Manuel Morales Alvarez / 20 de marzo de 2025
La Gestión del Conocimiento como Política Pública es la operacionalización de la propuesta de que Bolivia requiere de políticas de Estado (20,30 años) y no de políticas de gobierno (5 años) para encarar la crisis, crisis estructural como resultado de un modelo del MAS agotado en sus supuestos fundamentales.
¿Qué tan mal estamos en relación a la crisis estatal y los funcionarios públicos?
El actual Estado no se encuentra en condiciones de elevar la producción nacional a niveles superiores a los desarrollados desde 1952 a la fecha, ya sea de forma directa (empresas estatales, programas sectoriales) o de forma indirecta (financiamiento, creación de infraestructura). Esta condición estructurante condiciona a los mismos funcionarios públicos que son el componente humano.
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Los funcionarios públicos, no tienen talento alguno para generar procesos que le den valor agregado a las materias primas que tenemos y que algunos explotan para beneficio particular (concesiones mineras, dotación de tierras). Los funcionarios están anclados en el pensamiento y comportamiento parasitario porque a fin de mes cobran sus sueldos sin un mínimo de remordimiento si lo cobrado es justo y equitativo con lo que la población espera de ellos como servidores públicos.
No están muy lejanos los días cuando los militares dejaron sus cuarteles para hacerse cargo de la administración pública, durante las dictaduras, al parecer, ambas funciones eran muy parecidas de manera que los resultados no fueron diferentes ni trascendentales.
Cuando se recuperó la democracia, gracias a la lucha de los trabajadores, desde 1982 al 2005, fueron los militantes de partidos políticos, durante el periodo de la UDP y luego el neoliberalismo, los que se hicieron cargo del Estado. En el caso de la UDP no pudieron solucionar la crisis; y durante el ciclo neoliberal hicieron coro a la frase de que “el Estado es mal administrador” y procedieron a transferir las empresas públicas a las empresas privadas (privatización). En otras palabras fueron subastadores y tampoco desarrollaron las capacidades que necesitábamos para encarar el desarrollo nacional.
La llegada del MAS al gobierno en 2005, introdujo a un nuevo segmento social a la función pública, en este caso se trataba de los sectores indígenas, originarios, campesinos, cocaleros, cooperativistas mineros y militantes masistas, casi sin ninguna experiencia en la gestión gubernamental, auto presentados como la “reserva moral”, excluidos más de “500 años”. Todo esto fue un tremendo fracaso, porque la reserva moral demostró ser tan o más corrupta que los antiguos moradores de los ministerios y del Palacio de Gobierno. Ellos, indicaron que eran portadores de saberes y de cosmovisiones que se agotaron en sí mismas y se redujeron a un pachamamismo corrupto.
En lo inmediato, se tiene que transformar el Estado, pero también a sus componentes, es decir, los funcionarios públicos. Un gobierno de los viejos opositores que ya administraron el Estado durante el ciclo neoliberal o durante el ciclo del MAS no garantiza esta transformación.
La actual campaña electoral, ubica a un grupo de funcionarios públicos infestados que pugnan por mantenerse en sus cargos a cualquier precio (arcistas) versus un grupo de futuros empleados públicos ansiosos de copar esos cargos (evistas y viejos opositores). Por fuera, estamos los ciudadanos, la gente que trabaja y quiere cambiar este país.
Un gobierno de recambio en el capital humano del Órgano Ejecutivo, con las puertas abiertas a la ciudadanía podría incorporar a los intelectuales honestos de las clases medias y sectores populares para transformar el Estado y hacer patria, porque nuestro horizonte no sería ni el poder para los militares ni el poder para los partidos políticos, sino para servir a los intereses estratégicos de la patria.
Necesitamos un gobierno con funcionarios públicos que resuelvan los grandes problemas que tenemos como nación, es decir el progreso con investigación, desarrollo e innovación. Necesitamos hombres y mujeres que puedan transformar la minería, la agropecuaria, la industria, la generación energética, con conocimientos, garantizando la transición en el desarrollo y la planificación participativa. Este es el reto que podemos encarar a partir de este 2025.