Bolivia no está aislada del mundo y debemos ver con detenimiento lo que pasa en la política y economía globales, puesto que rugen tambores de guerra, un déjà vu de muerte cada vez más probable.
Las tensiones geopolíticas han alcanzado niveles inimaginables con terribles consecuencias económicas para la población mundial. Tras la pandemia del COVID-19, las consecuencias del confinamiento mundial brotaron no solo en la recesión generalizada, sino también en la abrupta reactivación del comercio internacional, estallando la crisis inflacionaria más alta de los últimos 40 años, que se vieron agudizados con el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania que se mantiene presente en la mayoría de los países del mundo.
Ahora, con la impredecible y agresiva política exterior de Donald Trump, la reconfiguración de las relaciones de poder es inevitable. En menos de dos meses, Trump ha volcado completamente el tablero mundial.
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La retórica de la “invasión” a Ucrania se cayó a pedazos con el acercamiento entre Trump y Vladimir Putin, presidente de Rusia, más aún al llamar a Volodímir Zelensky, presidente de Ucrania, un dictador (el principal argumento es la proscripción de una importante cantidad de partidos políticos críticos), causando sorpresa en sus más fuertes aliados de occidente, la Unión Europea y Gran Bretaña.
No solo eso, sino que Trump, por otro lado, ha causado temor en las economías aliadas por su política de aranceles, utilizada de momento como principal arma para desatar una segunda versión de la guerra comercial con China, ahora involucrando a todos sus principales socios comerciales, como México y Canadá y la propia Unión Europea.
Ahora, con Ucrania sin el respaldo estadounidense tras la fuerte discusión entre Zelenski y Trump en el Salón Oval, EEUU ha congelado toda ayuda militar, incluyendo información de inteligencia. La crisis en la Unión Europea se desató por esta paralización.
Emmanuel Macron (presidente de Francia) y Keir Starmer (primer ministro del Reino Unido) por un lado, impulsan el envío de “tropas de paz” a Ucrania, mientras que España, Italia y Polonia (que tiene el ejército terrestre más grande) ven con reticencia esa posibilidad. Por otro lado, el canciller saliente de Alemania, Olaf Scholz, se mostró totalmente opuesto al envío de tropas a un territorio con un conflicto armado vigente.
Finalmente, la presión de Trump logró hacer que la Unión Europea suba su gasto en defensa en los próximos años, aunque el financiamiento es una incógnita (incremento de impuestos y toma de mayor deuda son las más probables), la retórica se mantiene, una narrativa antirrusa que raya la intolerancia.
Hace una semana, la presidenta de la Comisión Europea anunció el plan de inversión “Rearmar Europa”, movilizando aproximadamente 800.000 millones de euros. Polonia anunció incrementar su ejército de 200.000 a 500.000 soldados. Reino Unido también incrementará su gasto en defensa de 2,3% a 2,5% de su PIB. En Asia, Taiwán, también anunció el incremento de su gasto en defensa y un reporte de la Deutsche Welle asegura que EEUU buscará armar a esa isla tras la guerra en Ucrania.
Lo cierto es que en los últimos 4 años, tras la pandemia, vimos además la mayor cantidad de muertes por conflictos bélicos desde el fin de la Guerra Fría (caracterizada por guerras periféricas apoyadas por EEUU y la Unión Soviética), siendo las más sangrientas la guerra de Tigray en Etiopía (alrededor de 286.000 muertes), la guerra Ucrania – Rusia (las fuentes más conservadoras señalan 160.000 muertes) y la guerra Israel – Palestina (se estiman entre 23.000 y 40.000 muertes, la gran mayoría civiles palestinos, entre ellos, muchos menores de edad).
Una cosa es cierta, las palabras de Trump a Zelensky retumban en las mentes de los líderes mundiales: “Usted está jugando con la tercera guerra mundial”. Por supuesto, hay intereses por recursos naturales, mercados, riqueza, poder y dominación. China ya ha respondido, puesto que es la única nación por ahora que puede hacer frente a EEUU en el campo económico, con medidas como el alza de aranceles de entre de 10 y 15% a productos agrícolas estadounidenses.
El gigante asiático ya alzó la voz: “ninguna guerra se puede ganar” y alertó que EEUU pretende deliberadamente iniciar una confrontación multidimensional. Beijing ya instó a Washington a “abandonar la mentalidad anticuada de la Guerra Fría”, pero advirtió estar preparada y dispuesta a ir “hasta el final”.
Por Pablo Mariscal, politólogo