El gran desafío es estabilizar la economía mientras se inicia su transformación. Bolivia debe transitar del extractivismo hacia un modelo basado en el capital humano, es decir, en las ideas y la innovación.
Gonzalo Chávez Álvarez
Según una encuesta difundida por Marcelo Claure, el 76% de las personas consideran la crisis económica el tema más relevante de la actualidad. Sin embargo, la percepción sobre qué constituye una crisis económica puede variar. Existen problemas macroeconómicos evidentes: inflación, desaceleración, déficit fiscal, escasez de dólares y combustible. Pero también enfrentamos una crisis estructural derivada del agotamiento del patrón de desarrollo y del modelo económico vigente.
Tras 200 años de extractivismo (plata, estaño y gas natural) con resultados limitados, se abre la oportunidad de abordar ambas dimensiones de la crisis. La clave está en transformar el patrón de desarrollo, apostando por un modelo económico basado en el emprendimiento privado, la productividad y un Estado emprendedor e inteligente. Nota conceptual: El patrón de desarrollo es la forma en que una sociedad genera riqueza; el modelo económico, cómo la gestiona.
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Las medidas urgentes son claras: reducción del gasto público, cierre de empresas estatales deficitarias, eliminación de subsidios insostenibles, fortalecimiento del Banco Central con independencia monetaria y fomentar exportaciones. También es fundamental ampliar la base tributaria y atraer inversión. Bolivia debe ajustar su economía con realismo, pero con una visión de largo plazo.
El gran desafío es estabilizar la economía mientras se inicia su transformación. Bolivia debe transitar del extractivismo hacia un modelo basado en el capital humano, es decir, en las ideas y la innovación. Para ello, se necesita un shock educativo impulsado por el Estado, el sector privado y la sociedad civil.
Este cambio no solo estabiliza la economía, sino que cura sus dolencias estructurales. Requiere reformas en universidades, colegios e institutos técnicos, pero también un replanteamiento del aprendizaje en empresas y comunidades. La educación debe ser accesible, rápida y efectiva para mejorar la productividad.
La tecnología digital y la inteligencia artificial permiten acelerar este proceso. Se pueden desarrollar bootcamps en barrios, programas de entrenamiento en empresas y plataformas de IA para personalizar el aprendizaje.
En el mundo, Singapur tiene SkillsFuture, que financia formación continua. Finlandia lanzó Elements of AI para capacitar en inteligencia artificial. En Estados Unidos, empresas como Google y Microsoft ofrecen certificaciones digitales para mejorar la empleabilidad.
En América Latina, Brasil tiene Descomplica para educación en línea. En Colombia, Misión TIC 2022 capacitó a más de 100,000 personas en programación. En Argentina, el bootcamp Codo a Codo ha permitido a miles de personas ingresar al sector tecnológico.
El sector privado también ha sido clave. En México, Platzi ha revolucionado la educación digital. En Brasil, Rocketseat ofrece formación intensiva en programación. En Argentina, Henry es un bootcamp que solo cobra a los estudiantes cuando consiguen empleo.
En Bolivia, el Técnico Superior en Emprendimiento de la UCB, financiado por el Banco Mercantil Santa Cruz, y la iniciativa Hombres Nuevos en Santa Cruz muestran el potencial del financiamiento privado en educación.
Bolivia debe combinar esfuerzos públicos y privados para aumentar la productividad a corto plazo mediante programas educativos ágiles, accesibles y apoyados en tecnología.
A nivel estructural, la educación es el puente que permitirá a Bolivia dar el salto del extractivismo a la Cuarta Revolución Industrial. La minería debe integrarse a la transformación energética global con procesos sostenibles. La agricultura debe mejorar su productividad mediante tecnología y enfoque ambiental. Además, Bolivia debe apostar por la industrialización de los servicios, potenciando sectores como el turismo, el desarrollo de software y la gastronomía.
El financiamiento de estos cambios requiere reasignar recursos y fomentar esquemas innovadores. Cada centavo recuperado de la corrupción debería destinarse a la educación, al igual que los ahorros de la eliminación de subsidios ineficientes. Estos fondos podrían canalizarse hacia un Fondo Nacional de Innovación Educativa, financiando tanto la educación formal como la formación continua pública y privada.
Para incentivar la inversión privada en educación, se pueden establecer créditos fiscales para empresas que capaciten a sus trabajadores, como en Singapur. También se pueden usar bonos de impacto social, como en Reino Unido, donde los inversores financian programas educativos y reciben retornos si se logran mejoras en rendimiento académico o empleabilidad.
Otra vía es el uso de fondos soberanos, como en Noruega, donde parte de los ingresos de los recursos naturales se destinan a inversión en educación y tecnología. Bolivia podría replicar este modelo, asegurando que los ingresos del litio financien programas especializados en ciencia, tecnología e innovación.
El crowdfunding educativo es una alternativa efectiva en países como Estados Unidos y Alemania, donde plataformas como DonorsChoose y Betterplace permiten que individuos y empresas financien proyectos educativos. En América Latina, iniciativas como Enseña por Colombia han captado recursos del sector privado para mejorar la educación en comunidades vulnerables.
Los acuerdos público-privados también juegan un papel clave. En Brasil, PRONATEC ha vinculado a empresas con instituciones educativas para ofrecer capacitación técnica financiada por el Estado y el sector productivo. En Bolivia, está el Técnico Superior en Emprendimiento de la UCB, financiado por el Banco Mercantil Santa Cruz.
Estos modelos muestran que transformar la educación es posible cuando se combinan estrategias innovadoras de financiamiento con políticas públicas efectivas. Bolivia tiene la oportunidad de diseñar un esquema sostenible que impulse un shock educativo, asegurando que la inversión en capital humano sea el motor de su desarrollo económico.
La libertad es un valor fundamental en toda sociedad, pero su ejercicio no es homogéneo entre los individuos. Como señala el premio Nobel de Economía Amartya Sen, una persona en situación de pobreza no posee las mismas oportunidades para ejercer su libertad de manera efectiva.
La educación es la clave para que todas las personas puedan desarrollar su potencial y tomar decisiones de manera autónoma. Garantizar el acceso equitativo a la educación amplía las libertades individuales y fortalece el desarrollo económico y social vía aumento de la productividad. Por lo tanto: ¡Viva la educación, carajo!