Enseñar, reflexionar y… sonreír


 

El ejercicio de la docencia es un oficio que me abrazó en la recta final de mi vida y agradezco a Dios por darme ese privilegio de inspirar huellas de eternidad en las aulas. Y como todos los días aprendemos, me llamó la atención que uno de mis alumnos me dijera: “Enseña bien, pero no sea tan serio…”, al concluir el curso de verano sobre Redacción periodística, en el inicio de este 2025.



Y vaya que tenía razón porque pasar tres horas en aula debe ser difícil para ellos. Fue entonces que recordé que, aunque los había hecho entrevistarse y contar las crónicas de su vida, me faltó incorporar el humor, técnica que implementé en otras ocasiones combinadas con teatro, para que la letra del conocimiento ingrese sonriendo, podríamos decir en sentido figurado.

En Montero, en una clase dirigida a futuros educadores, programada a las 13:15, cuando la mayoría de los estudiantes iba sin almorzar o para algunos era la hora de darse una siestecita; todos salimos airosos cuando optamos porque cuenten un chiste, por lista, con sus mímicas, protocolo y suspensos, para distraer a su Morfeo interior y pedir paciencia a su estómago.

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Porque si bien es cierto la educación es la forma de trasmitir valores y conocimientos, debe ser también la de procurarles felicidad o momentos gratos en medio, quien sabe, de tantas preocupaciones que cargan quienes deben responder ante la historia y sus padres o progenitores, por trascender y convertirse en hombres y mujeres de bien y con una profesión que les permita mandar sus hoy de moda “QR”a quienes quieran o contar sus billetes, a cualquier hora del día.

Y por eso me encanta la frase: “la tarea del educador moderno no es cortar selvas, sino regar desiertos” pronunciada en plena pandemia del Covid, por el escritor norirlandés Clave Staples. Lewis, autor de Las crónicas fantasiosas del pueblo ideal de Narnia y profesor de literatura de varias universidades inglesas.

Covid, qué etapa tan dura que nos puso a prueba y desnudó nuestras flaquezas y realidades. Recuerdo el caso de un alumno al que le pedí que encendiera la cámara de su móvil y para sorpresa de todos, estaba en la copa de un árbol para tener señal, en la localidad de San Pedro, a unos 130 kilómetros al Norte de Santa Cruz.

Educar, reflexionar y sonreír debe ser un trío inseparable acompañado, desde luego, con la combinación entre la teoría y la práctica, en el marco de la educación por competencias, es decir el saber ser, saber conocer, saber hacer y saber convivir, que establece la UNESCO, la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura.

Sonrisa: Los grandes maestros griegos de la filosofía se referían a su importancia. «La sonrisa es la expresión más noble de la humanidad» decía Aristóteles, “es el reflejo del alma” agregaba Platón y “es el reflejo universal de la felicidad”, afirmaba Epicuro.

El humor aparece en libros tan antiguos como la Biblia o el Corán. En este último, encontramos frases como “El que hace reír a sus compañeros merece el paraíso”.

Y es que el humor es tan antiguo como el ser humano y trae grandes beneficios, entre ellos, reduce los niveles de las hormonas que generan el cortisol o estrés y produce endorfinas que dan la sensación de bienestar. Además, mejora la memoria y agudiza la creatividad e imaginación.

El actor cómico, cineasta y compositor inglés, Sir Charles Spencer Chaplin, un ícono en el cine mudo” incluyó en 1931 una escena en la que su personaje, el «Vagabundo», sonríe a una joven ciega que le ha dado una moneda, y ella, a pesar de no poder ver, sonríe también, sintiendo la bondad y la amabilidad del Vagabundo. Posteriormente, poco antes de morir, el cineasta diría: “la vida es como una obra de teatro que no permite ensayos; por eso canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida… antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos”.

Tarea para nosotros los docentes que iniciamos de modo regular esta gestión 2025 en las universidades públicas:  abrir nuestro telón con el lenguaje universal de la sonrisa, que una vida alegre es una creación única que no puede ser copiada de ninguna receta, porque debe salir de nuestro propio corazón de sembradores del bien…

 

Por Roberto Méndez, Profesor y periodista


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