciudad de la Alegría”?


¿Qué otro benefactor contemporáneo ha hecho, como él, tanto por la educación, la cultura y la vida de decenas de miles de jóvenes cruceños, a puro inversión privada donada generosamente por sus feligreses palencianos, para dignificar la vida en el Plan 3000?

Su obra es gigantesca. Su vida, un ejemplo de católico que renunció a los oropeles del Obispado para vivir como Jesucristo donde más lo necesitaban.



La Comunidad «Hombres Nuevos» ha perdido a su fundador y mentor; si cabe un verdadero hombre santo, él lo fue. Una iglesia chiquitana replicada en la esquina de la plaza principal del Plan 3000, cuando todavía no había plaza. Colegios amplios, espaciosos, frescos, gratuitos. La Escuela Nacional de Teatro. La Ciudad de la Alegría con esparcimiento y deporte para tantos. Cuánta obra con contenido. Cuánta infraestructura digna con funcionamiento de primera.

Celebro su vida y su alegría. Siempre listo para servir a Dios y al prójimo.

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Celebro su cada día intenso y entregado a su Iglesia, su comunidad, los pobres.

Gracias, gracias, gracias.

Buen viaje, Monseñor. Lo quiero siempre. Descanse en paz.

 

Fuente: Gabriela Ichaso

 


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