Instinto de sobrevivencia


La amígdala cerebral es la sirena de emergencia que reacciona muy rápido ante cualquier señal de peligro, real o imaginario, para proteger a la persona. Procesa emociones, especialmente el miedo, la amenaza y la agresividad. Cuando la persona percibe un posible peligro, la amígdala se activa rápidamente y pone en marcha respuestas de lucha, huida o paralización.

Esa parte del cerebro, que forma parte del sistema límbico, ya se activó en las cabezas de algunos arcistas, evistas y androniquistas. Se activará en otros cuando olfateen el miedo a la derrota en los comicios programados para el próximo 17 de agosto. Estallará el día que el TSE inhabilite la candidatura de Evo Morales, basado en la polémica Sentencia Constitucional 1010/2023, emitida el 29 de diciembre de 2023.

El miedo a un posible futuro de juicios, cárcel, autoexilios, dolor y lágrimas, podría hacer olvidar rencillas y empujar a los masistas a unirse en torno a Andrónico Rodríguez. Es la única figura de cohesión que les queda en este momento. Luis Arce tiene su imagen 10 metros bajo tierra. Sin embargo, él confía en el voto “cautivo” de los funcionarios públicos y sus familiares que no están dispuestos a perder los ingresos altos o medios que perciben cada mes.



Si Rodríguez hace binomio con una figura femenina, la oposición tendrían que preocuparse porque sería una fórmula que retendría los votos que estaban a punto de irse, en parte, a uno de los políticos del denominado bloque de unidad. Incluso revertiría el voto que ya está migrando de las filas azules al binomio Chi Hyun Chung — Manfred Reyes Villa. El factor que bloquearía aquella candidatura se llama Evo.

Seguro que, en este momento, te estás preguntando: ¿hay todavía gente dispuesta a votar por alguien del masismo después del desastre económico? Sí. No en la proporción de anteriores elecciones, pero hay. ¿Por qué? Porque el cerebro de muchas de esas personas quiere mantener la coherencia con lo que ya cree o sabe y se niega a reconocer que se equivocó durante tantos años.

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Hay gente que considera que el error fue de Morales por pretender eternizarse en el poder y no del elector que votó por él. En ese orden, concluye que cambiar al viejo político por uno joven que sale de la misma cantera, pero con una línea más moderada que su mentor, podría recomponer las cosas desde la política y hasta resolver la crisis.

¿Saben de esta posibilidad en la oposición? No sé. Deduzco que ellos están seguros que la bronca social contra el masismo empujará a la gente hacia sus brazos. Creen que los votos arrepentidos (votos blandos y posibles) terminarán apoyando al candidato de unidad (si hay) o se dividirá entre Samuel y Tuto.

Si el denominado bloque de unidad presenta una sola opción, es posible que parta con una base del 15 al 20 % del electorado. El restante 10% de la gente que nunca votó por el masismo es probable que se sume a la dupla Chi – Manfred. El masismo perdonó a Reyes Villa sus juicios y sentencias para que reste votos a sus adversarios. La alianza de ambos podría sumar también el voto ultraconservador que hay en los dos extremos.

Por supuesto, una parte de la gente que votó en reiteradas ocasiones por el MAS está dispuesta a cambiar de frente, pero es muy probable que no sea el caudal que espera la oposición. Tendría que suceder algo muy disruptivo para que el 40% del electorado centro se vaya hacia el lado opuesto.

¡Verdad! En algunas calles, se escucha una consigna: nunca más el MAS. ¿Cuánto aglutina? No se sabe. Sin embargo, cuesta que la gente cambie de opinión; por tanto, de voto. Aunque esta vez la dura realidad económica está del lado de una alternativa distinta al MAS, los votos posibles y blandos siguen expuestos a medios de desinformación, influencers y de actores que refuerzan sus creencias.

Vestir un chulo, un poncho o rodearse de cholitas es percibido como una actuación más que una pertenencia. No es suficiente para conquistar votos. La agresividad verbal con que las redes sociales disparan información que contradice las creencias de las personas que votaron alguna vez por el MAS genera incomodidad psicológica más que adhesión.

A las palabras hirientes se suma la presión del grupo, determinante en la identidad y flujo de opinión del elector. Este siente que cambiar de voto puede percibirse como una traición a su círculo del día a día. Entonces, en su cerebro priman los sentimientos de miedo al rechazo de su propia gente. Ergo, prefiere mantener su voto.

No olvidar los prejuicios cultivados desde la infancia a través de la familia, la educación y el entorno social contra los candidatos de la oposición. Esas creencias se internalizan y se vuelven difíciles de cuestionar en la edad adulta. Triturar los prejuicios lleva años.

La amígdala cerebral de algunos masistas está alertando sobre los peligros que se les avecina si la oposición gana el próximo 17 de agosto. El instinto de sobrevivencia los puede reunificar. En la oposición, la corteza prefrontal opera más que la emoción. Confía en que la crisis económica haga entrar en razón a los electores y cambien su voto. Una mayoría está predispuesta a cambiar de dirección, pero no ve aún esa dirección. La emoción es el motor que hace girar el mundo y hace ganar elecciones, más que la razón.

Andrés Gómez Vela es periodista y abogado


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