Solidaridad, el cimiento de la prosperidad cruceña


 

Este mes celebramos los 200 años del Grito Libertario de Santa Cruz, desde el cual la solidaridad ha sido el pilar más grande sobre el cual se ha construido la prosperidad de esta región. Aquel grito en el año 1810 no fue solamente un acto de rebeldía contra la opresión,  fue, sobre todo, un acto de unidad que desembocó en un llamado a trabajar juntos por un futuro común. Hoy, dos siglos después, es evidente que ese espíritu solidario ha sido el motor que ha impulsado el crecimiento y desarrollo de Santa Cruz, convirtiéndola en la región más pujante del país.



Actualmente, la ciudad se ha convertido en el departamento más poblado de Bolivia, con más de 3,6 millones de habitantes. Su crecimiento demográfico —impulsado por migraciones internas desde el altiplano y los valles— podría haber generado fracturas culturales, pero la solidaridad y la hospitalidad prevalecieron. Esta mezcla ha creado una identidad plural, que Santa Cruz ha convertido en una ventaja: aquí conviven empresarios menonitas, personas de otras ciudades del país, indígenas guaraníes,  afrobolivianos, entre otros, tejiendo una red productiva y cultural única.

Las cifras y datos económicos y sociales hablan por sí solos,  según el Instituto Nacional de Estadística (INE), Santa Cruz aporta cerca del 30% del PIB nacional, superando a departamentos históricamente centralistas como La Paz (20%) o Cochabamba (15%). Este dinamismo se refleja en su tasa de crecimiento económico, que en la última década ha promediado un 5% anual, frente al 3,5% nacional. Pero, más allá de los números macro, el progreso cruceño se mide en calidad de vida. Mientras el Índice de Pobreza Moderada en Bolivia ronda el 36%, en Santa Cruz se reduce al 25%, según datos del PNUD (2022). En pobreza extrema, la brecha es aún mayor, 5,4% frente al 12,5% nacional, según el IBCE (2024).

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En cuanto al acceso a servicios básicos, Santa Cruz también lidera. El 95% de los hogares urbanos cuenta con energía eléctrica, superando la media nacional del 90%, y el 85% tiene acceso a agua potable, ambos servicios gestionados por cooperativas como CRE y SAGUAPAC respectivamente, modelos reconocidos internacionalmente por su eficiencia. En contraste, ciudades como El Alto enfrentan coberturas inferiores al 70% en agua. Estas cifras no son casualidad, reflejan una tradición de gestión colaborativa, en la que las cooperativas —herederas del espíritu solidario— han sido clave para garantizar infraestructura y servicios, incluso en zonas periféricas.

El éxito económico de Santa Cruz no se explica solo por sus recursos naturales o su ubicación geográfica, sino que es el resultado de una cultura de colaboración que ha sabido integrar lo individual con lo colectivo. Las cooperativas agrícolas como la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), por ejemplo, agrupan a más de 70 mil productores y generan el 70% de la soja y el 60% de la carne que Bolivia exporta . Este modelo está basado en la filosofía «el éxito de uno es el éxito de todos», porque todos nos beneficiamos de mejores servicios y productos en un libre mercado, como es el que se construye aquí.

Instituciones como la Cámara de Industria, Comercio, Servicios y Turismo de Santa Cruz (CAINCO) han fomentado un ecosistema empresarial que prioriza la asociatividad. Hoy, el departamento alberga al 40% de las empresas registradas en Bolivia, muchas de ellas PYMEs que surgieron de redes de apoyo mutuo. Mientras en otras regiones persiste la dependencia del Estado, Santa Cruz ha demostrado que la iniciativa privada, articulada con la sociedad civil, puede ser un motor de progreso inclusivo.

La lección está clara: así como el cooperativismo venció frente al aislamiento histórico, hoy se requieren nuevas formas de solidaridad para enfrentar la corrupción, la inseguridad, junto a los desafíos sociales y medioambientales.

Santa Cruz no es perfecta, pero su historia demuestra que, cuando la unidad guía el actuar, los límites se desvanecen. En 200 años, pasó de ser una región olvidada por el centralismo, a convertirse en el corazón económico de Bolivia, no por casualidad, sino por cooperación. Que este bicentenario nos recuerde que la verdadera libertad no es solo independencia política, sino la capacidad de construir, juntos, el futuro que queremos. Como dijo el filósofo africano John Mbiti: «Soy porque nosotros somos». En Santa Cruz, ese «nosotros» sigue siendo la fuerza de su gente que transforma desafíos en oportunidades.

 

Sebastián Crespo Postigo, Ing. Económico y Exdirector del Comité pro Santa Cruz


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