Tierra de libertad: 200 años en el corazón


 

 



Cuentan las crónicas del 9 de diciembre de 1924 que, el general Antonio José de Sucre alcanzaba en los campos de Ayacucho (Perú), el último y definitivo triunfo de las tropas independentistas sobre el ejército español. La victoria había sido el resultado de la fe y la perseverancia de todos quienes, desde las regiones, habían abrazado por años el sueño anhelado de la libertad. Una gesta tan noble como heroica, sirvió para inmortalizar a todos aquellos que, de una u otra manera, fueron artífices del proyecto emancipador.

La noticia del triunfo patriota comenzó a correr como reguero de pólvora por las provincias de la Audiencia de Charcas, causando emoción en unos, desconcierto y preocupación en otros, mucho más en quienes todavía tenían el control de las instituciones del régimen absolutista de Fernando VII.

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Francisco Xavier Aguilera, un criollo hijo de españoles, fungía en el cargo de gobernador intendente de Santa Cruz, por lo que decidió ser parte de la resistencia realista que buscaba frenar el avance del ejército colombiano liderado por el recientemente ascendido Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre.

Al recibir noticias de que el gobernador de Cochabamba había perdido el control del territorio, Aguilera organizó sus tropas para marchar a sofocar el levantamiento y restituir el orden en favor de la corona, sin imaginar que al llegar a Chilón (Santa Cruz, Bolivia), el 26 de enero de 1825, sus tropas decidirían rebelarse y pasarían a formar parte del bando patriota, llegando a protagonizar pocos días luego la toma de Vallegrande el 12 de febrero del mismo año.

La suerte estaba echada, sin vuelta posible. Tras algo más de tres lustros de luchas constantes, con sueños de libertad inspirados en la exuberante naturaleza, la cultura, costumbres y tradiciones que son indisolubles de una vasta e interesante historia, finalmente las benditas tierras del Grigotá consolidaban su independencia anhelada. A la cabeza de José Manuel Mercado (“El Colorado”), el 14 de febrero de 1825, la gloriosa caballería “cruceña”, entraba triunfante a la plaza principal de Santa Cruz de la Sierra, procediendo a tomar militarmente las instituciones y liberando a la Capital, proclamando a Santa Cruz como tierra libre e independiente.

La independencia de Santa Cruz marcó a sangre y fuego la vocación individual de crecimiento y desarrollo de sus habitantes. Aislada y apartada de los tejemenejes de la política centralista, Santa Cruz buscó la forma de mostrarle al país que, el camino del éxito y de prosperidad está cimentada en el emprendimiento privado y el esfuerzo individual de su gente.

La economía extractivista dependiente de los recursos naturales no renovables como principal fuente de ingresos – que se mantiene en otras regiones desde épocas inmemoriales –, fue cambiada por hombres visionarios que tuvieron el acierto de promover e impulsar actividades auto sostenibles y responsables con el medio ambiente, dedicadas a la producción de alimentos y la ganadería, siendo a día de hoy el departamento de Santa Cruz, el mayor productor a nivel nacional, cubriendo el 70% de la demanda interna.

Estos y muchos otros aspectos le permiten a Santa Cruz distinguirse y ser muy diferente a otras regiones dentro el territorio nacional, alcanzando gracias a la entereza y compromiso de su gente en menos de medio siglo, ser la ciudad más importante del país. Un desarrollo urbanístico y arquitectónico fascinante, como clara señal de una economía sólida, permiten que Santa Cruz sea a día de hoy el referente de Bolivia al mundo.

Se cuentan por miles las experiencias exitosas de migrantes de otras regiones del interior del país, así como de extranjeros que siguen llegando seducidos por la vocación productiva de Santa Cruz, dando cuenta de las magníficas oportunidades para alcanzar la realización personal, económica, profesional y de otra índole. Aspectos que resultan ser completamente diferentes a los del lugar de origen y que permiten adaptarse fácilmente, buscando contribuir al vigoroso aparato productivo generador de empleo y oportunidades de Santa Cruz.

Un nítido contraste entre el rostro de un modelo económico exitoso implementado en Santa Cruz, que supera – de lejos – la magra experiencia de un modelo político impuesto hace dos décadas, que en palabras de sus otrora ácidos defensores: “ha fracasado”.

200 años para la historia de dulces y sin sabores, de alegrías y tristezas, un pueblo triste y olvidado, activamente desconectado del resto del país, en contraste con los cálidos corazones de su gente que increíblemente se mantiene amable y sonriente. Bien dicen que es en momentos difíciles cuando se forja el carácter de los hombres, en la actualidad toca soportar tiempos duros y difíciles en líneas generales, afortunadamente los pueblos crecen y maduran al mismo tiempo que lo hace su gente, por ese motivo Santa Cruz tiene millones de razones para mantener vivas sus esperanzas.

Una vez más nos encontramos viviendo un tiempo de prueba y confusión, habrá que mantener la confianza en que más pronto que tarde llegará el tiempo de la afirmación y la certeza, por lo pronto, no olvidemos que: Estamos acostumbrados a ver al poderoso como si se tratara de un gigante, esto es, porque nos empeñamos en mirarlo de rodillas y ya va siendo hora, de ponerse de pie.


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